Contratar deuda hoy es comprometer los ingresos de nuestros hijos y nietos. Cierto. ¿Pero qué ocurre en el caso en que, de no contratar deuda hoy, no sobreviviremos, y por tanto, como en el Terminator, no existirán nuestros hijos y nietos? No es exagerado decir que la lucha contra la pandemia del Covid es de vida o muerte, y que debemos de usar todos los recursos disponibles para ello, así que financiar con deuda esta emergencia tiene completo sentido, máxime si, como algunos lo están proponiendo, esa deuda no se va a pagar nunca.
La definición de una deuda es un compromiso que algún día tenemos que pagar. Pero existe una clase de instrumentos para los que ese día nunca llega. No existe fecha de vencimiento y por tanto no se pagan nunca. Son los llamados “bonos perpetuos”. Creados en el siglo XVIII por el gobierno británico, si bien no son una forma usual de financiamiento actualmente, en el pasado ayudó a los gobiernos a salir de situaciones económicas difíciles, por una sencilla razón: la deuda no se salda nunca, sólo se pagan los intereses.
Idealmente un inversionista busca instrumentos para su perfil. Un joven que quiera invertir para su retiro buscará bonos de muy largo plazo, de 30 años por ejemplo, para invertir allí y contar con el principal y los intereses reinvertidos en su retiro. Pero un inversionista que esté ya cerca del retiro buscará bonos de menor plazo, de cinco años o menos, pues su esperanza de vida no lo permite invertir en bonos de 30 años.
¿Quién entonces, en su sano juicio, invertiría en un bono perpetuo? ¿En un bono que se pagará hasta el fin de los tiempos, y sólo pagará intereses por toda la eternidad? La respuesta es obvia, pero no evidente: alguien que viva una vida infinita. Alguien que nunca muera.
En las economías modernas tales inversionistas eternos no únicamente existen, sino que son los más importantes del mercado: los fondos de pensiones, como las Afores mexicanas. Un fondo de pensión es un inversionista que tiene una vida infinita, y por tanto sus necesidades de inversión se extienden hasta el fin de los tiempos. Mientras existan personas que trabajen y coticen, una Afore invertirá, se le pagarán intereses, y ésta los pagará a sus clientes, los trabajadores que le han confiado el manejo de sus ahorros para el retiro. Como nunca hay un último trabajador para el conjunto de los fondos de pensiones, siempre habrá la necesidad de tener bonos en que invertir para tener flujo para pagar las obligaciones de la Afore, el retiro de una generación infinita de trabajadores.
En la actual circunstancia, con las necesidades fiscales de los gobiernos estresadas al máximo debido a la emergencia sanitaria, la emisión de bonos perpetuos podría encontrar sin problema su inversionista ideal, su media naranja: los fondos de pensiones.
La idea de emitir bonos perpetuos para financiar los enormes gastos que significan y significarán el combate de la pendemia y luego, reactivar el gasto público para salir de una mega depresión económica sin paralelo histórico, está ya puesta sobre la mesa. En España es la propuesta que la izquierda en el gobierno ha llevado a la Unión Europea como la alternativa para financiar el tremendo peso fiscal que significa la actual emergencia y la depresión económica que viene.
Porque la propuesta tiene un giro interesante en estos días en que las agencias calificadoras atestiguan el disparo de la deuda pública de los Estados nacionales, deseperados por financiar la lucha contra la pandemia. Si un bono no se paga nunca ¿Es deuda? Si empresto cien pesos pero nunca tengo que pagarlos ¿los debo? ¿tengo una deuda? Tengo la obligación de pagar los intereses y eso implica que tengo una deuda. Pero si no tengo que pagar nunca el principal, ¿Me cuenta dentro del saldo de mis obligaciones como un crédito que tengo que pagar en un año?
Situaciones extraordinarias requieren soluciones extraordinarias. Y la solución de los bonos perpetuos, para la cual existe un mercado natural, que los recibiría muy bien, es una opción que deberíamos de discutir con mucha seriedad. Pues lo necesitamos.
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