domingo, 6 de marzo de 2016

El Oráculo de Wall Street Y La Presidencia De EEUU

Todas las culturas han tenido que lidiar con un problema imposible de resolver: conocer el futuro. Los griegos acudían a Delfos para consultar los augurios del oráculo. Los antiguos mexicanos usaban la precisa astronomía y la superchería deliberada para adivinar el porvenir. Nosotros tenemos a Wall Street.
La fe que la cultura moderna pone en la capacidad de Wall Street para predecir el futuro no es menor al afán que los antiguos chinos depositaban en el I-Ching  o la tradición medieval en el tarot. Antes usábamos las sobras del café turco o las hojas de té; hoy usamos econometría. Antes echábamos mano de huesos de ave; hoy usamos fractales y modelos matemáticos para tratar de extraerle a los precios de las acciones lo que antes sacábamos de la sangre de animales sacrificados: información sobre el mañana.
El año inició con el peor de los augurios: las primeras seis semanas marcaron el peor comienzo de un año de los últimos quince años, y todos los indicadores técnicos y marcadores sugirieron que los mercados tendrán un muy mal año y que la economía probablemente entrarían en estancamiento o recesión. Pero un día, el 8 de febrero, en medio del desastre, el Nasdaq, el índice de empresas tecnológicas por antonomasia, se negó a caer por debajo de la marca de 20 por ciento por debajo de su cierre máximo, lo que marca el terrible augurio de un “bear market”, señal ominosa para aquellos que creen que los mercados predicen el futuro.
Pareciera que la tozudez del Nasdaq de hundirse por debajo de la marca de 20% respecto de su cierre máximo de alguna manera conjuró la catástrofe y a partir de allí todo ha sido fortuna y ventura: los principales mercados del mundo han gozado de tres semanas consecutivas de alzas; el precio del petróleo y otras materias primas se han estabilizado; los mercados de bonos han encontrado tranquilidad; y las acciones bancarias, que habían sido vapuleadas en anticipación de una hecatombe crediticia, súbitamente remontaron y disfrutado sus mejores tres semanas en varios años.
¿Son éstas últimas tres semanas de ganancias en los mercados el prolegómeno de una recuperación y la señal de que los arcanos se revelan favorables? ¿O son apenas un rebote tras tocar fondo y una pausa antes de renovar el declive?
La respuesta es: imposible saberlo, por la sencilla razón de que el futuro es ilegible, como lo saben bien los físicos y que todos los demás nos negamos a aceptar. Todo lo que sabemos es que existe una probabilidad de que las cosas mejores, y otra que las cosas empeoren, y que los mercados lo único que pueden hacer es asignar probabilidades a un escenario y a otro y que cuando todo ocurra, uno de los escenarios se materializó y el otro no (aunque los físicos dicen que todos los escenarios ocurren, en universos diversos, pero para eso aún no hay mercado).
Los datos más recientes parecen apoyar el optimismo del oráculo de Wall Street: las cifras de nóminas no agrícolas en EEUU en febrero fueron sustancialmente mejores a lo esperado , los precios del petróleo se han estabilizado y repuntado sólidamente, los spreads de riesgo se han estrechado, los mercados de economías emergentes han recuperado mucho de las pérdidas de meses recientes, y los indicadores oportunos parecen refutar el escenario catastrófico que aterrorizó a todos en el inicio de año.
Hay un factor que quizá los mercados estén descartando y que esté detrás del rebote de las últimas tres semanas: la incertidumbre electoral de un escenario inescrutable en los EEUU. Es decir, una victoria de Donald Trump, en donde el populismo de derecha del neoyorquino introduzca una incertidumbre tan aguda que los mercados se ahondarían en territorio bajista. Los mercados saben muy bien lo que una presidencia Clinton implica: ya lo han vivido.
El mercado alcista más extenso y dilatado de la historia reciente se gozó justo durante la presidencia de Clinton, Bill, así que una presidencia de Clinton, Hillary, no nada más no es temida, sino quizá sea deseada. La definición del liderazgo republicano de evitar a toda costa una victoria del impresentable Donald Trump sea quizá uno de los ingredientes que los mercados están leyendo como la clave de un escenario en donde los precios de las acciones dejen de ahondarse y se recuperen.
En el largo plazo la estadística muestra que una presidencia demócrata es mejor para los mercados que una presidencia republicana. Y ninguna presidencia demócrata ha sido tan buena para los mercados como la de Clinton. El aciago nubarrón de un cavernario Trump llegando a la presidencia ¿fue uno de los factores detrás del pánico que cundió en el inicio del 2016? ¿Es la determinación del establishment republicano de apoyar a quien sea, menos a Trump, lo que está detrás del alivio de los mercados recientes? Difícil saberlo hoy: pero lo sabremos mañana.