sábado, 28 de enero de 2017

Donald Trump: El Sepulturero De Si Mismo

El cadáver del Consenso de Washington está pasando frente a nosotros. Y contrario a lo que sus más arduos defensores pregonaban, el enterrador no fue un movimiento izquierdista latinoamericano, sino una revuelta populista de ultraderecha encabezada por un billonario neoyorquino que se benefició como pocos de la globalización contra la cual hoy se lanza.
Es curioso como la ideología enceguece. Durante décadas los defensores del Consenso de Washington juraron que la amenaza contra dicho credo venía de la izquierda, jurando que de la derecha sólo vendría devoción y defensa: Pero desde el corazón mismo del capitalismo: desde una torre dorada en el corazón de la quinta avenida, surgió la ventisca furiosa que está dinamitando al Consenso de Washington de adentro hacia fuera, como una metástasis.
El Consenso de Washington (sobra precisar en dónde se originó) se sintetiza en un conjunto de reglas que fueron adoptadas por los liberales y los conservadores por igual, y que con algunas modulaciones, fueron adoptadas y propagadas por todo el mundo. Dichas reglas fueron el credo de la globalización: una política monetaria conservadora; una política fiscal encaminada a buscar equilibrio; una economía global cada vez más integrada; un vector de divisas estable; y la creencia de que el libre comercio y el libre flujo de capitales y factores produciría bienestar en el largo plazo.
A twitazos, Donald Trump ha sepultado al Consenso de Washington y lo está sustituyendo por un conjunto de prejuicios amorfos que en su conjunto no representan un plan, no conforman un esquema viable para que la economía global, ni la de Estados Unidos, tengan viabilidad en el mediano plazo.
Contra la integración y el libre comercio, Donald Trump ordena construir un muro y levar aranceles contra las importaciones de los países que caprichosamente él considera como abusadores de los Estados Unidos; contra una política monetaria conservadora, Trump hace ver su animadversión contra la presidenta de la Fed, Janet Yellen y se autoproclama “rey de la deuda”, adicto a las tasas bajas; contra los balances fiscales sólidos el Donald proclama que para él el ejército va antes que los déficit; ante el integracionismo Trump subvierte el histórico atlantismo de su país y se convierte en dinamitador de la Unión Europea; contra el libre flujo de factores el Donald vocifera deportaciones, expulsiones y segregación; contra la estabilidad de divisas Trump presume un dólar estamíneo y afrentoso contra todas las demás monedas; y contra la globalización, unos Estados Unidos encerrados en si, y contra si mismos.
Lo más grave es que mientras las columnas del Consenso de Washington son derrumbadas una a una, en su lugar no se levanta nada: ni una idea siquiera, ya no digamos un nuevo consenso, un nuevo conjunto de reglas. Nada. Donald Trump no tiene un plan, no tiene una idea  que remplace al defenestrado Consenso. No lo sustituye, lo defenestra y en su lugar no hay ni retazos: hay caprichos, hay trampas y descaro.
Del arsenal proteccionista de la inmediata postguerra Trump sustrae aranceles de 20 o de 35%; del guardarropa reaganiano Trump cataloga a capricho a países sospechosos de terroristas y detiene el flujo de migrantes; contra China, su principal acreedor externo, lanza un guiño a Formosa. Lo que está construyendo es un Frankestein: mayores aranceles, dólar fuerte, déficits y proteccionismo. La mitad de sus decisiones serán obliteradas por la otra mitad, y en su conjunto, está cavando una zanja en donde la economía de los Estados Unidos, y con ella la del mundo, quedará atascada en los próximos años.


La economía seguirá creciendo en los próximos meses por supuesto. El empuje de la era Obama continuará por un poco más y la tasa de desempleo, en mínimo de casi dos décadas, quizá seguirá bajando. Más aún: los menores impuestos que Trump está a punto de disparar producirán un choque de adrenalina que levantará al producto en el corto plazo basado en un aumento del déficit fiscal. Esto durará un año, quizá casi dos. Y luego deberemos de prepararnos para las consecuencias.

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