Los pobres viven de su empleo. Los ricos viven de sus activos. En esta crisis disparada por la pandemia, el empleo ha sido destruido a un ritmo nunca antes visto en la historia del capitalismo moderno, mientras que el precio de los activos han sido inflados por las toneladas de dinero gratis que están inyectando los bancos centrales. Esta crisis causará un problema gravísimo: tendremos millones de nuevos pobres, y los viejos ricos saldrán de esto aún más ricos.
En un mundo en donde la distribución de la riqueza y del ingreso ya era agudamente desigual, la gran depresión causada por la pandemia sólo logrará empeorarla.
El efecto inmediato será, por un lado, que millones de trabajadores que estaban en la clase media gracias a su trabajo, pero con pocos activos generadores de flujo, caerán irremediablemente bajo la línea de pobreza de manera violenta y dramática, con familias enteras al borde del hambre de un mes para otro.
Pero por el otro lado, los Jeff Bezos (el mayor accionista de Amazon) de este mundo, los propietarios de Microsoft, de Google, de Johnson & Johnson, los dueños de las grandes empresas tecnológicas, los propietarios de farmacéuticas y empresas de logística, de telecomunicaciones y de transportes, han visto el valor de sus acciones remontar a máximos históricos en medio de la peor crisis económica del último siglo.
El empleo, la educación, el esfuerzo, y el crecimiento económico habían ayudado en las últimas décadas a millones de personas a dejar atrás la pobreza y acceder a la franja mínima de la clase media. Pero su estatus es enteramente dependiente de los ingresos que reciben de su empleo. No han tenido el tiempo ni el dinero suficiente para adquirir activos que le proporcionen una fuente de ingresos alternativos a sus empleos. Los propietarios de activos, que lo han sido por décadas, entran en esta gran depresión económica en una posición de fortaleza: no dependen de su trabajo para vivir, sino de los ingresos que les rinden los activos que poseen: acciones de compañías, bonos de gobierno y corporativos, bienes raíces, negocios en marcha.
Los propietarios de activos pueden darse el lujo de recluirse una larga temporada en sus domicilios y seguir recibiendo ingresos. Más aún, como un grupo dentro de la sociedad, sus activos han sido inflados en las bolsas de valores por la liquidez inyectada por los bancos centrales con el fin de evitar un colapso de la economía peor que el que conocemos en este momento.
Aquellos que antes del advenimiento de esta gran depresión, se encontraban ya en condición de pobreza, apoyados por las estrategias que los gobiernos estaban ya implementando, no verán modificadas sus condiciones de manera significativa. Les será más difícil superar la pobreza en la que se encontraban ya, pero no habrá un cambio cualitativo en su condición.
Pero para centenares de millones de personas que se encontraban en la clase media, pero cuyo estatus dependían de la estabilidad de sus empleos, la modificación en su nivel de vida será dramática, hundiéndose en la pobreza de manera súbita. El problema es que la mayoría de los gobiernos, que tenían ya una estrategia para atender a la población entonces en pobreza, no tienen un plan para apoyar a los nuevos pobres, y ayudarlos a que regresen a la clase media cuando esta gran depresión concluya.
Porque los restaurantes, los gimnasios, los salones de belleza, los grandes conciertos, el transporte público masivo, la renta de oficinas, la construcción y el entretenimiento, todos estos sectores y muchos otros no serán como eran antes mientras no exista una vacuna disponible de manera masiva. Y para un trabajador que vivía en la clase media, dos o tres años fuera del mercado laboral tienen un impacto crítico sobre su activo más importante: sus habilidades laborales.
La automatización necesaria para amortiguar los contagios, el reescalamiento de las nóminas, el continuado estancamiento económico, hacen previsible un escenario en donde el mercado laboral permanezca débil por un período prolongado de tiempo, durante el cual los trabajadores que abandonaron el mercado por culpa de esta depresión, verán menguar sus calificaciones y habilidades. Son esos, los millones de nuevos pobres, quienes presentarán el desafío más complejo para los gobiernos y las economías los próximos años.
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