El desarrollo tecnológico va mucho más rápido que los mercados, y de por si los mercados van muchos más rápido que los gobiernos, así que cuando los gobiernos se tienen que enfrentar a los desafíos planteados por el desarrollo tecnológico muchas veces es ya muy tarde. El ejemplo de Uber es muy claro, los gobiernos siguen sin poder articular una respuesta clara frente a las protesta de los taxistas. Pero lo peor no es eso, lo peor es que el auto no tripulado está a la vuelta de la esquina, y desplazará a los choferes de Uber.
Google, Apple, Amazon y los gigantes tecnológicos chinos como Tencent y Alí Baba están enfrascados en una carrera de autos peculiar: la de producir un auto no tripulado que sea capaz de llevar pasajeros y mercancías por el mundo de manera más segura, más rápida y más limpia que los autos tripulados. Cuando esto ocurra, y ocurrirá mucho más rápido de lo que pensamos, los gobiernos del mundo tendrán una seria de problemas que resolver.
El primero como dijimos en el primer párrafo, es atender el impacto social que el auto no tripulado tendrá: los taxistas tradicionales que están siendo desplazados por los choferes de Uber tendrán compañía en la fila de trabajadores cuyas habilidades no son ya necesarias: los mismo choferes de Uber que los desplazaron, serán desplazados a su vez por la inteligencia artificial detrás del auto no tripulado. Eso ocurrirá pronto y no habrá forma de detenerlo: la rentabilidad de un auto no tripulado será tan superior a la movilidad tripulada, que los incentivos para que empresas y familias lo adopten lo hará imparable.
Pero ese será el primer reto. El segundo será un tema de seguridad. Hoy existen ya bólidos no tripulados: se llaman misiles, armas inteligentes. Un auto no tripulado puede ser fácilmente programado por un terrorista y ser lanzado contra un objetivo estratégico. No es difícil imaginar un ejército de autos no tripulados siendo lanzados contra el Congreso de Estados Unidos por ejemplo. ¿Cómo evitarlo? ¿Cómo regular ese robot que nos transportará, a pasajeros y mercancías, de manera eficiente por el mundo, para que no se convierta en un arma al alcance de cualquier terrorista?
La llamada inteligencia artificial está ya aquí, y la masificación de sus aplicaciones no es cuestión de décadas, sino de años, o de meses. En muy poco tiempo veremos a robots ejecutando tareas que hoy son propias de personas. No únicamente en la manufactura o en actividades productivas. Ya hoy los “bots” envían tweets y manipulan las redes sociales, pronto tendremos a robots escribiendo demandas judiciales o escribiendo columnas en Excelsior mejor que nosotros mismos.
Piensen en bitcoin y las criptomonedas, las cuales son un intento, completamente factible, de automatizar la oferta monetaria de una economía. Incluso el Banco de México podría ser remplazado por un robot si así lo decidiéramos. La tecnología para hacerlo ya está disponible y funciona.
Y es justamente el Banco de México uno de los pocos actores que en México están discutiendo los probables impactos generales y específicos de la automatización masiva sobre la economía y la sociedad. En un reporte publicado en diciembre de 2018 (“La automatización en México desde una perspectiva regional”), el Banxico analiza el probable impacto de la masificación de la automatización sobre el empleo en México. El reporte incluye un mapa que muestra los estados del país en donde dicho efecto será más intenso sobre el empleo, y los estados más impactados coinciden, no debería de sorprendernos, con las entidades más pobres del país.
Durante décadas hemos estado tratando de diseñar estrategias de empleo para las regiones más pobres de México, pero el mundo está a punto de cambiar de tal forma, que las recetas deben de adecuarse, el mapa del Banxico es muy claro al respecto.
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