Los gobiernos de todo el mundo están inyectando billones de dólares, en una escala histórica, para tratar de amortiguar el efecto económico de la pandemia. Es lo que se debe de hacer: evitar en lo posible que la crisis sanitaria se convierta en una crisis económica. Pero rescatar no es fácil. Cualquier rescate económico tiene que atender tres aspectos: el económico, el humano y el moral. Por eso es muy necesario preguntarnos: ¿A quiénes recata el rescate?
El primer aspecto que debemos de resolver es: ¿de dónde saldrá el dinero para financiar el rescate? La respuesta debe de ser: de donde sea, si es necesario incrementar la deuda pública para evitar hoy un daño económico que nos saldrá mucho más caro remediar mañana, que sea con deuda pública. ¿Deben de preocuparnos las calificadoras? Por supuesto, pero dado que casi todos los países del mundo incrementarán su deuda, y que tras la emergencia sobrevendrá una recuperación económica sólida, los ratios de deuda se estabilizarán en términos relativos. Si es necesaria más deuda, venga.
Una vez atendidas las fuentes del rescate debemos de atender lo siguiente: ¿a quién rescatar? Porque existen al menos los tres criterios enunciados en el primer párrafo para implementar un rescate.
Atendiendo al criterio económico, el rescate debe de atender a aquellos sectores que más aportan a la economía: el sector servicios, la manufactura e industria, o la agricultura. El principal exportador de Estados Unidos es Boeing, el de México, la industria automotriz; Wal Mart es el mayor empleador en los dos países. México cuenta con un sector exportador muy amplio y que proporciona buena parte del empleo nacional; aunque el empleo se concentra sobre todo en millones de empresas medianas y pequeñas que propocionan toda clase de servicios, desde alimentos, hasta diseño de alto valor, pasando por seguridad, construcción y contabilidad, entre centenares de otros rubros.
El uso de fondos públicos para apoyar al sector privado, pues tal cosa es el rescate, debe ser entonces muy cuidadoso a la hora de actuar. Debe de maximizar el impacto que tenga sobre la preservación de empleos identificando, dentro de las empresas en los sectores que más sufren por el encierro sanitario (turismo, servicios de comida, hospedaje y turismo, por ejemplo), a aquellas que más urgencia tienen y que más empleos pueden preservar.
Habrá sectores como por ejemplo, supermercados, farmacias, telecomunicaciones y entretenimiento en casa, que no requieran un rescate inminente, y otros, como los bancos e instituciones de crédito, que de prolongarse demasiado el encierro comiencen a sufrir un detrioro importante en sus balances. Por eso el rescate debe de tener etapas, calendarios, objetivos claros, fases delimitadas, y reglas precisas.
Porque de lo que se trata no es de rescatar empresarios, sino de proteger el empleo que dan las empresas. El rescate de más de dos billones de dólares instrumentado por Estados Unidos por ejemplo, incluye apoyos a propietarios de jets privados, subsidiando sus vuelos, y apoyos a hoteles y resorts de super lujo para que no quiebren. Tales barbaridades no sorprenden viniendo de un vivales, abusivo y gandalla como Donald Trump. Para eso no deben de usarse recursos públicos por supuesto.
En una franja muy amplia, el criterio económico y el humano de cualquier rescate se empalman: una proporción muy significativa del empleo se encuentra en las pequeñas y microempresas, y en el auto-empleo. Si el rescate lo que quiere es preservar el empleo para así cuidar los ingresos y evitar una depresión económica, es allí en donde debe de concentrarse. En economías desarrolladas, en donde la mayor parte de la población está formalizada en los padrones fiscales y bancarizada, es relativamente fácil hacerles llegar los subsidios temporales para que se queden en casa y se logre aplanar la curva de la pandemia.
Pero en países en donde la economía formal predomina, una parte crítica de la población no tiene esa calidad formal ni está bancarizada, así que es muy difícil hacerle llegar de manera electrónica cualquier transferencia o subsidio. Es allí en donde el rescate adquiere dimensiones humanas y éticas: no nada más debemos de hacer un rescate eficiente, sino un rescate humano, y bueno.
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