La deuda es un fenómeno económico complejo. Porque tiene dos caras: hay un deudor y un acreedor; hay un prestamista y un prestatario. El pasivo de alguien es un activo para otra persona. Si un país o una empresa se endeuda mucho, alguien se está beneficiando como acreedor de esa deuda. En nuestra entrega anterior reseñábamos cifras que mostraban que la economía global se encontraba en un nivel máximo de endeudamiento. Pero esa deuda interminable es riqueza para alguien: el asunto es ver de quien.
En sentido estricto entonces, tomada como un todo, la economía global tiene cero deuda. Pues un adeudo siempre tiene contraparte a otro actor económico del otro lado.
Tomemos por ejemplo la deuda de los Estados Unidos, la mayor deuda gubernamental del mundo por su volumen, y que monta un enorme 22 billones (millones de millones) de dólares al cierre de octubre de este año. El segundo mayor acreedor del gobierno de EEUU es él mismo. A través de varias agencias y dependencias, el gobierno de EEUU detenta cerca del 26 por ciento de la deuda emitida por si mismo. Entidades como el Fondo de Seguridad Social son grandes inversionistas en la deuda de su gobierno, así que la posición deudora neta es bastante menor a lo que parece.
Otros acreedores importantes de los EEUU son los sistemas de pensiones, quienes ostentan cerca del 11 por ciento de la deuda de su gobierno; mientras que las autoridades monetarias, como el banco central (la Fed), guardan alrededor del 10 por ciento de la deuda de su país. Los fondos de inversión de, representan el 9 por ciento de la deuda pública; cifra similar a la parte que detentan los inversionistas individuales, entre ellos las personas más ricas de los EEUU; los gobiernos estatales y locales suman cerca del 2 por ciento del total; mientras que los bancos y las aseguradoras llegan apenas al 6 por ciento del total.
Pero el mayor acreedor de los EEUU, si lo tomamos en su conjunto, es el resto del mundo; los inversionistas extranjeros, de todo tipo, ostentan el 29 por ciento de las deudas del gobierno estadounidense. Por nacionalidades destaca China, el mayor acreedor extranjero de los Estados Unidos, quien detenta cerca del 5 por ciento de la deuda de su rival económico y político; un porcentaje similar al invertido por Japón, cuyos enormes ahorros son invertidos en parte en bonos de los Estados Unidos. Otros acreedores importantes de los EEUU son el Reino Unido, Brasil, Irlanda, Luxemburgo y Suiza.
Un acreedor destaca en particular en esta ecuación: las llamadas “autoridades monetarias”, o la Fed, que detentan algo más del 10 por ciento de la deuda de ese país, y que compraron bonos gubernamentales inyectando liquidez en el mercado para evitar el colapso de la economía durante la crisis de 2008-2009. Es decir, cerca del 10 por ciento de la deuda de nuestros vecinos representa en realidad una inyección líquida de dinero en la economía para ayudarla a evitar una depresión e incentivarla a crecer.
La posición deudora de los Estados Unidos es similar a la de muchos gobiernos de países desarrollados, mientras que otros gobiernos, como el de China y el de Japón son acreedores netos e invierten sus ahorros en bonos estadounidenses. Pero si bien el gobierno chino es acreedor neto, sus empresas son de los principales deudores del mundo, y su desempeño financiero, con moratorias creciendo de manera alarmante, se han convertido en un factor de riesgo muy importante para la economía global, y en una presión para el gobierno chino, que ve amenazada su posición como acreedor neto ante la urgencia de entrar a rescatar la manada de empresas de su país que están incumpliendo pagos.
La deuda a nivel de la economía global como un todo no existe: el pasivo de unos es el activo de otros. El saldo a nivel global se empata y el problema entonces no es el saldo, sino la capacidad de servir la deuda. En sentido estricto entonces, lo que debemos de monitorear es si la deuda crece a una tasa menor a la capacidad de pagarla, es decir, si el PIB crece más que la deuda. Y eso es lo que no ha estado ocurriendo a últimas fechas: el bajo crecimiento del PIB, más que el crecimiento de la deuda, es lo que nos debe preocupar. Y mucho.
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