Para un enamorado de Argentina, plantearse la pregunta que da título a este texto no es fácil. Pero es necesario. Por razones profesionales me ha tocado seguir de cerca el desarrollo de la economía de las pampas por muchos años, y la pregunta es siempre la misma: ¿por qué acaba siempre en lo mismo?. No importa que sea conducida por peronistas, radicales, o independientes. Sea cual sea el signo del gobierno, de izquierda o de derecha, la postguerra argentina ha sido una tragicomedia constante que acaba siempre en moratoria y devaluaciones.
Borges decía que el peso argentino no pertenecía al ámbito económico, sino al de la literatura fantástica. Durante décadas la paridad peso/dólar era tan desquiciada que la diferencia entre el precio de la mañana y el de la tarde eran abismales. Ecos de aquellos terribles años de hiperinflación y mega devaluaciones han resonado estos días, en que el peso ha perdido más de cuarenta por ciento de su valor en lo que va del año, a pesar de los intentos del banco central por detener el derrumbe llevando las tasas de interés a un nivel asombroso, del 60%.
Esta depreciación agresiva ocurre bajo la tutela de Macri, un político conservador con una agenda pro mercado, que prometía arreglar el desorden económico dejado tras casi dos décadas de conducción peronista de la economía, en donde el populismo inherente a la administración Kichner acabó en una alta inflación y en déficit crecientes del sector público.
Pero el tiempo se le acabó a Macri. Luego de un breve período de amabilidad con los mercados, concluyendo una larga y costosa moratoria disparada por los Kirchner, Macri logró que Argentina regresara de nuevo a los mercados de capitales y acceder al financiamiento necesario para el crecimiento económico. Pero una mezcla de mal manejo y mala suerte acabaron en la complicadísima crisis que actualmente enfrenta argentina. Por un lado Macri no hizo lo suficiente para enderezar las cuentas fiscales, y por el otro, los mercados le voltearon la espalda a las economías emergentes tras el colapso de la economía turca: el desplome de la lira arrastró consigo al peso argentino.
Pero culpar a la lira turca de los males del peso argentino es inútil. El real brasileño no ha caído tanto, y el peso mexicano ha tenido una resistencia sólida en el contexto del desplome turco, así que la amplitud y virulencia del desplome argentino deben de ser atribuidos a sus condiciones domésticas y no al contagio turco. Y he allí lo complicado.
El sistema político argentino es sin duda uno de los más complicados del mundo. Siempre recuerdo la historia de San Martín, el gran libertador de Argentina y Chile. El magnífico militar que destrozó a los ejércitos españoles y liberó dos naciones fue derrotado una y otra vez por las intrigas palaciegas de Buenos Aires y nunca logró comandar la nueva nación.
Las cosas no han cambiado mucho desde entonces, y el peronismo y sus secuelas, junto a la incapacidad de los conservadores argentinos de articular una estrategia territorial que lo contrapese de manera efectiva, ha creado un balance de poder notablemente inestable y centrado alrededor de un punto insostenible: el nivel de bienestar de los argentinos es demasiado alto para ser sostenido por las frágiles finanzas públicas de ese país.
Desde el peronismo, cuando el modelo económico de la posguerra basado en los altos precios internacionales de las materias primas, se derrumbó tras la recuperación de la agricultura europea, los gobiernos argentinos se han resistido a hacer el necesario ajuste de acomodar el salario real de la economía a los niveles de la productividad promedio doméstica.
Argentina enfrenta un problema familiar y conocido. Es difícil recortar beneficios cuando la fuente que los financiaba desaparece. Lo más fácil cuando esto ocurre es echar mano de la deuda para intentar mantener los niveles anteriores de consumo. La verdadera solución es incrementar de manera sostenida la productividad del trabajo.
Pero ni peronistas, ni radicales, ni independientes. Ni la derecha ni la izquierda argentina han tenido el valor para resolver el tema de fondo, y han sobrevivido por décadas trepándose a la ola cuando las materias primas suben de precio y lamentando no haber hecho los ajustes necesarios cuando los precios de las mismas se abisman. Como en esta ocasión.
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