El nuevo coronavirus se comporta de manera misteriosa. Nadie sabe aún por qué parece ser que para la gran mayoría inflige un padecimiento apenas perceptible, pero a una aparente minoría de los infectados los lleva a la muerte. Nadie sabe aún que, y cuánto tiempo, necesitaremos para lograr un grado aceptable de inmunidad, pero lo que si está claro es que hay alguien que se ha hecho inmune a sus estragos: Wall Street, en donde los mercados han subido de manera desconcertante. Pero tal inmunidad es peligrosa, pues puede acabar de manera violenta, de nuevo.
Los datos son impresionantes. Tras hundirse a los mínimos de este año el 23 de marzo, los mercados se han disparado un veintitres por ciento hasta el cierre del viernes pasado. Es decir, estamos de nuevo en un mercado alcista, en un bull market (definido como más de veinte por ciento por encima del mínimo). El mercado bear, o bajista desapareció, pues apenas estamos dieciseis por ciento por debajo del máximo histórico presentado en febrero de este año, antes del derrumbe provocado por la pandemia.
Jeff Gundlach, uno de los inversionistas más hábiles del mercado, hacía este sencillo cálculo. A tasa anualizada, la economía de los Estados Unidos probablemente se hunda casi quince por ciento promedio en el primer semestre de 2020. Si el mercado sólo se ha caído dieciseis por ciento, entonces el mercado esta hoy igual de caro, igual de fastuosamente valuado que a inicios de año, cuando nadie sospechaba de la pandemia y Wall Street surcaba rumbo a nuevos récords históricos con la máxima facilidad.
Creo que Gundlach está en lo correcto. El mercado en este momento está tan caro como lo estaba en enero. Es decir, carísimo, y está apostando que los casi catorce billones de dólares que la Fed, los bancos centrales del mundo y los gobierno de EEUU y los países avanzados han inyectado, lograrán el milagro de que en unas muy pocas semanas, la pandemia haya terminado, los países se reabran a lo cotidiano, y que la vida y los negocios regresen a la normalidad que conocíamos, todo eso y más, en en unos instantes. Wall Street está apostando a que, sin duda alguna, lo que estamos viviendo es un mal sueño, y que estamos apunto de despertar y ver que el sol brilla luminoso.
La muestra más palpable de ese demencial optimismo que desbordan los inversionistas, quienes están usando parte del dinero de los rescates para comprar acciones que ellos consideran baratas, y no lo están, es el sector de viajes y turismo, el cual ha repuntado casi treinta por ciento desde sus mínimos del 23 de marzo, y que, no hay duda alguna, no verá ninguna recuperación significativa hasta muy tarde el 2021, en el mejor de los casos. Pero el mercado está pagando por sus acciones como si millones de personas ya mañana regresan a los cruceros, a los parques temáticos, y a los tours por Europa.
Difícilmente será el caso. Lo que veremos las próximas semanas, y peor, los próximos meses, será el reflejo sobre los resultados e ingresos de los compañías en todo el mundo (con algunas excepciones, como Amazon), de la más brutal crisis económica de los últimos noventa años.
No es necesario ser un oráculo, o feligrés sibilino para saber que es lo que viene: un desplome en caída libre y generalizado, de las ventas y las ganancias de la gran mayoría de las empresas en el mundo. Con pocas excepciones, como algunas ligadas al sector tecnológico, las ganancias corporativas, los dividendos a distribuir, las perspectivas de los negocios, se abismarán como lo está haciendo la economía en su conjunto, dentro de la fosa económica más profunda y oscura desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.
¿Puede Wall Street seguir immune a esta pandemia y seguir subiendo y subiendo como lo ha hecho las últimas cuatro semanas, cegada por el velo de trillones de dólares de subvenciones públicas y crédito a tasas cero a toneladas por parte de los bancos centrales, a la enorme calamidad y penuria que el empleo, los ingresos, y la actividad de los negocios están sufriendo y sufrirán al menos dentro de los próximos seis meses?
Puede ser que si. Pero si yo tuviera que apostar, diría que Wall Street pagará caró su excesivo y desbordado optimismo, al cual es fácilmente proclive, y se hundirá de nuevo rumbo a los mínimos.
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