Mucho se ha escrito estos días sobre la relación entre la pendiente de la curva de rendimiento de los bonos de Estados Unidos, y la probabilidad de una recesión económica en la mayor economía del mundo. En los últimas tres décadas la correlación es perfecta: cada vez que a curva se invierte sobreviene una recesión. Mucho se ha escrito también de que en esta ocasión la correlación será distinta. No está claro, pero si hay algo distinto: la Reserva Federal es el mayor inversionista de bonos del mundo.
La mayoría de los economistas han sido educados en un axioma: los bancos centrales deben de ser independientes. Lo que esto significa es que no están obligados a financiar los déficits de los gobiernos de sus país. Si un gobierno decide aumentar sus déficits, puede financiar dichos déficits emitiendo bonos en el mercado en donde los inversionistas nacionales o extranjeros pueden adquirirlos. Los bancos centrales no deben de comprar bonos de sus gobiernos, eso sería financiar los déficits. Y eso, dice el dogma enseñado a los economistas: viola la independencia del banco central.
Si uno mira la hoja de balance del Banco de México vemos el cuidado con el cual nuestro banco central se ha apegado a esa regla. El Banxico no tiene en su balance ningún bono emitido por el gobierno de México, y sólo tiene sus propios bonos de regulación monetaria, que usa para modelar la liquidez del sistema cuando sea necesario. Pero nuestro Banxico no compra Cetes, ni bonos Ms, ni ningún tipo de bonos mexicanos.
Era el caso de la Fed estadounidense hasta el 2008-2009, cuando la economía del mundo implosionó bajo el efecto de la crisis inmobiliaria. En el peor punto de esa crisis los bancos estadounidenses se quedaron sin liquidez, nadie les quería prestar dinero, lo que puso en riesgo a todo el sistema de pagos, y a la economía global. Para evitar un colapso que hubiera disparado una peligrosísima recesión, la Fed estadounidense echó mano de su último recurso: comprarle a los bancos los bonos que quisieran venderle.
El efecto de tal decisión fue crucial. Salvó a los bancos de una crisis de liquidez y a la economía global de una mega recesión, pero a cambio convirtió a la Fed en el principal financiador del déficit del gobierno de Estados Unidos. El monto de bonos en manos de la Fed pasó de 800 mil millones (algo marginal dado el tamaño de la economía vecina), hasta un monto estimado de 3.8 billones de dólares (llegó a tener hasta 4.5 billones), es decir, cinco veces más de lo que tradicionalmente detentaban.
¿Qué tan importante es ese monto? Comparémoslo por ejemplo con una cifra que ha sido muy comentada, la inversión de las reservas internacionales de China en bonos estadounidenses, los cuales alcanzan niveles récord y los cuales muchos temen que sea un arma de Cina contra EEUU al poder venderlos en el mercado y causar un efecto tremendo en los precios. Por muy grande que sea ese monto, es “apenas” de 1.12 billones de dólares, es decir, la cuarta parte de las inversiones que la Fed detenta de bonos del tesoro de EEUU. La Fed es, con mucho, el principal financiador individual del déficit fiscal de los Estados Unidos. Todos los países del mundo juntos detentan 6.47 billones, lo que muestra el tamaño de las inversiones de la Fed, equivalente a casi la cuarta parte de los 22.4 billones de la deuda estadounidense.
El poder predictivo de la curva de rendimientos de la Fed implica quizá un mercado gobernado por inversionistas privados que toman decisiones basados en sus expectativas e crecimiento y que al entrar y salir del mercado generan la información que predice el ciclo económico estadounidense. La siguiente es una idea de José Miguel Moreno y Rogelio Serrano: la Fed se convirtió en un inversionista tan grande que quizá esta vez sea diferente: si la curva no se alcanza a invertir y la recesión llega, quizá la razón sea porque la Fed se convirtió, contra su voluntad, en el mayor financiador del déficit estadounidense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario