domingo, 31 de julio de 2011

The President Surrenders, BY PAUL Krugman

No es que al ponerlo en mi Blog se vaya a leer más a Krugman que en el New York Times. Lo que pasa es que suscribo cada una de sus palabras. Yo también creo que esta solución pitera de Obama es muy mala. Muy mala. Además de todo lo que dice Krugman yo agregaría algo más: mandó un terrible mensaje: los impuestos no van a subir. Esto no se va a resolver así.

A deal to raise the federal debt ceiling is in the works. If it goes through, many commentators will declare that disaster was avoided. But they will be wrong.

For the deal itself, given the available information, is a disaster, and not just for President Obama and his party. It will damage an already depressed economy; it will probably make America’s long-run deficit problem worse, not better; and most important, by demonstrating that raw extortion works and carries no political cost, it will take America a long way down the road to banana-republic status.

Start with the economics. We currently have a deeply depressed economy. We will almost certainly continue to have a depressed economy all through next year. And we will probably have a depressed economy through 2013 as well, if not beyond.

The worst thing you can do in these circumstances is slash government spending, since that will depress the economy even further. Pay no attention to those who invoke the confidence fairy, claiming that tough action on the budget will reassure businesses and consumers, leading them to spend more. It doesn’t work that way, a fact confirmed by many studies of the historical record.

Indeed, slashing spending while the economy is depressed won’t even help the budget situation much, and might well make it worse. On one side, interest rates on federal borrowing are currently very low, so spending cuts now will do little to reduce future interest costs. On the other side, making the economy weaker now will also hurt its long-run prospects, which will in turn reduce future revenue. So those demanding spending cuts now are like medieval doctors who treated the sick by bleeding them, and thereby made them even sicker.

And then there are the reported terms of the deal, which amount to an abject surrender on the part of the president. First, there will be big spending cuts, with no increase in revenue. Then a panel will make recommendations for further deficit reduction — and if these recommendations aren’t accepted, there will be more spending cuts.

Republicans will supposedly have an incentive to make concessions the next time around, because defense spending will be among the areas cut. But the G.O.P. has just demonstrated its willingness to risk financial collapse unless it gets everything its most extreme members want. Why expect it to be more reasonable in the next round?

In fact, Republicans will surely be emboldened by the way Mr. Obama keeps folding in the face of their threats. He surrendered last December, extending all the Bush tax cuts; he surrendered in the spring when they threatened to shut down the government; and he has now surrendered on a grand scale to raw extortion over the debt ceiling. Maybe it’s just me, but I see a pattern here.

Did the president have any alternative this time around? Yes.

First of all, he could and should have demanded an increase in the debt ceiling back in December. When asked why he didn’t, he replied that he was sure that Republicans would act responsibly. Great call.

And even now, the Obama administration could have resorted to legal maneuvering to sidestep the debt ceiling, using any of several options. In ordinary circumstances, this might have been an extreme step. But faced with the reality of what is happening, namely raw extortion on the part of a party that, after all, only controls one house of Congress, it would have been totally justifiable.

At the very least, Mr. Obama could have used the possibility of a legal end run to strengthen his bargaining position. Instead, however, he ruled all such options out from the beginning.

But wouldn’t taking a tough stance have worried markets? Probably not. In fact, if I were an investor I would be reassured, not dismayed, by a demonstration that the president is willing and able to stand up to blackmail on the part of right-wing extremists. Instead, he has chosen to demonstrate the opposite.

Make no mistake about it, what we’re witnessing here is a catastrophe on multiple levels.

It is, of course, a political catastrophe for Democrats, who just a few weeks ago seemed to have Republicans on the run over their plan to dismantle Medicare; now Mr. Obama has thrown all that away. And the damage isn’t over: there will be more choke points where Republicans can threaten to create a crisis unless the president surrenders, and they can now act with the confident expectation that he will.

In the long run, however, Democrats won’t be the only losers. What Republicans have just gotten away with calls our whole system of government into question. After all, how can American democracy work if whichever party is most prepared to be ruthless, to threaten the nation’s economic security, gets to dictate policy? And the answer is, maybe it can’t.

jueves, 28 de julio de 2011

¿De veras van a dejar de pagar su deuda?

La deuda de los Estados Unidos se encuentra en estos momentos en un máximo histórico en términos nominales, en 14.3 billones de dólares (millones de millones).

Sin embargo, como porcentaje del PIB, en 90%, se encuentra aún por debajo del pico que alcanzó como consecuencia del gasto asociado a la II Guerra Mundial, cuando ascendió a casi 150% del PIB.

La mayor parte de esa deuda se acumuló durante el período de Geroge Bush (6.1 billones del total de 14.3), por ello sorprende que la bancada republicana, causante en otro tiempo de la mayor acumulación de deuda, se niegue a aprobar el techo de endeudamiento requerido por la administración Obama.

Si los republicanos no aumentan el techo de endeudamiento para acomodar los 14.3 billones, el Tesoro de los Estados Unidos podría quedarse sin dinero para pagar las deudas que se le vencen en algún momento entre el 3 y el 10 de agosto próximos.

¿Qué puede pasar si los republicanos no autorizan el techo de endeudamiento?

1.-Puede ser que no haya una afectación financiera importante: el Tesoro ya ha comunicado a los mercados, por canales informales, que llegado el caso harán todo lo necesario –recortarán otras partidas- para pagar la deuda que vence en Agosto. Para hacerlo podría incluso dejar de pagar a proveedores o a la misma nómina del gobierno.

Mañana viernes, tras el cierre de los mercados, y si no hay una aprobación por parte de los republicanos, la administración Obama dará los detalles de qué hará para pagar la deuda que vence en agosto (vencen casi 500 mil millones de dólares, equivalente al 70% del PIB de México).

2.-Las medidas de emergencia tomadas pueden cubrir los vencimientos de agosto pero no mucho más. Si el estancamiento legislativo persiste, y el Tesoro se queda sin recursos qué recortar, los Estados Unidos podría entrar en cesación de pagos.

Existen dos tipos: una cesación generalizada, y una selectiva. En el primer caso, todos los tenedores de deuda enfrenarían pérdidas totales; en el segundo, algunos tenedores mantendrían sus inversiones.

Por ejemplo, podría elegir pagarles a los fondos de la seguridad social, quienes detentan 2.7 billones de la deuda total, y no pagarle a China, quien ostenta 1.9 trillones de la deuda pública estadounidense.

En ambos casos, las agencias calificadoras pondrían la deuda de los Estados Unidos de la actual AAA, a una calificación de “default” o “default selectivo”.

Las consecuencias de un default de los Estados Unidos podrían ser de moderadas a desastrozas, dependiendo de qué haría la Reserva Federal; el tiempo en que dure el default sin que los republicanos aprueben el nuevo techo de deuda; y de cómo reaccionen los otros bancos centrales del mundo.

La Fed no necesita autorización del Congreso para comprar bonos estadounidenses, así que en un caso límite podría comprar muchos bonos estadounidenses a quienes se lo quieran vender.

Si el default dura sólo unos días, probablemente tras una severa caída de los mercados y de volatilidad extrema en el tipo de cambio y las tasas de interés, la actividad financiera y económica regresará a la normalidad.

Pero si se llega al default y no hay certidumbre de cuándo éste concluirá, las consecuencias serían tan catastróficas que es imposible imaginarlas.

Cuando un banco de inversión, Lehman Brothers, quebró, el mundo estuvo a punto de irse a una gran recesión. Si quien entre en mora es justo el gobierno que rescató a Lehman y al mundo de una catástrofe económica (al costo de aumentar la deuda a los actuales niveles), el escenario es difícil de pronosticar.

Los bonos estadounidenses son considerados hasta ahora, los activos más seguros del mundo, y son usados como garantía por bancos, aseguradoras, y los fondos de inversión de todo el mundo. Los bancos centrales, como el Banco de México, invierten sus reservas sobre todo en bonos estadounidenses.

Si el caso extremo e impensable del default ocurriera, habría pérdidas inmediatas y descomunales desde el Banco de México hasta la aseguradora de vida más alejada del planeta, lo que implicaría una sequía casi inmediata y casi completa, de los mercados: nadie le prestaría a nadie.

Los únicos capaces de prestar, comprando bonos en default de los Estados Unidos, son los bancos centrales, comenzando con la Fed, quienes no dependen del congreso. Pero la cantidad de bonos que tendrían que comprar para mantener la liquidez del sistema funcionando sería difícil de manejar incluso para ellos actuando en coordinación.

Si ese escenario extremo, improbable pero en estos momentos, no imposible, se materializa. México tiene una sola opción: usar de manera masiva y discrecional a su banca de desarrollo: Nafin, Bancomext, Banobras (e incluso el Banco de México debería de hacer lo propio, de manera independiente) para inyectar toda la liquidez necesaria, y el Banco de México deberá de vender los dólares necesarios, con el fin de tratar de mantener la máxima estabilidad posible.

viernes, 8 de julio de 2011

Sub 17: Julio Gomez, El Heredero de Franz Beckenbauer

La historia da vueltas siempre, a veces de manera caprichosa. La historia se repitió, la primera vez como tragedia, esta segunda vez, como epopeya.

La vida es curiosa: en la final de México en 1970, en el partido Brasil contra Alemania, ganada por los brasileños, la imagen más perdurable de ese momento no es la de los victoriosos, sino la de los derrotados. La imagen que perdura y perdurará siempre es la del indomable Kaiser, Franz Beckenbauer, quien luxado del hombro, en pleno dolor, se niega a abandonar el campo y juega el partido con un cabrestillo que le sujeta el hombro, en una de las imagenes icónicas de la historia del fútbol.



En este mundial sub 17, los nietos de Beckenbauer se enfrentaron a México, esperando como es su costumbre, vencerlo. Pero de manera completamente insospechada, quien acabó enterrándolos fue el heredero del Kaiser: el gigantesco Julio Gómez.

El alma del Kaiser Beckenbauer se vino a posar no en uno de sus nietos coetáneos, sino en el cuerpo de ese modesto jugador del Pachuca, quien mostró estar a la altura de su padre teutón.



Vayan estas imágenes en homenaje a estos chavitos de la sub 17 que nos han mostrado cómo se juega el fútbol: con los huevos y el alma desparramados por la cancha.

martes, 5 de julio de 2011

Elecciones Edomex 2011: ¿Qué dicen los números?

En estos días en que todo mundo habla y dice cosas sobre las elecciones en el Estado de México, sería bueno escuchar lo que dicen los números.

Empecemos por los siguientes: hace seis años, cuando Peña Nieto es electo gobernador, la izquierda tuvo cerca de 24-25% de la votación, mientras que el PAN casi llegó a 35%.

En esta elección la izquierda logró el 22%, mientras que el PAN se desplomó al 12%. En otras palabras la izquierda no logró incrementar su porcentaje, pero se mantuvo en un nivel relativamente similar al de hace seis años. No hay mucho que presumir por parte de la izquierda, pero al menos su porcentaje tuvo sólo una baja moderada.

Pero vean al PAN: el voto pasó de 34.3% del total hace seis años, a un magro 12% en esta elección, una diferencia abismal de 23 puntos porcentuales.

Peña Nieto tuvo el 41.06% de los votos, mientras que Eruviel Avila conquistó un sorprendente 62.6%, una diferencia de 21 puntos porcentuales.

Así nomás de ojo, esos 21 puntos porcentuales que gana de una elección a otra el PRI, y esos 23 puntos porcentuales que pierde el PAN algo tendrían que ver. ¿O no?

¿Sería muy aventurado decir que el electorado de izquierda en el Edomex permaneció firme y que si bien no fueron capaces de llamar a otros votantes, los seguidores de la izquierda son relativamente estables?

¿Y sería muy descabellado afirmar que la gran mayoría de los votantes que de manera abrimadora sufragaron por el PRI y la candidatura de Eruviel, vinieron de la cuenta panista de hace seis años?

Quien le reclama a la izquierda su falta de visión política y su ineficiencia en esta elección valdría la pena que pensaran en la hipótesis de que quien encumbró al PRI y a Eruviel fueron los votos panistas, quienes se pasaron en masa a la opción tricolor.

La segunda serie de números es la siguiente: el padrón electoral mexiquense aumentó en aproximadamente 175 mil electores en estos seis años, mientras que la diferencia de votos entre los recibidos por Peña Nieto y Eruviel Avila, fue de prácticamente un millón de votos. Es decir, Eruviel tuvo que haber ganado a todos los electores nuevos y haber convencido a 825 mil votantes de otros partidos para tener el número de votos que tuvo.

Lo anterior demuestra que hubo un cambio masivo de votos de un partido a otro, y no es difícil ver entonces que lo que pasó en el Edomex es que el PRI convenció a los panistas, más que a la izquierda.

Eso dicen los números. Muy claramente. ¿Entonces por qué hablan tanta tontería los analistas políticos?