Las pestes fueron asociadas siempre a la ira divina. Azotes de Dios, las plagas que diezmaron en el pasado las poblaciones humanas fueron siempre temidas por los pueblos víctimas de sus estragos. Pero esta vez es distinto. Estos mercados, estas bolsas, no le temen a Dios, pues tras un leve tropezón al inicio de la epidemia relacionada con el coronavirus, se levantaron aún más fuerte de lo que estaban y no nada más recuperaron lo perdido, sino que están marcando nuevos máximos históricos. Lo dicho: como si no temieran a Dios.
Los tres principales índices de Wall Street: el Dow Jones, el S&P 500 y el Nasdaq, han roto los récords históricos y esta semana han establecido máximos históricos. Los mercados, que de acuerdo con muchos parámetros, estaban ya muy caros, parecen celebrar cada nuevo caso reportado de coronavirus ascendiendo a nuevas alturas, marcando nuevos máximos, poniéndose cada vez más caros.
Lo mismo ocurre con las divisas, que han visto el fortalecimiento inesperado del dólar (y el peso mexicano acompañándolo), a despecho de las monedas orientales, con el yuan y el yen encabezando las pérdidas.
Eventos tan importantes para la industria global, como el Mobile World Congress han sido clausurados; los casos reportados en la provincia china de Hubei se han revisado dramáticamente a la alza, superando los 14 mil infectados; la cifra de víctimas supera las de epidemias de virus similares en el pasado. Y la respuesta ante ese escenario que parece cabalgar al apocalipsis ha sido el de romper récord tras récord.
¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué parece ser que los mercados financieros, no nada más son inmunes ante la amenaza que la epidemia del coronavirus pudiera concretarse sobre la economía global, sino que parecen decir que la fortalecen?
Trataremos de ensayar algunas respuestas:
1) Después de grandes ganancias corporativas, lo que los mercados más aman es el dinero barato, así que probablemente detrás de la aparentemente cruel reacción de los mercados de marcar nuevos récords históricos cada vez que las noticias sobre la plaga del coronavirus empeoran, se encuentra un inncremento en la probabilidad de que los bancos centrales, incluida la Fed de los Estados Unidos (y el Banco de México), se embarquen en una ronda sincronizada de reducción de las tasas de interés. De nuevo.
2) Entre mayor sea el daño que la plaga infrinja en la economía, mayor será la reducción de tasas de interés, o como ya ocurrió en China, mayor será la inyección de liquidez que las autoridades fiscales y monetarias dispersen en los sectores financieros del mundo. Ante las relativamente limitadas opciones de inversión, dicha liquidez acudirá al santuario de las ganancias rápidas: las bolsas de valores, y es esta anticipación lo que está moviendo al alza a los mercados
3) La desgracia de muchos son siempre la fortuna de algunos pocos, y mientras que las acciones de las aerolíneas, y las ligadas al sector turístico, así como otras sectores específicos, sufrieron una caída inicial (que también, ya recuperaron), las acciones de algunas farmacéuticas, de equipo médico, de vigilancia y monitoreo, de cadenas de hospitales, de aseguradoras médicas, se han disparado ante la posibilidad de un disparo en la demanda de sus productos y servicios al empeorar la epidemia causada por el Covid-19.
Revisando la historia de los mercados, es usual que las grandes expansiones concluyan con el siguiente patrón: las bolsas celebran las buenas noticias subiendo, pero suben más con las malas noticias, y entre peor la noticia, mayor es la subida. Así fue en el año 2000 y en el 2008. Pronto sabremos si ese patrón se repitió, o si el 2020 fue el año en que incluso el apocalipsis fue una gran ocasión.
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