lunes, 19 de marzo de 2018

Poemas Para Beber En El Starbucks: Lírica Lépera Antes Del Viagra, Pavoroso Novo

Si ustedes pensaban que la poesía sirve sólo para decir cosas bonitas, están en una gran equivocación. Escribir poesía para el insulto y la imprecación es uno de sus usos más tradicionales. 

Catulo, el gran poeta latino era tan famoso por sus leperadas como por su lírica. Quevedo escribió sobre el alma enamorada allende la muerte, y versificó sobre culos y pedos, al tiempo que  se destrozaba con insultos rimados con su contemporáneo Góngora.

Al castellano se le da bien esto de insultar. Su consonancia y sonoridad lo convierten en una lengua hecha para la oración divina y la imprecación tabernaria.

En la tradición mexicana la lírica lépera no es abundante, pero tiene una cima pavorosa y viperina: Salvador Novo.

En un México de machos charros, de generales aún por las calles, de pleitos resueltos a balazos. En un México antes de Juan Gabriel, Salvador Novo fue abierto respecto de su homosexualidad y su jotería. Antes que el orgullo homosexual fuera una bandera, Salvador Novo llevaba su orgullo al extremo de la afrenta y el auto chiste.

Veneno puro (Octavio Paz decía que Novo no escribía con sangre, sino con caca), Novo escribió grandes poemas satíricos, léperos, pendencieros y desafiantes con una habilidad sorjuanezca. Sonetos a la altura del Siglo de Oro, rimas bestiales capaces de enterrar con un cuarteto el prestigio de la pobre víctima. Salvador Novo escribió los mas complejos y logrados vituperios de la poesía en castellano moderna.

Sus víctimas eran variopintas: Diego Rivera, sus rivales en el mundo de la dramaturgia de aquellos años, actrices y cantantes, amantes de ocasión y divas del momento. Nadie se le escapaba, y la fobia con la que escribía contra el pobre de Ermilo Abreu Gómez era tal, que el pobre dramaturgo yucateco es conocido hasta hoy por su condición de piñata de Novo , más que por sus logros literarios.

Pero Novo era justo: ni siquiera él escapaba a su ponzoña. Más aún: quizá de sus más logradas leperadas fueron las que enderezó contra si mismo. Vean si no la siguiente.

La disfunción eréctil hace presa de Salvador Novo, y éste le reclama a su órgano que sólo sirva para miccionar y ya no para la cópula. Resignado, Novo se dice a si mismo que aún le queda viva su lengua. Poema soez como pocos, ese soneto muestra la portentosa habilidad de Novo para versificar temas agrestes y la facilidad para burlarse de si mismo con el mismo ácido con el que quemaba a sus pobres víctimas.

Vean lo complejo del tema. Un poeta homosexual viviendo antes del Viagra que se lamenta a carcajadas de su incapacidad para amar como antes y cagándose de la risa, se resigna a su lengua. La forma en que resuelve el tema es para ponerse de pie, y aplaudirle.



Desde que el huevo se me hinchó derecho 
(transposición se llama esta figura) 
tanto disminuyó mi donosura, 
que paso rara vez del dicho al lecho. 

No vale darme ya golpes de pecho; 
pues esta menopáusica criatura, 
privada de vigor, sólo procura 
rendir al mingitorio su provecho. 

Resignación. Consistan mis jolgorios 
en disfrutar, porque los haya bien gua- 
recido, mis recursos supletorios. 

Ejerceré, mientras su fuerza mengua, 
la función que por méritos notorios 
me adscribe a la Academia de la Lengua.

sábado, 17 de marzo de 2018

El Miedo Comienza A Asomarse

La evolución reciente de los mercados financieros muestran una serie de hechos que vale la pena comentar pues dependiendo de la conjunción de los próximos eventos la marcha de las bolsas podría darnos sorpresas. Iniciemos con dos hechos aparentemente aislados: el precio de Bitcoin está más de 60 por ciento por debajo de su máximo, y por otro lado el S&P 500 (el índice líder) tras detener en febrero su impecable marcha ascendente, no ha podido igualar sus máximos. Parece que la efervescencia se ha detenido.
Los hechos antes referidos ¿son el inicio de una declinación de más largo plazo en los precios de los activos financieros? ¿o representan una pausa para que el rally reúna fuerzas y sigan escalando nuevas alturas en el futuro?
Quizá la clave a esta pregunta dependa de dos variables: las tasas de interés de largo plazo (la de los bonos de 30 y 10 años), y la trayectoria del índice de volatilidad (el VIX), y los múltiples instrumentos ligados al mismo.
Tras alcanzar un máximo preocupante la última semana de febrero, las tasas de largo plazo han retrocedido diez centésimas. Esta alza en los bonos viene de dos flancos: por un lado muchos fondos comenzaron a comprar al llegar las tasas a los máximos de febrero; y por otra los datos de precios y costos más recientes han sido sorprendentemente benignos, ahuyentando el miedo de que la inflación estaría por caernos encima tras más de dos décadas de ausencia en las economías desarrolladas.
Al bajar las tasas y suavizarse los temores de que éstas se disparen en el corto plazo, los índices de volatilidad han cedido tras dispararse en febrero por encima de 37, cerraron la semana pasada en 15.80.
Pero hay signos de cuidado. El Vix si bien ha bajado más de la mitad (casi en la misma proporción que la Bitcoin), aún se encuentra más de 50% por encima de donde se operaba antes de dispararse. En los inicios de enero el Vix cotizaba en 9.52, por ejemplo. Si la volatilidad que permea al mercado cotiza más de 50% por encima de donde se encontraba cuando todo era dicha y felicidad y los mercados espumeaban sin cesar tras la victoria de Donal Trump, quizá algo se esté cocinando en las entrañas de los mercados sin que nos demos cuenta.
En la última semana el Vix subió 7.92%, mientras que el S&P 500 cedió 1.24% y la Bitcoin se derrumbó 16.5%. Pareciera que la exuberancia se ha frenado y la percepción del riesgo se han incrementado en las últimas semanas. El renovado tropiezo de los mercados no camina solo, su compañero, el miedo, parece caminar junto a él.
No es raro que los mercados comiencen a asustarse mientras la economía pinta bien. Estadísticamente la relación entre recesiones y los índices es peculiar. Los mercados suelen topar poco antes que el ciclo económico llega a su fin. Cuando la economía sigue de fiesta los mercados suelen comenzar a caer. Y al revés: cuando la economía está en picada aún, los mercados anticipan la recuperación disparándose meses antes de la sima del ciclo.
Y el optimismo está por todas partes: el ciclo económico global está sincronizado, los Estados Unidos agregan empleos a tasas muy sólidas sin presiones de costos, la confianza del consumidor y las empresas rebosan. Todos los indicadores clave se portan bien y avanzan.
Hay una nube sin embargo en el límpido firmamento de la economía. La Fed necesita regresar las tasas de interés a un nivel normal, tras una década de heterodoxia y de inyección extrema de liquidez. Necesita subir sus tasas y también dejar de comprar toneladas en los mercados para reducir su hoja de balance, lo que se conjuga además con la inevitabilidad de financiar los déficits que acumulará el recorte de impuestos de Trump.
Pero el miedo, casi ausente en los últimos nueve años desde que el pánico tirara los mercados en 2008-2009, se está volviendo a asomar. Quizá sea porque la Fed no tiene opción mas que subir las tasas en los próximos meses; quizá sea porque el rally ya es muy viejo y las valuaciones son difíciles de justificar; quizá sea porque las exuberancias de la Bitcoin se han pinchado. Veamos si el miedo que se asoma se convierte en pánico, o si regresa a su madriguera y resulta ser mera precaución.


domingo, 11 de marzo de 2018

Oscuro y Duro Es El Futuro

En la legendaria película “Bladerunner” de Ridley Scott, estrenada en 1982, Harrison Ford encarna a un policía de un futuro distante, Rick Deckard, encargado de cazar a un grupo de autómatas humanoides en un mundo sobrecargado por la tecnología. Deckard se enamora de una autómata, Rachel, y en una escena memorable el policía baja de su auto volador y busca una caseta telefónica para llamarle a su robot enamorada por una línea fija-
En 1982 la especie humana pudo imaginar robots idénticos a humanos, autos voladores, computadores omnipotentes, ciudades delirantes.…pero no pudo imaginar el teléfono móvil, el cual se encontraba casi a la vuelta de la esquina, a una década de distancia.
Solemos cometer dos tipos de errores cuando imaginamos el futuro: imaginamos cosas que no se cumplen, como los autos voladores de “Los Supersónicos” o “Volver al Futuro”; o no imaginamos las cosas que si ocurrieron, como el teléfono celular, internet y las redes sociales, las cuales no fueron previstas ni por Bladerunner, ni por “Volver al futuro”. Ni siquiera por “Starwars”.
De los dos errores el segundo es el más importante, Nuestra incapacidad para predecir lo que no existe es lo que mueve el mundo. Como conocemos los autos, podemos imaginar coches voladores; como conocemos los tenis podemos imaginar un par que se aten solos. Como los de Marty Mcfly. Pero nada en 1982 pudo hacernos imaginar a Facebook, a Amazon, a Apple, a Google y a Netflix, las cinco empresas más grandes del mundo por valor de mercado.
Nuestra única herramienta para conocer el futuro es el pasado. Los economistas inventamos la econometría y usamos las series de tiempo para intentar proyectar la tendencia y así pronosticar lo que va a pasar. Es nuestro único consuelo. El pasado es lo único que disponemos y es nuestro humilde herramienta para adivinar el futuro: ¿cómo será el auto en el futuro? ¿cómo conduciremos en el futuro? Es lo que podemos especular.
¿Pero que tal si en el futuro no hay autos y no conducimos y nos transportaremos por sendas del espacio tiempo sin esfuerzo? ¿Cómo sabremos qué pasará con nuestros cuerpos y esperanza de vida si nos fusionamos con los autómatas y no somos dos entes separados como lo imaginó Bladerunner?
El futuro es un barranco que desaparece cuando nos lanzamos hacia él. El presente es el borde perpetuo de ese barranco y es también el paso que damos al vacío. Machado lo vio perfecto ”se hace camino al andar”. El camino no existe, lo hacemos andando, y eso significa que no es posible conocer el futuro. Está a nuestro lado pero al acercarnos se mueve siempre lejos de nosotros.
Los europeos no pudieron predecir a un nuevo continente, y los indígenas americanos no pudieron prever nunca la invasión europea. El choque de esos dos mundos, la aniquilación de las civilizaciones originarias y el mestizaje posterior son hasta ahora la mayor disrupción civilizatoria de nuestra especie.
Nuestra incapacidad para conocer el futuro del cual no tenemos datos en el pasado es extremadamente importante en materia financiera. Nada en "Bladerunner" o "Volver al Futuro" sugieren mundos con redes sociales y teléfonos móviles. Se adivinan computadoras super poderosas y objetos voladores, quizá fabricados por las ya conocidas IBM y Boeing.
Pero Marty Mcfly no pudo hablar por iPhone, ni charlar por Facebook, ni guiarse con Google Maps, ni buscar videos con Netflix. Peor aún: nada en las películas de ciencia ficción sugiere un coloso que mueve todas las mercancías del mundo de un punto a otro. Ninguna señala la inminencia de Amazon, una de las empresas definitorias de la economía actual.
Marty Mcfly hace su primer viaje al futuro en 1985, y si vemos cuál acción fue la mejor en el período de treinta años posteriores al estreno de “Volver al Futuro”, la respuesta es simpática: Nike. Nike fue la mejor acción del índice S&P 500 de 1985 a 2015. Pero hay un problema: ni Facebook, ni Apple, ni Neflix ni Google, ni Amazon existían en 1985, y son las mayores empresas del mundo hoy.
Al tratar de adivinar el futuro pudimos ver qué pasaría con los tenis, pero perdimos de vista las empresas más grande del mundo. De ese tamaño suele ser nuestro error cuando pronosticamos el futuro.


sábado, 3 de marzo de 2018

El Populismo Del Norte Y El Populismo Del Sur

Un presidente baja los impuestos y aumenta el gasto incrementando el déficit de manera irresponsable; pregona que para solventar el problema anterior elevará la deuda pública; al mismo tiempo sube aranceles arriesgando un repunte inflacionario, y afrentoso vocifera una guerra contra sus socios comerciales; repudia los tratados comerciales que permiten el libre flujo de bienes, servicios y capitales; y promete cerrar las fronteras para proteger la industria local. Si ese presidente viviera al sur del Río Bravo se le llamaría populista. Pero como vive al norte la prensa especializada le llama a su agenda “pro-business”.
Si ese presidente viviera al sur del Río Bravo o en África, o en el sureste asiático, la moneda de ese país estaría hecha pedazos, mientras que durante el breve reinado de su alteza loquísima, Donald Trump, el dólar se ha fortalecido, debido a una razón muy sencilla: las tasas de largo plazo de los bonos estadounidenses han trepado debido a los mayores riesgos de inflación y a la perspectiva de un déficit mayor.
Los economistas clásicos conocieron muy bien este truco de los príncipes: el señoreaje. Como los señores emitían la moneda, al tenerla en sus manos le raspaban un poco del oro acuñado y de moneda en moneda juntaban para acuñar una nueva, convirtiendo su poder en la capacidad de crear dinero de la nada, solo por el hecho de ser el dueño de la moneda de uso corriente.
Donald Trump ha aprovechado descaradamente el señoreaje que implica que el dólar sea la moneda de reserva global y la más usada como medio de pago. No importa qué barbaridad diga, no importa qué afrenta económica o fiscal cometa, el resto del mundo querrá seguir conservando dólares (mientras no haya una alternativa mejor), y podrá salirse con la suya de manera temporal, salvo por un detalle: el mercado de bonos no le dará licencia.
Si bien el dólar podrá resistir la avalancha de barbaridades de Trump debido a su calidad de medio de cambio global; la inversión en bonos no será inmune. Warren Buffet tiene absoluta razón: en este momento las acciones de empresas de primera línea son un activo más seguro que los bonos emitidos por el gobierno de Trump.
Si usted compra bonos de Trump corre un gran riesgo: que los mayores déficits, los aranceles, y el sobrecalentamiento de una economía en sólida expansión que está comandando el neoyorquino sean erosionados por el despertar de la inflación, la cual se ha mantenido dormida los últimos treinta años. Dicha probabilidad, en una horizonte de diez o treinta años es muy alta. Si usted compra esos bonos de Trump a los actuales, altísimos precios, y los guarda para su retiro o la herencia de sus hijos o para su pensión, probablemente su patrimonio acabe echo pomada cortesía del irresponsable de la Casa Blanca.
A los mercados, especialmente a los de bonos, les gusta el libre comercio: alienta la competencia y eso mejora los productos y baja los precios. Trump desafía al libre comercio, repudia tratados y declara guerras comerciales, empezando con un producto icónico: el acero, extremadamente sensible a aranceles y subsidios. Cierto, los acereros chinos han inundado el mundo con productos subsidiados, con tal de darle salida a la producción proveniente de su exceso de inversión, pero los aranceles anunciados afectarán sobre todo a Europa, Canadá y Latinoamérica debido a su estructura de costos, y los chinos serán los últimos en sentir el golpe arancelario.
Europa respondió a los aranceles siderúrgicos de Trump prometiendo responder con la misma moneda, y su alteza loquísima disparó en twitter amenazando con poner aranceles a los autos europeos tan codiciados por los estadounidenses, incapaces de hacer máquinas tan perfectas como las alemanas. Si Trump cumple e impone aranceles a ese sector el resultado serán autos más caros y peores opciones para los consumidores del mayor mercado del mundo.

El inculto de Trump, irracional hasta al absurdo, está poniendo en riesgo un inusitado capítulo de crecimiento sincronizado global: todo está saliendo bien, casi todas las economías del planeta están creciendo de manera armónica y balanceada, basadas en el libre comercio y la integración económica. Pero su alteza loquísima, tratando de probar que nadie le es superior, blande su cetro enloquecido sobre el equilibrio económico del mundo, y puede interrumpir de manera inesperada y ridícula, uno de los períodos más balanceados de crecimiento de la historia reciente.