La mayor parte de la última década la economía global ha caminado por una senda dorada: crecimiento muy cerca o por encima de su potencial, desempleo cerca de niveles mínimo, e inflación por debajo de los umbrales máximos fijados por los bancos centrales. Esta sincronía áurea ha sido acompasada con un alza furiosa de los mercados de capitales que han llevado a los índices a máximos históricos. Vale la pena preguntarnos: ¿la epidemia de coronavirus, podría descarrilar esta senda dorada por la que hemos transitado los últimos diez años?
Dos economías similares en su perfil: la surcoreana y la mexicana, han tenido desempeños similares en los últimos diezyocho meses. Ambas se han desacelerado hasta el punto de presentar una moderada recesión, lo cual podría ser un síntoma de que el sector manufacturero global podría estar pausando su ritmo luego de una década apurada y casi frenética. El vacilante estado de la economía alemana, también dependiente de la manufactura, parece apoyar esta visión.
La economía china cerró 2019 con un crecimiento de 6.1 por ciento, una cifra impresionante para casi cualquier país del mundo, pero la menor para el gigante asiático en quince años.
Las anteriores son algunos síntomas de debilidad en un contexto por lo general robusto, especialmente en el centro de la economía global, la economía estadounidense, cuya economía ha desafiado todo pronóstico y continúa creciendo con mínimo desempleo y bajísima inflación.
Es en este contexto que surge un factor inesperado, el cual ha sido recibido por los mercados globales con una contracción que ha borrado el avance que habíamos tenido en las primeras semanas del año: la expansión de la epidemia del coronavirus.
Aún incierta su cura y su virulencia. Desconocido aún su capacidad de diezmar poblaciones y causar daños que puedan alterar la buena marcha de la economía global. La reacción a la primera oleada de efectos del cornavirus ha sido menguada y contenida.
Cierto, la semana pasada los mercados cerraron a la baja luego de nueva evidencia respecto de la rapidez con la que el virus se ha expandido y de los esfuerzos fallidos del gobierno chino por contenerlo, pero hasta ahora la reacción ha sido moderada y apenas ha logrado contener el entusiasmo frenético de los inversionistas, sin abatirlo.
Algunos sectores han sido más afectados que otros. Notablemente las acciones de las compañías ligadas al turismo, como las aerolíneas, las hoteleras, las de tarjeta de crédito, etc. han sentido el embate de las restricciones al flujo de personas desde y hacia China impuestas por distintos gobiernos hasta el momento. China es la segunda mayor fuente de turistas y uno de los principales destinos de los viajeros del mundo, así que las restricciones a la movilidad impuestas a millones de personas para tratar de contener el contagio del virus ha impactado de forma importante en el sector.
Pero la economía global ha sufrido epidemias similares en el pasado, y ha resistido. Desde el SARs, hasta el A1hn1, pasando por el peligroso ébola y otras epidemias, la economía mundial ha podido sortear hasta el momento los efectos de virus inesperados, a pesar de los severos efectos que éstos a nivel local, regional y personal hayan inflingido.
Si acaso las noticias de la epidemia lo que han producido es atemperar el entusiasmo que reinaba en los mercados. Luego de tener un año perdedor en el 2018, ante la notica de menores tasas de interés los mercados financieros se dispararon y tuvieron en 2019, contra todo pronóstico, el mejor retorno en seis años. Ha sido hasta ahora un pretexto para vender y embolsarse fabulosas ganancias que ahora pueden consumirse y gastarse.
Pero no sobra estar atentos. Si el aleteo de un una mariposa puede iniciar una secuencia de sucesos que produzca un huracán en Brasil, como ilustra la teoría del caos, no vaya a ser que esta epidemia inicie la serie de eventos que dispare una corrección de los mercados.
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