¿Qué tan cerca estamos de mover el mundo
sin la necesidad de quemar combustibles fósiles cuyas emisiones una de las
principales fuentes de erosión de la capa de ozono? ¿Qué tan próximo estamos de
usar a la naturaleza para mover a la sociedad sin tener que destruirla?
Técnicamente es probable que ya estemos en capacidad de que eso ocurra. Pero
dado que la aplicación de la tecnología en la economía está determinada por la
rentabilidad de la misma, quizá debamos esperar aún tiempo para que la energía
sustentable mueva a la sociedad. Con el riesgo de que puede ser demasiado
tarde.
Usar la energía solar, el viento, las
mareas, el calor que sale del subsuelo terrestre e incluso la basura que
producimos todos los días, es ya técnicamente posible en escala tal que
permitiría casi de la noche a la mañana inutilizar a todas las petroleras del
mundo. Pero hay un problema: las fuentes renovables de energía son todavía más
caras de producir que los sucios combustibles fósiles (el carbón y el
petróleo), y que el uso de la fuerza del agua para generar energía.
Las fuentes renovables tienen otra
desventaja: son intermitentes. La energía eólica se genera cuando sopla el
viento, la solar cuando hay radiación (en el día), y la hidráulica cuando el
caudal lo permite. La producida por combustibles fósiles se puede generar en
casi cualquier momento y en cualquier lugar, y esa disponibilidad la hace mucho
más barata que las renovables.
Técnicamente hoy ya es posible llenar las
azoteas de nuestras ciudades con paneles solares y generar así a energía
suficiente para moverlas. El problema es que en las noches no habría generación
de electricidad. La solución para dicho problema también existe tecnológicamente:
se resuelve con una batería. El problema es que con la tecnología disponible la
batería necesaria sería tan grande que no sería económicamente viable.
La generación de energía a través del
procesamiento de residuos sólidos, y por medio de la captura del biogás que
generan los gigantescos basureros metropolitanos del mundo no tienen el
problema de disponibilidad que tienen las fuentes naturales renovales de
generación, y deberían, y ya son, una parte muy importante del portafolio de
soluciones para la generación de energía con fuentes que sustituyan los
combustibles fósiles.
La aplicación de energías limpias y el
aprovechamiento de residuos, mientras no exista la tecnología que replique la
fisión nuclear, son la única salida para disminuir de manera material la
emisión de gases de efecto invernadero antes de que el calentamiento global que
ellos provocan, comprometa la existencia misma de la civilización humana (por
el planeta ni se preocupen, él nos sobrevivirá).
El problema como decíamos al inicio, es
que aunque la solución técnica para la abolición del uso de combustibles
fósiles, existe, la disponibilidad y los costos de la generación la hacen aún
económica y financieramente inferior a la quema de petróleo, carbón y el uso
del gas para la generación eléctrica.
Si, el discurso de los ecologistas es
correcto, en ese sentido, es el predominio del criterio de la rentabilidad lo
que subyace al deterioro de la naturaleza al punto de que está en jugo la
existencia de la sociedad misma. Nos estamos matando, lenta pero
inexorablemente, a nosotros mismos en nuestra búsqueda de rentabilidad
financiera.
Pero así como una vacuna inyecta en el
cuerpo los virus de la enfermedad que se quiere combatir:¿sería posible
utilizar el hambre de ganancia que mueve a nuestra economía, para generar
energía sustentable? La solución no es tan complicada. Imponer un gravamen
adicional al consumo de combustibles fósiles para con ello subsidiar la
generación de energías renovables y el desarrollo de baterías factibles que las
almacenen para tenerlas disponibles en todo momento sería sencillo de hacer si
la alarma por el deterioro climático superara las resistencias políticas de los
grupos de interés por continuar con el uso del petróleo y el carbón. De nuevo,
antes que sea demasiado tarde.
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