miércoles, 29 de julio de 2020

PIB 2020: Lo Peor Ya Pasó, Pero Los Datos Son Malos

El lunes pasado el INEGI publicó las cifras de comercio exterior mexicanas para el mes de junio, las cuales mostraron un superávit mensual récord de 5,547 millones de pesos, ante un repunte extraordinario en la comparación mensual, de las exportaciones, y un repunte menor de las importaciones. Los titulares de los medios sin embargo, no capturaron lo más valioso de la información: la evidencia de que lo peor de la actual recesión económica ya ha pasado, y que los datos de junio en adelante no serán tan fatídicos como los de abril-mayo.
Lo anterior no significa del todo que la recuperación económica ha puesto pie. Las cifras de abril-mayo, las peores de la historia económica moderna, estuvieron condicionadas por el impacto de la cuarentena en general, y en particular por la clausura casi total en esos meses, de la industria más importante del país: la automotriz, cuyo cierre afectó tremendamente los datos de comercio exterior, de la actividad industrial, y del PIB, hundiéndolos en el peor barranco de la historia moderna.
En junio las armadoras de auto regresaron y reabrieron sus plantas y los embarques al exterior se reanudaron. La reactivación de la industria automotriz mexicana se encuentra detrás del tremendo salto de 77 por ciento de las exportaciones no-petroleras de junio respecto de mayo. Pero si comparamos junio 2020 vs junio 2019, la imagen muestra una economía aún recesiva, con las exportaciones tropezando 12.8 por ciento, con una baja de 11.6 por ciento de las no-petroleras, y de 35.6 por ciento entre las petroleras.
De corto plazo entonces, la retomada de la actividad económica, así sea parcial, ha mejorado los datos en múltiples industrias y sectores de la economía nacional, aunque la actividad sigue severamente deprimida respecto del nivel alcanzado el año pasado. En síntesis: la economía por el momento ha tocado fondo, y las caídas mensuales a partir de junio, serán menos pronunciadas, pero 
En particular, mientras que en abril y mayo las caídas del Índice Global de la Actividad Económica (IGAE), fueron cercanas a -20 y -22 por ciento, las cifras de junio de comercio exterior sugieren una caída menos violenta, cercana al -11.7 por ciento en el mes de junio respecto del mismo mes del año anterior. De nuevo, una caída de menos de la mitad del récord histórico de mayo, pero un derrumbe dramático de la actividad económica.
Si nuestras estimaciones son correctas, entonces es posible que el dato del PIB del segundo trimestre para México, el cual se publica justo esta mañana de viernes, sea de -18.03 por ciento en su comparación año/año, la peor tasa para la economía mexicana en la historia moderna, lo cual mostrará el efecto implosivo que la cuarentena simultánea en México, y en nuestro principal socio comercial, los Estados Unidos, tuvo sobre la economía local.
La caída de la economía fue extremadamente violenta. Brutal e inusitada. Pero si no tenemos una nueva cuarentena generalizada en México y Estados Unidos, es probable que el segundo trimestre sea el peor del año. Es probable que dicho trimestre sea el peor en la historia económica moderna del país, y que los datos que veamos en adelante comiencen a mejorar gradualmente.
Es triste que una tasa estimada de -11.7 por ciento para junio nos consuele. Es una cifra terrible, pero no es algo menor que la caída se esté desacelerando. Aunque siga siendo caída.
Si nuestra estimación es correcta, y cuando usted esté leyendo estas líneas el INEGI ya haya publicado el dato preliminar para el segundo trimestre, es probable que el mercado y los economistas estén recalculando sus estimaciones para el cierre del año. Originalmente habíamos publicado en estas páginas una caída del PIB mexicano para el 2020 de -9.5 por ciento, pero al menos que la recuperación sea más fuerte de lo que por el momento parece, probablemente la recesión acabe marcando una caída cercana al 11 por ciento para todo este fatídico 2020.

domingo, 26 de julio de 2020

Geopolítica Pandémica Estratégica

Las esdrújulas, ese lujo del castellano, nos dan un buen título para reflexionar: ¿qué oportunidades tienen México y su economía ante la disrupción violenta en muchos órdenes que significa esta pandemia? La cuarentena global nos ha hecho percatarnos que economía es geografía, que la política es geografía, que la seguridad nacional es geografía. Que el control del territorio, junto con el desarrollo de la ciencia básica, son ultimadamente la base de la economía, la política y la supervivencia de un país.
¿Por qué Estados Unidos no pudo, desde el inicio de la pandemia, lanzar una campaña de pruebas masiva entre su población? Porque los reactivos, los hisopos, y los equipos necesarios para hacerlo, se fabrican en China. ¿Por qué Europa tuvo tantas víctimas en los primeros meses de la pandemia y demoró tanto en controlar la mortandad? Porque los respiradores y equipo médico, incluso las mascarillas y cubrebocas, se fabrican en China. 
Si el balance industrial no cambia, una vez que se tenga la vacuna o el remedio ¿cuál es el único país que tiene la capacidad instalada suficiente para producir de manera industrial, y en una escala suficiente, las miles de millones de dosis que se necesitarán para inmunizar a la mayoría de la población mundial? China.
En más de un sentido, la economía china es una invención estadounidense. Al perder competitividad, y al buscar abaratar costos para aumentar sus ganancias, las empresas estadounidenses se instalaron en China para globalizar su producción y su mercado. Las generaciones jóvenes saben que casi todo lo que usan de manera cotidiana tiene la etiqueta “Made in China”. El coloso rojo se convirtió en la fábrica del mundo, que produce desde juguetes de peluche, hasta muebles, ropa, enseres domésticos…y aparatos médicos, científicos, y medicinas.
Al enclaustrarse el mundo debido a la pandemia, los Estados Unidos se dieron cuenta de manera dramática, cómo su dependencia de la manufactura China era su principal debilidad estratégica. La lógica de Trump voló por los aires: ¿cómo vas a ganar una guerra comercial en contra del país del cual dependes para tener las pruebas serológicas, el equipo médico, para combatir la pandemia? ¿Cómo vas a la guerra contra el país que cuanta con las fábricas suficientes para producir las vacunas suficientes para curar a tu población, la más infectada del mundo por el covid-19? 
Los Estados Unidos está en las manos del rival que pretende combatir. No hay forma de que dicha estrategia pueda ganar. El principal inversionista extranjero en bonos estadounidenses es China, y ese país tiene la llave para que la emergencia sanitaria estadounidense tenga éxito y rescaten a su población de las garras del virus que está haciendo estragos entre los ciudadanos de nuestro vecino.
Pero la geopolítica pandémica muestra que la economía de Estados Unidos tiene una vacuna estratégica contra ese flanco débil que es su dependencia de China: México.
México posee una ventaja geográfica sobre China. La vecindad le confiere una ventaja geopolítica estratégica: la cadena de suministro de la economía estadounidense está, literalmente, cruzando la calle, y no con un océano y un régimen político de distancia.
Los costos laborales; una regulación ambiental y de competencia uniformada por el T-MEC; un entorno lingüístico común, en donde el español y el inglés son linguas francas en ambos lados de la frontera; y reglas de propiedad intelectual y transferencia de tecnologías, son ingredientes que México puede ofrecer para convertirse muy rápidamente en lo que China ya no puede ser para los Estados Unidos, un aliado económico estratégico.
China ha alcanzado una talla en lo que respecta a su economía, su influencia financiera y cultural y su poderío militar tales, que los Estados Unidos no pueden aceptar que su cadena de suministros en múltiples industrias que le son vitales, dependa de quien es y será crecientemente, su rival en asuntos geopolíticos. México es la pieza que embona dentro de la estrategia de largo plazo de los Estados Unidos.
Se necesita potenciar por un factor de cinco, quizá diez veces, la infraestructura del país, sobre todo en el norte. Se necesita un mercado de capitales mucho más profundo que el que tenemos para financiar las plantas, las bodegas, la logística, los puentes y carreteras, las viviendas y ciudades, los espacios públicos, la oferta de agua y alimentos, necesarios para estar a tono con esta oportunidad histórica que se presenta. Dependerá de nosotros.

domingo, 19 de julio de 2020

Los Mercados Y La Victoria De Los Microbios

En febrero, hace apenas cinco meses, discutíamos entusiasmados sobre las enormes e inimaginables perspectivas del desarrollo tecnológico que estaban ya al alcance de la mano: vivir más de un siglo, siendo capaces de vencer la vejez; robots dotados de inteligencia artificial que abolirían el trabajo; autos eléctricos; energías renovables y potencialmente infinitas. Henos aquí, de rodillas y humillados como especie ante un modesto virus que nos ha derrotado y recordado que la naturaleza es terca.
Los mercados han celebrado ese imperio de la ciencia y de la técnica. El rally de Wall Street de las últimas tres décadas está sin duda ligado a esta poderosísima revolución tecnológica iniciada en los ochenta del siglo pasado con la computadora personal y el microprocesador. Pero victo con los ojos de la pandemia, el mercado ha premiado a sectores que en nada contribuyen a protegernos de los microbios, y ha dejado sin financiamiento a la ciencia básica durante demasiado tiempo, mientras que el Estado, como lo dicta el neoliberalismo: se ha hecho a un lado, y el resultado es la derrota ante los microbios, como este Covid, ante el cual estamos inermes.
La historia de la civilización humana es el intento, primero, por protegerse de la naturaleza, y luego controlarla y dominarla. Siglos de desarrollo científico y técnico y sus aplicaciones nos han dado la ilusión de que podemos no solo dominarla, sino destruirla y acabar con ella. Pero la recurrencia frecuente de plagas de las últimas décadas: Vih, ébola, Ah1N1, y los SARS-Covid nos han mostrado que la naturaleza sigue allí, indómita, y que nuestros intentos por aprehenderla y devastarla han resultado en una ofensiva viral de la naturaleza contra la especie humana para recordarle que aún no es posible cantar victoria.
Cuando los canales de Suez y de Panamá fueron construidos, la fe de la civilización en sus capacidades para domar la naturaleza, hirvieron: nuestra mano podía separar continentes forjados a lo largo de millones de años por la tectónica terrestre. Cuando, como especie, conquistamos el espacio y llegamos a la luna y a Marte, nos convencimos de que no había nada que no pudiéramos hacer en nuestra meta de controlar y dominar la naturaleza.
El fin del misterio de cómo está conformado el universo, y la materia en el nivel atómico, desarrollados por la teoría de la relatividad y la física cuántica, nos dan la impresión de que, a pesar de la ausencia de una teoría unificada que ensamble estas dos teorías, existen pocas incógnitas que subsisten al entendimiento científico actual. Y sin embargo…
H.G. Wells, en su “La Guerra de los Mundos”, narra la invasión marciana a la tierra y cómo una civilización muy superior a la nuestra de inicios del siglo XX, acaba sucumbiendo a las infecciones de las bacterias terrestres, contra las cuales los marcianos no tenían una inmunidad natural.
La trama de Wells no falla: incluso una civilización superior tecnológicamente a la humana de inicios del siglo XX, como, por ejemplo, la nuestra un siglo después, tendrá un punto débil, mortal: la ausencia de inmunidad ante infecciones virales y bacterianas.
Como la economía se mueve por el sistema de precios, y no es controlada por un planeador central que decide a donde se avocan los recursos, la inversión del pletórico capital de estos años se ha canalizado al cultivo del ocio y el entretenimiento, antes que a la investigación básica que nos permita como especia, una mejor comprensión y protección contra los microbios.
Los mercados premian a Netflix y a Zoom, mas que a las farmacéuticas. Los grandes empresarios (salvo Bill Gates y algunos pocos más), invierten en Tik Tok, en Roku y Activision, en Amazon y Tesla, antes que invertir en investigación básica en microbiología y medicina para poder entender la estructura y evolución de los microbios, que como H.G. Wells nos lo advirtió muy bien en su parábola, vendrán por nosotros un día por muy avanzados que estemos tecnológicamente.
No nada más los inversionistas, seducidos por los espectaculares retornos de las últimas décadas, han vertido su capital en acciones que nos ayudan a subir nuestras ocurrencias a internet y divertirnos por horas, ignorando la investigación científica básica. Atraídos por los sueldos que pagan y el glamur que contiene, los estudiantes buscan especializarse en profesiones ligadas al entretenimiento, y no a la ciencia. 

sábado, 11 de julio de 2020

Y Cuando La Economía Reabrió, El Virus Seguía Allí

Usemos la flexibilidad del cuento mínimo de Augusto Monterroso para meditar sobre el riesgo enorme que corre la economía global, ejemplificada por los Estados Unidos, en intentar reabrir sin que la pandemia de covid haya sido controlada. Presionada por Trump y su coalición conservadora, la economía vecina tomó la decisión de abrir casi como si el virus no existiera. El resultado ha sido dramático: las infecciones se han disparado a máximos, y la economía corre el riesgo de enclaustrarse una vez más.
Alguien tan tonto como Trump quizá piense verdaderamente lo que ha dicho varias veces: que el virus desaparecerá milagrosamente, y que basta decidir reabrir la economía para que la pandemia desaparezca. Quizá el ignorante reflexione, con incredulidad, que no es posible que un invisible enemigo sea capaz de poner de rodillas a la mayor potencia económica y militar que la historia ha conocido. No es posible, quizá razonen los machos conservadores estadounidenses, que la economía más poderosa que la humanidad haya visto pueda ser detenida por la acción de un minúsculo patógeno. 
El fin de semana los Estados Unidos registraron más de setenta mil infecciones en un solo día, un récord mundial, encabezados por aquellos estados gobernados por los republicanos, que decidieron reabrir sus economías cuando aún la curva de contagios estaba muy elevada y el virus circulaba sin control. Desde Arizona a Florida, pasando por Texas en el sur, y las Carolinas, Georgia y Louisiana en el sureste, los casos se han disparado, y solo la ceguera pertinaz y machista de sus líderes republicanos han impedido un nuevo cierre de las economías, aunque muchos apuestan que es inminente, a pesar de la furia de Trump y su deseo de ignorar la realidad sanitaria de su país.
Quizá sea porque los machos fueron criados para no mostrar debilidad alguna, mucho menos ante los débiles. Quizá es porque los machos fuimos amenazados con burla y desdén si nos asustábamos ante un ratón, que es inconcebible acobardarnos ante un virus microscópico. Quizá por ello las mujeres, acostumbradas a no temer a mostrar debilidad y a cuidar la casa, la familia y al colectivo, que países como Estados Unidos y Brasil son el epicentro de la pandemia. Quizá por ello Alemania, Nueva Zelanda, y los países manejados por mujeres hayan resuelto mejor el problema hasta ahora.
El machismo, y el desprecio por la verdad científica ha llevado a muchas economías a reabrir cuando las condiciones sanitarias aún no eran propicias, y ahora el riesgo es doble, pues un cierre repetido de empresas si que sería un golpe contra las expectativas de una recuperación rápida que sería muy difícil de revertir en el corto plazo.
China, Taiwán, Japón, Corea del Sur y Vietnam, junto con Nueva Zelanda, Alemania, Noruega y Dinamarca, destacan por el control que han logrado sobre la pandemia. Las formas en que lo lograron varían, pero tienen algo en común: la aceptación de las medidas que los médicos requieren para intentar mitigar la pandemia y sus efectos en la población.
Ni los políticos, ni los economistas, parecen haber entendido del todo el problema. No se trata de mostrar debilidad. Tampoco de expandir el gasto y la liquidez: se trata de hacerle caso a los médicos, antes que nada. La política: ni la pura, ni la mediática, ni la fiscal, ni la monetaria, son sustitutos de la política sanitaria. Mientras la política sanitaria no sea exitosa ninguna de las otras denominaciones de la política serán efectivas.
De nada sirve implementar políticas contracíclicas para reactivar el empleo, si los empleados corren el riesgo de morir al infectarse en sus trabajos. De nada sirve hacer mítines políticos rumbo a las elecciones, si los votantes se infectarán en las reuniones masivas y no llegarán a votar a las casillas.
No hay sustituto a la política sanitaria. La pandemia es tal que todas las otras soluciones quedan del todo supeditadas al éxito o fracaso de las políticas de salubridad social y el acatamiento por parte de la gran mayoría de la población. Esto los Estados Unidos debió de haberlo aprendido por las buenas, pero decidió aprenderlo por las malas.