La evidencia muestra que en una porción de quienes lo sobreviven, el covid provoca efectos de largo plazo sobre la salud, impidiendo una recuperación completa de los pacientes. Algo similar podría estar pasando con la economía, y en particular con la mexicana, en donde condiciones pre-existentes agravaron la enfermedad provocada por el virus, y a menos que la tasa de inversión en capital, y en particular en infraestructura se incremente sustancialmente, habrá un daño permanente en nuestro desempeño económico futuro.
Lo que ocurre en la economía mexicana es similar a lo que ocurre en otras latitudes, aunque la nuestra quizá necesitará una tasa de inversión mayor para recuperar sus niveles pre-pandemia y elevar su competitividad.
Como está ocurriendo con muchos pacientes covid, cuando ocurren depresiones económicas severas, como la actual, la peor en casi noventa años, las economías sufren dos tipos de afectaciones, unas de corto plazo, o cíclicas; y otras de largo plazo, o tendenciales.
Por ejemplo, si la recesión es moderada y un restaurante tiene que despedir a la mitad de los meseros, cuando los negocios se recuperen, la actividad puede regresar a su antiguo nivel contratando rápidamente a nuevos empleados, pues el chef no ha dejado de cocinar. Si por el contrario, tiene que despedir además de los meseros, al cocinero, la recuperación no será fácil.
Pero la recesión pandémica es equivalente a cerrar al restaurante y haber vendido las mesas y el fogón, el daño es de largo plazo. Cuando los negocios repunten, habrá que empezar de cero y construir la cocina, recontratar al chef, al capitán y los meseros. La reapertura no será rápida.
Los efectos de largo plazo sobre la economía, aquellos que afectan la tendencia, son similares a cerrar el restaurante: impactan al PIB potencial de la economía, se pierde stock de capital, se destruyen activos, se desmoronan las estructuras previas.
Si quiebran aerolíneas la recuperación del turismo demorará más de lo deseable. Si cierran fábricas, cuando los pedidos repunten será imposible satisfacerlos. Si cierran escuelas tendremos una brecha educativa que afectará por años la competitividad económica del país. Es muy importante que el stock de capital, las empresas y los equipos, se mantengan activos para evitar una reducción en el PIB potencial de las economías, y lastrar la recuperación.
Nada afecta más al PIB potencial, a la capacidad de largo plazo, que la disminución en el stock de capital, y nada lo remedia mejor que la inversión en infraestructura.
La infraestructura es una categoría muy amplia de activos: desde los más usuales, como las carreteras, edificios, puertos y aeropuertos, hasta escuelas, caminos y telecomunicaciones. Pero existen otras igualmente importantes: la producción y distribución de energía, el ciclo del agua y las que atienden el problema de la basura y la contaminación.
El gasto en infraestructura es engañoso: no es muy útil para sacarnos de las recesiones, pues su planeación, diseño y ejecución toman mucho tiempo, y en las recesiones se necesitan gastos rápidos y breves para amortiguar el impacto de las crisis.
La función esencial de la infraestructura es elevar el potencial de crecimiento de una economía. Si México tuvo en 2020, tras la caída superior al ocho por ciento, su peor desempeño en más de ochenta años, elevar la tasa de inversión en capital sería la forma más adecuada de reponer el acervo de capital perdido, y recuperar la capacidad de crecimiento que ha sido severamente afectada por esta terrible pandemia.
El gasto en infraestructura debe de reactivarse, por todas las fuentes posibles: pública y privada, nacional y extranjera, institucional y personal, con recursos disponibles y con créditos, máxime con las tasas de interés históricamente bajas que prevalecen por todas partes.
Si usamos el crédito hoy para invertir en activos que produzcan rendimientos aceptables y fijamos la tasa de interés a plazos largos, estaremos haciéndoles un gran favor a nuestros hijos, nietos y bisnietos al aprovechar los actuales niveles de réditos.
Como a muchos pacientes, la pandemia podría tener efectos de largo plazo sobre el cuerpo de la economía mexicana y otras. El mejor remedio contra ese padecimiento es un gasto masivo en la infraestructura del país.
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