lunes, 21 de junio de 2021

La Inflación Hace Como Que La Virgen Le Habla

¿Será posible que la confluencia de factores, estructurales y coyunturales, que favorecieron a la economía global con un empuje deflacionista hayan llegado a su fin tras la pandemia y estamos por enfrentar escenarios en donde la ausente inflación resurja como un factor de riesgo terco y complicado? Es una posibilidad que tanto los mercados, como los gobiernos, las empresas y los banqueros centrales están basculando, luego de cuatro décadas en que la inflación ha estado ausente del arsenal de peligros económicos 

La fractura económica y geopolítica causada por pandemia, así como su solución, están produciendo un escenario no visto en décadas. Las cifras de mayo de precios al productor en los Estados Unidos mostraron la tasa anual más alta en la historia económica de ese país, y los precios al consumidor se aceleraron al ritmo más rápido de los últimos trece años. Al menos facialmente, la inflación está de regreso como hace décadas no estaba.

Y sin embargo el marcado de bonos, que solía ser un velador de la inflación, pareció celebrar con complacencia las cifras, con la tasa de referencia de 10 años bajando sensiblemente tras conocerse los datos, mostrando la confusión entre los inversionistas del mercado respecto de dos aspectos fundamentales: el primero es respecto de la trayectoria probable de la inflación en los próximos meses y quizá años: el segundo es la reacción de los bancos centrales, la Fed, el Banco de México, etc. respecto de dicha trayectoria.

El mercado de bonos, antes temido por los bancos centrales, se ha malacostumbrado estos últimos cuarenta años a que la inflación está bajo control. La reacción del mercado ante la evidencia inocultable de que la inflación ha regresado parece suscribirlo: las tasas bajaron tras los datos de precios al consumidor, reflejando la apuesta de los inversionistas de que los datos son temporales, de que todo estará bajo control, y de que los bancos centrales lograrán contener sin costo y sin esfuerzo, la reflación.

Pero hay un factor que vale la pena sopesar respecto de la temporalidad del repunte inflacionario. Todos parecen, los bancos centrales incluidos, en estar convencidos de que es un susto pasajero y que en unos meses será solo un mal recuerdo. Pero si reflexionamos sobre los factores que los últimos cuarenta años ayudaron a mantener los precios bajo control, uno de ellos parece estar cambiando.

Si pudiéramos escoger, de entre las múltiples causas, a una que haya sido la principal causante de este círculo virtuoso de inflación baja y alto crecimiento económico en la economía global de las últimas cuatro décadas, la candidata sería sin duda la inclusión de China a la economía y el comercio globales. Su vasta y barata fuerza laboral, su enorme productividad en industrias clave (acero, plásticos, carbón, medicinas, páneles solares, etc.) dentro de la cadena de suministros global; la profundización de la apertura comercial global tras su inclusión en la Organización Mundial de Comercio; su potente infraestructura, así como el financiamiento de esta en regiones productoras de materias primas como África y Latinoamérica, provocaron una fortísima presión deflacionista en el mundo que ha ayudado a mantener los precios bajo control.

Pero el ascenso económico chino se ha topado con un límite temporal, que debe ser resuelto. Su poder se ha enfrentado con el de los Estados Unidos en muchos frentes: el económico, el tecnológico, el diplomático, el científico, e incluso en su capacidad militar.

Es en este contexto en donde surge la pandemia del coronavirus, que acaba enfrentando a los Estados Unidos y a China en el tablero del mundo y que ha tenido como una de muchas consecuencias, la estrategia deliberada de relocalizar segmentos importantes de la cadena de suministro estadounidense fuera de China, y quizá de Asia a otres regiones, como México y Latinoamérica.

La pandemia y su solución quizá implique un aumento en los costos de producción que eventualmente alcance los precios del consumidor. Los Estados Unidos han decidido que no pueden, aunque sea económicamente eficiente, depender a tal nivel de China para su abasto estratégico. Y de como se resuelva este aspecto dependerá sin duda si la inflación que hoy vemos es un chipote, o algo que llegó para quedarse. No se si el mercado de bonos y acciones tenga este factor ya dentro de sus cálculos: yo creo que no.

sábado, 19 de junio de 2021

Domingos Rancheros: El Futuro Del Ranchero Más Allá de México, Bendita Santa Cecilia

Todos lo sabemos: la segunda ciudad mexicana más grande no está en México, sino en California. No debería de sorprendernos entonces que Los Ángeles, uno de los corazones de lo mexicano, sea desde hace décadas, una de las grandes capitales del ranchero.

Déjen robarme una anécdota de la historia de Bruce Springsteen y su manager, Jon Landau, quien cuando lo escuchó por primera vez decidió dejar de ser crítico en la revista Rolling Stone para manejar a Bruce. En una reseña legendaria escribió: "he visto el futuro del rock and roll, su nombre es Bruce Springsteen".

Yo he visto el futuro del ranchero, y se llama La Santa Cecilia.

Como la materia prima del ranchero son los sentimientos más básicos de nuestra vida y muerte: el sufrimiento amoroso, la pobreza y sus letanías, la migración y el abandono, la familia y sus devenires, y el desafío ante las adversidades del mundo, el ranchero es universal, por eso es inevitable que se nos escape a los mexicanos. Por eso el ranchero es cada vez más la música tradicional de Suramérica. Por eso el ranchero es también, una de las músicas de los Estados Unidos.

¿Nos debería de sorprender entonces que el mejor ranchero esté siendo cantado por la mexico-americana Lila Downs, y los chicanos de La Santa Cecilia? En absoluto. Es la evolución natural, el ranchero va más allá de México, más allá incluso del mariachi. Quizá algún día (aunque difícilmente), vaya más allá del castellano.

Si Estados Unidos es el tercer país hispanoparlante del mundo, luego de México y Colombia, tiene todo el derecho de cantar, amar y definir el futuro del ranchero al igual que México y cualquier otro. Si la gachupina Rocío Durcal llegó a ser la cantante más popular de mariachi, y si la pochita Linda Rodstand grabó el disco de ranchero más vendido en la historia del género, los mexicanos debemos de acostumbrarnos y de estar orgullosos: el futuro del ranchero será definido dentro y fuera de México, dentro y fuera del mariachi.

Lo digo abochornado y con vergüenza: hasta hoy no conocía a La Santa Cecilia. Me la topé en youtube escuchando a mi reina, Lila Downs, y en un día ya soy el fan más furioso de esta bella banda de rancheros chicano-angelinos capitaneados por la fantástica "Marisoul".

La intelectualidad adoptó el término de post-moderno de esa máquina de mercadotecnia ideológica que es Francia. Y a todo lo que no cabe en un molde definido ahora le decimos "post-moderno". La Santa Cecilia, no nada más es post-moderna: es post-rural, para no decir mega-urbana; es post-ranchera, para no decir pop-rock-folk y lo que quieran añadirle; es post-mexicana salvo por el hecho de que Los Ángeles, California y el sur de los Estados Unidos nunca han dejado de ser en su música, en su cultura y su idioma, en su alma y su infierno, tan mexicanos como la costarricense Chavela Vargas.

La Santa Cecilia es la feliz constatación de que el ranchero está más allá de los ranchos y la economía agrícola, allende el mariachi, más allá de México, más allá del siglo de oro de Lola Betrán, Vicente Fernández y Javier Solis. El ranchero tiene futuro porque no está contenido en la Plaza Garibaldi, ni en los programas de Televisa, ni en las cantinas de Guadalajara. Véanlos aquí cantar, con mi preciosa "Marisoul", este clásico del ranchero escrito por Cuco Sánchez: "Gritenme piedras del campo".



El ranchero es en sus inicios el alma de Mesoamérica, el lamento de Aridoamérica, pero se ha convertido en el género que mejor captura el alma de todos los que hablan español. Y quizá algún día pueda trascender, como ya trascendió las mallas untadas y los sombreros enormes del Mariachi, al idioma en que nació.

domingo, 6 de junio de 2021

Política Sanitaria, Política Monetaria, Política Tributaria

Uno de los retos más difíciles de la política económica es coordinar sus dos brazos tradicionales: la política monetaria y la política fiscal, pues en la mayoría de los países, ambas políticas son ejecutadas por actores distintos: el poder ejecutivo y el banco central. Pero en la pandemia a la política económica le salió un tercer brazo: la política sanitaria, la cual le ha marcado el paso a las otras dos desde marzo del 2020, y está determinando el perfil de riesgos en que ambas se mueven en este 2021 y seguramente lo hará hasta el 2022.

La política sanitaria acabó forzando a la política monetaria y a la fiscal (que en el título, por razones tonales, llamamos tributaria) a expandirse a niveles jamás vistos en el mundo, con el fin de evitar una implosión de los niveles de producción y empleo de los cuales habría sido muy difícil recuperarse.

La política sanitaria, al confinar a miles de millones de personas, forzó a los gobiernos a expandir las transferencias directas para que la población se quedara en casa, y a la política monetaria a detonar explosiones masivas de liquidez para dotar a los bancos y a las empresas del efectivo suficiente para que siguieran funcionando.

Y hoy, que la política sanitaria intenta acelerar la vacunación masiva, y busca inmunizar al mayor número de personas en el menor tiempo posible, para cortar la cadena de transmisión y comenzar a doblegar a la pandemia, la política monetaria y la tributaria, van detrás de ella como guardaespaldas, tratando de protegerla, pero también conscientes de que la urgencia por vacunar al mundo presenta un riesgo económico alto: que la inflación se dispare en el caso que la reapertura sea tan fuerte que presione los costos de materias primas, los laborales, y por tanto los precios de los bienes y servicios finales.

Lo importante aquí es que mientras que la política monetaria y la tributaria pueden programarse en el tiempo, la política sanitaria no tiene ese margen. La vacunación masiva no puede esperar, debe ser lo más acelerada y extendida posible, el mundo debe de alcanzar la inmunidad de rebaño lo antes posible para sí cortar la cadena de contagios y reducir la pandemia covid a reductos manejables que puedan ser controlables. Es una opción de vida o muerte, lo que significa que no hay opción. La vacunación no puede ni debe detenerse bajo ninguna consideración. Es más, debe acelerarse lo más posible.

Pero al acelerar la vacunación la economía se está reabriendo consecuentemente, y la demanda contenida tras catorce meses de confinamiento, está materializándose, apoyada por la elevada tasa de ahorro de los hogares que contuvieron su consumo durante la pandemia.

Dicha explosión de la demanda se combina con restricciones de oferta en múltiples sectores: los cereales afectados por la sequía; los chips afectados por el cierre de las fábricas hace un año, el petróleo y el gas que apenas están revirtiendo los recortes draconianos que tuvieron que implementar cuando en el 2020 el precio del barril tuvo un precio negativo; el cobre que súbitamente enfrenta una demanda incapaz de cubrir en el corto plazo; el procesamiento de carnes afectado por los contagios severos de covid en sus plantas durante la pandemia.

El desbalance entre la demanda contenida por casi dos años y que sale exultante a recuperar el tiempo perdido, y la oferta afectada por varias restricciones, está produciendo un alza significativa en los costos de los insumos, y de manera creciente, en los precios de los bienes y servicios finales, es decir, en la inflación.

Pero este proceso, que viene de la vacunación acelerada, no se puede modular ni contener, no se puede modular la política sanitaria para que no repunte la inflación. Las políticas tributaria y monetaria deberán de acomodar e ingeniárselas para calibrar los efectos de una política sanitaria urgida de vacunar masivamente.

La política tributaria, que deberá de pagar por el costo que significó apoyar con transferencias directas a cientos de millones de personas en diferentes países del mundo, está haciendo algo muy interesante: elevando la tasa impositiva de manera coordinada a los ingresos marginales más altos de las mayores empresas. Lo está haciendo de manera múltiple y simultánea, para que las empresas no se muden a paraísos fiscales. Será un balance triple difícil de lograr, pero no hay opción.

 

miércoles, 2 de junio de 2021

Elon Musk, El Greenspan De Las Criptomonedas

Los partidarios de las criptomonedas argumentan que dichos artificios son superiores al dinero común porque, a diferencia de éste, aquellas no pueden ser manipuladas por los banqueros centrales. Eso es un sofisma. Es decir, que el aserto sea correcto no significa que sea verdadero. Es correcto, los bancos centrales no pueden manipular a Bitcoin o a Dogecoin. Es mucho peor: las maneja como quiere un estrafalario multimillonario, que influye sobre ellas más de lo que un banquero central pesa sobre cualquier divisa. Si: Elon Musk es el Alan Greenspan de las criptomonedas.

Un grupo de programadores, utilizando una tecnología llamada blockchain, han desarrollado algoritmos que producen claves numéricas difícil (aparentemente imposible) de replicar y han puesto un límite al monto máximo de claves que pueden ser generadas. 

Dichos programadores han propuesto que esas claves numéricas, que comparten un par de características deseables del dinero: ser infalsificable, y que no pueda desvalorizarse por su generación indiscriminada, sean el dinero del futuro, que sean monedas electrónicas que cumplan la función que el los metales preciosos (o el cacao) llegaron a cumplir. Bitcoin y su séquito en realidad son la nostalgia por el inoperable patrón oro.

Junto con los fans de Bitcoin y su corte como una solución técnica para el encriptamiento de valor, existen fans que sinceramente creen que las criptomonedas son incorruptibles ante el poder de los bancos centrales.

Tales creyentes son muy cercanos a los “libertarios”, adherentes a la ideología anarquista conservadora que abjura del gobierno y el sector público y que propone llevar la libertad individual al máximo, llegando incluso a abominar del dinero emitido por un instituto central, pues dicen, los bancos centrales corrompen el valor de la moneda al emitirla de manera incontrolada, como ha ocurrido desde el año 2000 para contener las crisis que casi cada diez años, azotan a las economías desarrolladas.

De nuevo el sofisma: las premisas son correctas, pero la conclusión no lo es.

Correcto, los bancos centrales han emitido cantidades voluptuosas de dinero del 2000 a la fecha con el fin de evitar un colapso de las economías. Esto ocurrió en particular en las crisis de 2000, de 2008-2009, pero muy especialmente en la crisis pandémica de 2020. La premisa es correcta.

Pero los torrentes de dinero emitidos por los bancos centrales no han implicado, ni retroceso económico, ni pérdida de valor de los activos, ni una depreciación secular de las monedas. La intervención masiva de los bancos centrales no ha depreciado a las monedas (hasta ahora) como lo alertan desde hace dos décadas los adherentes al monetarismo, que se encuentran escondidos detrás de cada argumento de los fans de Bitcoin y similares.

Y sin embargo, aquellos argumentos que sostienen que Bitcoin, Dogecoin y similares, convienen y son una buena inversión, porque su valor no puede ser erosionado por las acciones de la abusiva y desquiciada política monetaria, son tomadas como válidos por la gran mayoría de los participantes del mercado.

Pero es absolutamente risible que si bien el valor de Bitcoin no fluctúa ante los capricos de los bancos centrales, si sea movido, como veleta al viento, y en particular por twitter y en particular, por los twits de un estrafalario multimillonario.

El 24 de marzo el accionista mayoritario de la automotriz Tesla, Elon Musk, twiteó que a partir de esa fecha sería posible adquirir autos fabricados por esa marca usando Bitcoin. Aunque ese día la criptomoneda líder cayó 3.9 por ciento, conforme la noticia se esparció la criptomoneda no dejó de ascender hasta llegar a un récord histórico.

El 12 de mayo Elon Musk se desdijo, y twiteó que Tesla ya no aceptaría más Bitcoin en pago de sus autos, debido al colosal consumo de energía y daño ecológico que causaba su generación. La criptomoneda se hizo pedazos los días siguientes. Semana y media después, Elon Musk twiteó que ya había hablado con algunos generadores (“mineros” les lleman) de Bitcoin, para que bajaran su consumo de energía y no dañaran tanto al planeta del cual el mismo Elon Musk quiere escapar y migrar a Marte. El precio de Bitcoin se disparó en consecuencia.

El caso de una hermana menor de Bitcoin, Dogecoin, es aún más patético. El 16 de abril de 2021 Elon Musk twiteó un meme. Si, un meme. En donde un vendaval con la efigie del perrito asociado Dogecoin, se abalanzaba sobre una ciudad representando al “sistema financiero global”. Ese día Dogecoin se disparó 99 por ciento. Si. En un solo día.

Elon Musk (que se llama a si mismo “the Dogefather”, el “parrino”) lanzó tweets en favor de Dogecoin el 28 de abril y el 7 y el 11 de mayo. Todos los días la monedita se disparó. Y el día que se esperaba un tweet y no llegó, la monedita se colapsó.

Si existe. Es más, abundan. Es más, son la mayoría, los participantes del mercado que creen, o quieren hacer creer que las criptomonedas son superiores al dinero que conocemos porque no pueden ser manipuladas por los bancos centrales.

¿Qué responden tales inversionistas ante el hecho que dichas claves numéricas con pretensiones de moneda son manipuladas a su antojo por un estrafalario millonario mediante tweets y memes? ¿En qué momento los economistas que creen el sofisma pasaron de analizar la tasa de interés y los agregados monetarios, a tratar de predecir los caprichosos tweets de Elon Musk, que probablemente esté manipulando a la muchedumbre para hacerse más rico de lo que ya es? 

Entendámoslo bien: Bitcoin y sus amigos son una fantástica inversión especulativa. Se han hecho fortunas instantáneas y formidables en muy poco tiempo. Quien no invierta en esas moneditas debido a la repulsión que puedan sentir se ha perdido la fiesta más divertida de Wall Street de la última década. Esas moneditas son una inversión burbujeante y suculenta. Pero eso no quiere decir que sean un sustituto del dinero, y que sustituir la manipulación de los bancos centrales por tweets caprichosos de un millonario estrafalario, sea una virtud.