Un toque de queda afecta a la población civil cuando el resto de los habitantes se encuentran en el frente de guerra. La situación actual no es muy distinta: profesionales de la salud, servidores públicos a cargo de la seguridad, la limpieza y las comunicaciones están en el frente, en guerra contra un enemigo muy peligroso, y el resto de la población civil deberemos de acatar las restricciones que sean necesarias para ganar esta guerra. ¿Cómo podría ser la economía del toque de queda? Como en toda guerra: se necesitará recurrir a la deuda.
La economía de un toque de queda tiene dos componentes: la primera es la población y los sectores de la economía que están en el frente de guerra; el sector salud; la seguridad y la vigilancia pública que aplican la política de emergencia; la comunicación para que la población esté enterada de los desarrollos en el frente y hacer lo que les toca; y los transportes para abastecer las líneas.
El segundo componente es la población civil, la no involucrada directamente en el conflicto, pero que debe de comportarse de forma tal que maximice la probabilidad de éxito en la conflagración. Y en esta guerra contra el virus, la población civil tiene un deber muy dificil de cumplir en una economía predominantemente de servicios: quedarse en casa.
En casi todas las economías modernas, el sector servicios representa el mayor de la economía. En promedio el 63 por ciento de la economía global está conformado por industrias de servicios, fluctuando entre el ochenta por ciento en Estados Unidos, y el 52 por ciento de China, pasando por el 65 por ciento en México. El sector servicios engloba desde diseño de chips, programación de robots, e inteligencia de datos, hasta un puesto de tacos, hoteles, aerolíneas y visita a sitios turísticos.
Cerrar el sector servicios, como se está requiriendo en estos momentos en casi todos los países del mundo afectados por el Covid-19, implicará un daño económico tremendo, cuya profundidad dependerá del grado de formalización y bancarización de la población.
La economía del toque de queda implica entonces dos ejes: ignorar temporalmente, pero de manera decidida, las restricciones fiscales existentes para el sector público y contratar la deuda pública necesaria para atender la contingencia, cualquiera que sea el monto; el segundo eje es asegurar transferencias para la población que pierda su empleo durante el toque de queda, sin exponerlos al contagio.
En una guerra un Estado no considera nunca una limitante fiscal que restrinja su capacidad de combatir y ganar. Y el combate contra la pandemia del coronavirus, como lo ha articulado el presidente francés Emmanuel Macron, es una guerra, por lo que la estrategia fiscal, económica y financiera debe ser equiparable a una economía de guerra.
En Italia Fiat ya está utilizando sus fábricas para producir ventiladores pulmonares en lugar de autos, en España los hospitales privados están siendo usados por el gobierno para atender a todos los enfermos, en Francia el gobierno ha dispensado el pago de luz y agua a sus habitantes. Como si fuera una guerra.
Y las guerras se financian. Las guerras antiguas se financiaban por los señores feudales, o confiscando tributo a los vasallos, o expropiando riquezas a quienes se podía, etc. Las guerras modernas se financiaron con déficits, con enormes déficits, con emisiones especiales de bonos patrióticos para apoyar con lo que fuera necesario a las tropas en el frente.
Tras el fin de la guerra suele venir un crecimiento económico muy sólido y fuerte. La inversión necesaria para reponer los activos perdidos durante la guerra impulsan a las economías y el crecimiento es tan fuerte que las deudas se pagan rápido. En esta ocasión la represión del consumo, pospuesto por las necesidades de la cuarentena, será quizá mucho más fuerte que una reconstrucción de post-guerra. No temamos a la deuda necesaria para financiar la pandemia. Se pagará sola una vez que la cura sea encontrada.
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