Nunca hay que esperar empatía de parte de los mercados. Los mercados son cínicos y calculadores. Son indiferentes a la desgracia humana, y muchas veces las malas noticias, entre peores sean, suelen alegrarlos. No es que sean ruines. Son casi inocentes, diríamos. Cuando el desempleo cunde, cuando las plagas se extienden como el Covid19, los mercados suelen ascender hacia nuevas alturas en previsión de que los gobiernos y los bancos centrales actuarán inyectando liqudez en la economía. Pero puede ser que esta vez se equivoquen.
Los efectos del coronavirus de Wuhan, conocido como Covid19, sobrepasan ya los registrados por epidemias similares en el pasado, tanto en términos de víctimas como en su impacto en la economía local china, y su probable impacto en la economía global.
Los casos fatales en Corea del Sur se han disparado, lo mismo en Japón y en otros países de Asia. Italia ha decidido cancelar el famosísimo carnaval de Venecia para evitar el contagio masivo tras la muerte de varios pacientes en ese país, e intentar contener su difusión a otras regiones del continente. En la misma China, en donde una cuarentena extrema en la región original del coronavirus ha sido implementada, la epidemia aún no parece estar controlada.
La incapacidad de controlar la difusión y la mortandad del virus se está traduciendo en un riesgo que los mercados hasta el momento han decidido simplemente ignorar, pues se han concentrado en la perspectiva de mayor inyección de liquidez por parte de los bancos centrales para aliviar sus efectos.
Dicho riesgo es la disrupción de las cadenas de abasto y producción globales. En los últimos veinte años, el rol de China y su manufactura dentro de la red de producción global no ha hecho mas que crecer. Por ejemplo, la cuota de mercado que China representaba dentro del total del comercio mundial en el año 2000 era del doce por ciento, dicha cifra se había casi triplicado hasta el treintaicuatro por ciento en el 2018.
Varias regiones de China, han sido incapaces de volver a los niveles de producción anteriores a la irrupción del coronavirus debido a la falta de trabajadores, quienes se encuentran en cuarentena, o no han regresado a las fábricas ante el temor del contagio y sus mortales efectos.
El problema para la economía global es que hoy es tres veces más dependiente de China y su manufactura de lo que era hace veinte años. Una disrupción significativa de la cadena de suministro y producción global debido a un quiebre en la mano de obra china resultante de la epidemia si que tendría un efecto extremadamente importante sobre la economía y los mercados, pues la amplitud y profundidad del mercado laboral chino han sido la base del milagro económico global de las últimas tres décadas: crecer sólidamente sin inflación.
Si el Covid19 y sus efectos se hacen sentir de manera cada vez más extensa y duradera sobre China y otras regiones del mundo, entonces puede ser que el fantasma que hasta ahora ha permanecido completamente ausente del balance de riesgos global: la inflación, asome la cabeza, y si eso ocurre, entonces la política monetaria no podrá repetir el truco que ha llevado a cabo de manera repetida las últimas tres décadas: bajar y bajar las tasas de interés, inundar con liquidez los mercados y circuitos financieros, corriendo con la fortuna de que la inflación, ayudada por la mano de obra china y asiática, ha estado asombrosamente ausente.
Si la epidemia se prolonga y extiende, y comenzamos a ver presiones de costos y de precios, y presiones inflacionarias comienzan a acumularse a lo largo de la economía global, los bancos centrales se verán limitados para repetir el truco de bajar tasas e inyectar liquidez. Y como esa inyección de dinero barato es lo que los mercados estan descontando cada vez que marcan nuevos máximos, la reacción de los mismos en ese escanario puede ser muy virulenta, como el Covid19.
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