Las asociaciones público privadas están gravemente heridas y sin embargo, su resurrección es extremadamente necesaria. En el Reino Unido, de donde surgieron, la Public Finance Initiative (PFI) no ha sido dotada de presupuesto nuevo, y ningún proyecto adicional está siendo financiado por sus directrices. Varios eventos relacionados con las APPs desprendidas de esa iniciativa han convulsionado el mercado, y sin embargo, la necesidad de revivirlas, ante la urgencia de aprovechar el limitado presupuesto y las habilidades técnicas del sector privado, es mayor que nunca.
La PFI fue el mecanismo con el cual el Reino Unido materializó una muy buena idea: que el sector público y privado participaran juntos no únicamente en la construcción, sino en la operación y el mantenimiento de la infraestructura pública. El secreto radica en encontrar aquellos en que el “valor por dinero” sea positivo, es decir, en donde las ganancias de productividad resultantes de que el privado construya, opere y mantenga el activo público, sean mayores al diferencial de tasas de financiamiento entre el público y el privado.
La idea es muy buena: exige del privado las mayores eficiencias a fin de demostrar que vale la pena que sea él quien busque el financiamiento, soportado por la fuente de pago del presupuesto público, en vez de que sea el sector público quien, apoyado en su menor costo de financiamiento, opere y mantenga el activo.
Abundan los proyectos de infraestructura en el mundo en donde dicho supuesto se cumple: en el sector hospitalario, si los contratos del proyecto son bien diseñados y el público le asigna al privado una mezcla de actividades que no implique demasiado alcance y por lo tanto, demasiado costo, la lista de hospitales hechos como APPs es vasta y variada; lo mismo pasa en el sector carretero, en donde no es difícil encontrar la mezcla adecuada entre financiamiento y operación público-privado que maximice el presupuesto y la eficiencia para lograr muy buenos proyectos. En el tratamiento y aprovechamiento de residuos, en ciertos segmentos del sector de agua y en el sector de energía existen muchos segmentos en donde un buen diseño puede producir una buena APP.
Hay que tener presente sin embargo dos cosas: que no todo cabe en una APP sabiéndolo acomodar, una APP no sirve para cualquier proyecto, ni en toda ocasión. De hecho, estos son malos tiempos para las APPs debido a las tasas de interés extremadamente bajas que predominan en el mundo desarrollado.
Una APP será exitosa si la eficiencia del privado es mayor que el diferencial de costo de financiamiento entre el privado y el gobierno. Pero entre menor sean las tasas de interés (¡y hoy tenemos tasas negativas!), dicha ventaja se reduce y puede desaparecer (o hasta invertirse). Tasas de interés extremadamente bajas son quizá el factor estructural detrás de la bancarrota de varios proveedores de APPs en el Reino Unido (como Carillion, el mayor proveedor de APPs en ese país), que seguramente llevó a extremos de liquidez a una estructura jurídico/financiera que depende de flujos seguros para poder operar y financiarse en los mercados.
Que el esquema de APPs haya tenido serios tropiezos en el país que le dio origen no es algo menor. Quiere decir que el esquema debe de ser tratado con muchísimo cuidado y no extenderse demasiado en sus alcances y poner extremo cuidado en su planeación y diseño. Uno de los factores detrás de la quiebra de Carillion es la extrema diversidad de su portafolio de APPs (escuelas, prisiones, hasta iluminación), lo cual sugiere que el uso de las mismas debe de enfocarse a proyectos en donde estrictamente tal esquema sea la mejor solución, y no utilizarse por defecto.
El consenso respecto de las APPs en el Reino Unido y Francia, los pioneros en el esquema, tras la quiebra de Carillion y la decisión de no seguir financiando la PFI initiative es muy similar al título de esta colaboración: están heridas gravemente, pero su resurrección, bajo bases cuidadosamente diseñadas, es absolutamente necesaria.
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