Hay que comprar cuando suenan los cañones, y vender cuando suenan las trompetas, es un dicho que se le atribuye a Nathan Rotschild. Warren Buffet dijo, de otro modo, lo mismo: hay que ser codicioso cuando los demás son miedosos, y miedoso cuando todos son codiciosos. Es decir: hay que entrar al mercado cuando todos salen, y salir cuando todos quieren entrar. Inversionistas como Carlos Slim atestiguan la validez de este adagio, y si algo muestran los 2010’s que acaban en unos días, es que dicho método definió al mercado que inició la década hundida en el abismo pero que cierra en la cima de las ganancias.
Hace diez años los mercados financieros estaban hundidos por el pánico disparado por una cadena imparable de bancarrotas bancarias: Bear Stearns, Lehman Brothers, Merril Lynch, Dexia, Fortis, y decenas de bancos medianos y pequeños se hundían en la quiebra tras el hundimiento del sector inmobiliario en los Estados Unidos y otros países, como España.
Los principales índices del mercado se hundían sin parar y no había piso que resistiera. Cuando todo parecía estabilizarse llegaba una nueva ronda de noticias que hundía sin remedio los precios de las acciones aún más. No importa qué tan barata se comprara una acción, semanas después dicha acción estaba muchísimo más barata. El pánico hacía que los inversionistas remataran sus acciones sin importar qué tan baratas fueran. Así acababa la primera década del siglo XXI, con los mercados hundidos presos del pavor de ser el último en salir del precipicio.
Pero en medio del tronar de los cañones, en medio del pavor financiero que sobrecogía a los inversionistas, un grupo de inversionistas, siguiendo el precepto de entra cuando todos salían en estampida, comenzó a comprar acciones, en una estrategia que, vista en retrospectiva al terminarse esta década, demostró ser ganadora.
Si los mercados no se precipitan al abismo en los procos días que le quedan a la década, los 2010’s serán la mejor década para Wall Street desde los 50’s del siglo pasado. Medido por el rendimiento del S&P 500 los mercados han rendido 250 por ciento en los últimos diez años, un rendimiento 20 por ciento superior al promedio histórico, convirtiendo a los 2010’s en una de las décadas más ganadoras para los mercados financieros en toda la historia.
Difícilmente podemos desligar este comportamiento histórico de la trayectoria de la variable económica más importante: la tasa de interés. Cuando la crisis financiera estalla, detonada por el cataclismo hipotecario, la tasa de interés líder en Estados Unidos estaba en 2.15 por ciento. Un año después, la Fed, encabezando la carga de los bancos centrales, llevaron la tasa de interés líder al cero por ciento, y allí, en cero, se mantuvieron las tasas hasta finales del 2015.
Es decir, durante siete de los últimos diez años, las tasas de interés permanecieron en cero por ciento. Es imposible disociar ambos datos, y es imposible negar la causalidad: el dinero regalado fue el combustible que produjo el auge más dilatado de los mercados del último medio siglo, por eso, cuando la tasa de interés comenzó a remontar en 2016 hasta alcanzar un máximo en diciembre de 2018, el rally comenzó a trastabillar y provocó que 2018 fuera el peor año de la década.
Pero ante la amenaza de que el rally se esfumara, Donald Trump y los mercados presionaron a la Fed para que los réditos fueran recortados de nuevo, reduciéndolos de 2.50 por ciento en diciembre del 2018, al 1.75 por ciento actual. Los mercados respondieron, y están cerrando este año con uno de los mejores desempeños de la década.
Cierto: medido por la mayoría de las métricas, los precios de las acciones están caras respecto de niveles en el pasado, y respecto de los dividendos que se espera paguen la década próxima. Pero si la tasa de interés sigue cayendo, nada impide que se sigan poniendo más caras.
Estamos a días de despedirnos de la segunda década del siglo XXI: si en medio del pánico espantoso que existía al inicio del último año de la década pasada nos hubieran dicho que seguían diez años maravillosos para los inversionistas, difícilmente lo hubiéramos creído, Si tan solo supiéramos hoy lo que estaremos evaluando la última semana de 2029, sería fantástico.
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