El peor momento para pensar a quién le va a tocar lavar los platos es cuando está sonando el reggaetón. A nadie le gusta que le arruinen la fiesta cuando está en su apogeo. En economía esta alegoría tiene muchos paralelismos: a los bancos centrales les cuesta mucho comunicar la necesidad de mantener baja la inflación cuando la inflación está muy baja; a los encargados de finanzas les cuesta trabajo convencer a sus accionistas de la necesidad de un balance equilibrado cuando se tienen superávits. A los mercados les cuesta mucho entender el riesgo en la cúspide de una década de alzas maravillosas. Y sin embargo…
Hace dos semanas reflexionábamos aquí sobre la década maravillosa de los mercados. Cuando hace diez años, en la parte más obscura del año 2009, cuando los mercados se hacían añicos, nadie habría pensado que lo que seguía era una de las décadas más sorprendentes en materia de ganancias bursátiles de la historia del capitalismo moderno.
Esta década que termina en unos días atestiguó dos cosas: una reducción violenta de las tasas de interés de los principales bancos centrales; y un alza frenética, imparable, con solo un año en la década con crecimiento negativo (justo el 2018), y un alza en los precios de prácticamente todos los activos, en una sinfonía de ganancias sin paralelo en los registros económicos recientes.
Todo subió: las acciones, los bonos, el oro, las materias primas, las crypto monedas. Prácticamente todas las clases de activo subieron, y están cerrando el mes, el año y la década en un frenesí incontenible, en medio de una alegría reggaetonera imparable, en medio de la cual cuesta mucho reflexionar sobre los riesgos inherentes en un mercado que sube mucho, durante un período muy prolongado de tiempo.
Existen muchos parámetros usados por los académicos para medir si un activo está caro o no. Prácticamente todas las mediciones tradicionales sugieren que los precios de los activos en los principales mercados, especialmente en Wall Street, están muy caros. Difícilmente sus perspectivas de flujos futuros justifican pagar estos precios hoy. Muchas métricas incluso advierten que las acciones, los bonos y otros activos, están excesivamente caros.
Si lo anterior se cumple, la historia nos muestra una cosa. Los precios de los activos tienden a una media, los cocientes que miden qué tan cara está una acción o un terreno, o un bono o una onza de oro pueden subir mucho, pero eventualmente regresancerca de su promedio histórico. Tarde que temprano.
Si lo anterior vuleve a aplicar en esta ocasión. Si lo que estamos viviendo no es una excepción histórica en donde lo que antes aplicaba ya no aplica (lo cuel es dificil que ocurra. Los hechos son tercos, decía Lenin), entonces a está década maravillosa de los mercados deberá de seguir, en algún momento, tarde o temprano, un período de muy bajos rendimientos, o de caídas de los precios de los activos.
Diez años casi ininterrumpidos de auge no son algo muy usual en los mercados, y la úñtima vez que tal cosa ocurrió, en el año 2000, las cosas no acabaron muy bien, cuando la burbuja de las acciones tecnológicas explotó y arrastró consigo a los mercados en uno de los episodios más dramáticos de la historia recientes de los mercados bursátiles del mundo.
Los mercados van a cerrar el 2019 la década en medio de un jolgorio efervescente. En un jaripeo encabezado por el comandante de la burbuja financiera: Donald Trump, quien ha apostado su futuro político en la salud del rally bursátil, estartegia que hasta ahora le ha resultado perfecta.
¿Cómo y cuándo sobrevienen las debacles bursátiles? Justo cuando nadie se las espera y todos están felices bailando el reggaeton. Eso puede ser en enero del 2020, o puede aguantar aún meses o incluso años más. Nadie lo sabe. Nadie. Es por ello que los mercados financieros hacen y deshacen fortunas y prestigios. Aquellos que logran anticipar los grandes virajes, al alza o a la baja, son quienes logran la fama y el poder en los mercados.
Y para ello se requiere, más que sabiduría, suerte; más que agallas, paciencia; y más que estrategia, liquidez para estar listos en el momento oportuno. En otras palabras, nomás por no dejar, hay que estar lavando los platos mientras bailamos el reggaetón.
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