Este es el momento que las empresas tecnológicas habían estado esperando. El momento en que el mundo se paraliza, sin saber qué hacer. El momento en que todo se derrumba, la vieja economía se colapsa, para que esa nueva economía que ellas han venido construyendo desde hace tres décadas, surja de una manera contundente, sorpresiva, demoledora, como la nueva forma en que el mundo debe gestionarse. Si. Mientras todo se derrumba, las acciones de las empresas tecnológicas surcan rumbo a nuevos máximos.
Con la economía global detenida, quedándose en casa para tratar de aplanar la curva de infecciones de covid-19 y evitar así desbordar por completo la infraestructura de salud existente y que no fue planeada para tratar al mismo tiempo a millones de infectados, las empresas tecnológicas no nada más han permanecido incólumes sino que están floreciendo como nunca antes.
Con el mundo quedándose en casa, los víveres se surten a través de plataformas de entrega a domicilio, los artículos llegan a casa a través de Amazon, los trabajadores de servicios, que representan la mayor parte del empleo global, se comunican a través de plataformas de trabajo por video generadas por Microsoft, Google, Zoom, Ali Baba, etc.
Las aplicaciones de entretenimiento en casa, que súbitamente tienen, literalmente a medio mundo cautivos en sus casas, están floreciendo como nunca: Activision, Roku, Netflix, Disney, despegan en ventas y precio de sus acciones mientras que los operadores de cines, de restaurantes, las cadenas de deportes, la de parques temáticos, se desploman irremediablemente al quedarse todo el mundo en casa.
Este es el mundo para el cual las tecnológicas se habían preparado: un mundo en que la vieja economía, la del contacto personal, la del traslado físico, la de los intercambios materiales, la del apretón de manos, falla y se derrumba. Mientras la vieja economía falla, son las máquinas, los algoritmos, las conexiones virtuales, el entretenimiento a distancia, lo que funciona.
Basados en la infraestructura de telecomunicaciones densa y sólido construida por las empresas telefónicas las últimas décadas, y a partir de la oleada de geniales desarrollos salidos de Silicon Valley, la nueva economía, la de la imparable y aparentemente invulnerable tecnología, se ha revelado sin duda, como el motor económico del mundo.
Las aerolíneas, los hoteles, los restaurantes, los conciertos, el entretenimiento en vivo, el trabajo directo, se ha paralizado, la economía tradicional está siendo masacrada por el parón económico del virus. Pero la que hasta ahora hemos llamado la economía virtual, está mostrando que es lo más real que existe.
Nuestro trabajo es virtual, nuestro entretenimiento es virtual. No tenemos que ir al banco para sacar dinero para comprar cosas y consumirlas. Podemos hacer todo eso desde nuestro teléfono móvil sin movernos (vaya ironía) desde nuestro sillón en donde estamos sentados viendo al coronavirus pasar por la calle. El teléfono móvil florece mientras la sociedad se ha quedado inmóvil.
La victoria de esta nueva economía móvil, sobre la inmóvil economía tradicional se ve muy claramente en el mercado: el Nasdaq sube mientras el Dow Jones se despedaza. Las acciones de las aerolíneas, los bancos, las otrora poderosas petroleras, las empresas tradicionales, se despedazan, mientras Amazon arrasa nuevos máximos históricos, junto con Netflix y Roku. Las acciones de Microsoft fueron las únicas que ganaron en los 12 meses concluidos en marzo entre todas las acciones del S&P 500.
Todas las acciones de empresas que nos sirven para movilizarnos mientras estamos inmóviles, se han separado del resto y una parte del mercado, esas empresas gestionadas en una serie de valles fértiles en California, que conocemos genéricamente como Silicon Valley, están mostrando cómo sus inventos, sus creaciones, sus ideas convertidas en inofensivos iconos en nuestros artefactos móviles, son los que están moviendo este mundo inmóvil, paralizado por el azote del coronavirus. Hegel decía que lo real es racional. Hegel en Silicon Valley diría: lo virtual es racional. Si no miren al Nasdaq.
Todas las acciones de empresas que nos sirven para movilizarnos mientras estamos inmóviles, se han separado del resto y una parte del mercado, esas empresas gestionadas en una serie de valles fértiles en California, que conocemos genéricamente como Silicon Valley, están mostrando cómo sus inventos, sus creaciones, sus ideas convertidas en inofensivos iconos en nuestros artefactos móviles, son los que están moviendo este mundo inmóvil, paralizado por el azote del coronavirus. Hegel decía que lo real es racional. Hegel en Silicon Valley diría: lo virtual es racional. Si no miren al Nasdaq.
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