sábado, 14 de marzo de 2020

A Hacer Hoyos Y Volverlos A Tapar

Cuando Keynes decía que para salir de la recesión había que hacer hoyos, y volverlos a tapar, no hacía una alegoría. En economía, como en el tratamiento médico, la oportunidad es clave. Si los gobiernos del mundo tardan en inyectar el gasto en la economía, entonces la recesión, que ya es inevitable por culpa de los efectos del coronavirus, se profundizará y será más difícil de tratar. Como a un paciente, hay que tratarlo a tiempo si no será más difícil curarlo. Y nada es más rápido que hacer hoyos para taparlos de nuevo.
Yo soy un devoto de la infraestructura. He tenido la suerte de estar involucrado en varios proyectos de infraestructura del país a lo largo de los años.  Hemos escrito en este espacio muchas veces en favor del gasto en infraestrcutura como una de las mejores formas para fortalecer el crecimiento potencial del país. 
Pero ojo, la capacidad contracícilica de la infraestructura suele ser baja: los grandes proyectos deben de ser bien planeados, bien diseñados, bien financiados y bien preparados. Eso significa que la fase que implica una demanda de empleo considerable: la construcción, tarda varios meses antes de empezar, y en una coyuntura como esta, en donde los efectos de muy corto plazo de la emergencia sanitaria serán notables, lo importante es desperdigar el gasto en actvidades y sectores de impacto inmediato.
El crecimiento del PIB tiene dos componentes: el de la tendencia, y el ciclo. La infraestructura es la mejor fórmula para reforzar la tendencia, para elevar el PIB potencial, pero no es muy útil para enderezar el ciclo. Allí es donde la precisa visión de Keynes articulaba esa frase: hacer hoyos y volverlos a tapar, gastar en mantenimiento y en operación, más que en inversión: mantenimiento de infraestructura, no en su construcción.
Porque lo que viene en términos sanitarios y económicos parece ser un pandemonium, un parón económico brutal con el objetivo de detener la espiral imparable de infecciones del coronavirus que costará trillones de dólares a la economía global, pero que parece ser la única solución para evitar la opción que se quiere evitar: millones de personas agolpadas afuera de los servicios médicos, saturándolos y sin posibilidad de ser atendidos. El parón económico es la opción que están tomando la mayoría de los gobiernos (salvo el Reino Unido), siguiendo la estricta y brutal cuarentena china en Wuhan, para tratar de detener la exponencial infección de personas en el mundo.
Ya hoy debemos de dar por perdido el primer trimestre de 2020 en términos económicos, y dado el perfil de la pandemia, es muy probable que el segundo trimestre también esté completamente perdido en términos de crecimiento económico global y local. La recesión entonces debería de ser el dato con el cual trabajemos, hay que darla por un hecho, irremediablemente.
Los mercados están marcando niveles de precios en prácticamente todos los activos: acciones, bonos, materias primas y seguros, que implican una recesión global particularmente severa y prolongada, quizá de más de seis meses de duración. Los múltiplos de las acciones implican niveles de ganancias extremadamente deprimidos para el mediano plazo, y las curvas de plazo de los bonos están señalando por todas partes escenarios que implican una recesión económica.
Dado que la naturaleza de esta recesión no es monetaria, sino sanitaria, la solución no se encuentra en manos de los bancos centrales, ni de los gobiernos, aunque si hay algo que ellos podrán hacer: evitar que la tragedia sanitaria se convierta en una tragedia económica y patrimonial para millones de personas. Si es necesario pagarle a las empresas para que les paguen a sus empleados para que se queden en casa, y no despedirlos, quizá valga la pena hacerlo, si dicha solución es temporal y no sobrepasa el par de meses en lo que la emergencia pasa (porque pasará).
Lo cierto es que una variable si cambiará: la estabilidad fiscal. Atender y salir de la emergencia sanitaria pondrá mucha presión sobre el balance fiscal de los gobierno, pero no habrá de otra, y los mercados tarde que temprano sabrán que los pilares del neoliberalismo, del Consenso de Washington: una política monetaria estable, mercados abiertos, y una instancia fiscal equilibrada, han sido descartados por necesidad, uno por uno, incluso a regañadientes.

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