domingo, 29 de julio de 2018

El Antídoto Portugués

En la desembocadura del río que en España se llama Duero, y en Portugal se llama “el río de oro” (Douro), se yergue una vieja ciudad: Oporto. Con altas fachadas desechas, palacios que fueron opulentos y hoy son ruinosos. Con plazas erigidas en nombre de un imperio que hoy es un vago recuerdo apenas adivinado en sus ancianos almacenes, este antiguo emporio portugués tiene la clave para voltear la marea que amenaza la economía global: el mundo es una economía integrada, y a todos nos toca competir en lo que mejor sabemos hacer.
Oporto y Lisboa, hoy ciudades que parecen no estar cómodas en el siglo que corre, son el antídoto que la economía global necesita para remediar las dolencias del proteccionismo y las guerras comerciales. Tras la conquista de Ceuta por Enrique el Navegante en 1415, los portugueses hicieron un cálculo muy peculiar: sopesaron los costos y los beneficios de emprender conquistas militares directas, y descartaron continuar privilegiando la conquista armada, optando por la estrategia de sobre todo tender una red comercial mundial que los llevó a ser los primeros globalizadores de la historia.
Michael Page sostiene por ejemplo (y parece que es correcto), que la palabra japonesa para decir “Gracias”, “Arigato”, es una aliteración de la frase portuguesa correspondiente: “obrigado”. Una muestra apenas de la influencia que los portugueses tuvieron sobre Japón y el lejano oriente en sus empresas comerciales.
Una nación pequeña, Portugal levantó mucho más que su propio peso en la historia del mundo. Más allá de su imperio colonial en Brasil, Mozambique y Angola, más allá del desastroso siglo XIX que sufrió y del cual quizá aún no se recupera, la influencia portuguesa en la historia del mundo es desmesurada. Una nación que hoy incluso apenas tiene 10 millones de habitantes rompió el dominio milenario de China y los árabes en el comercio continental al doblar el Cabo de la Buena Esperanza en África; incorporó a la India, el sureste asiático, a China y a Japón al comercio mundial; y llevó a que su lengua fuera la más hablada en el hemisferio sur del planeta. 
Arrinconados por la historia y la geografía en el suroeste de Europa, los portugueses no tuvieron otro remedio mas que brincar al mar y aventurarse. Sus navegantes, desde Vasco da Gama a Fernando de Magallanes, abrieron el mundo al comercio (doblando África, el primero, y América, el segundo) y sentaron los cimientos de eso que hoy llamamos la globalización. Esos navegantes portugueses, sin renunciar al uso de los cañones y la crueldad colonial, privilegiaron el comercio, la disuasión, la diplomacia y las factorías como el medio para expandir mercados y extender su influencia. 
Más de cinco siglos después esos trucos portugueses son justo lo que la economía moderna, sitiada por la comprensible rabia de los nacionalismos, necesita ahora: profundizar el comercio y la negociación para detener el costoso proteccionismo que los Estados Unidos abanderan para tratar de ganar todas las batallas a costa del resto del mundo.
La historia muestra algo curioso: cómo pequeños eventos en el pasado acaban teniendo una enorme influencia en el futuro. Los navegantes y comerciantes portugueses, pequeños en número y en recursos, terminaron teniendo una influencia en el mundo actual mucho mayor a la de naciones que les multiplican en habitantes y poder económico. Apostando por el comercio y las comunicaciones entre diversas culturas, acabaron levantando varias veces su peso en la historia económica global.
La ironía y el peso de las cosas hicieron que al colapsar su imperio y su extensa red de factorías, incapaz de rivalizar con las potencias tecnológicas ascendentes, Portugal se quedara rezagada respecto de las nuevas potencias, y hasta hoy batalla por encontrar su lugar en un mundo, el cual es mucho más complicado e incierto que el brumoso mar que ellos como nadie supieron navegar en el pasado.
Pero la gran lección portuguesa sigue en pie: buscar puentes por el mundo, abrir y abrirse al comercio, buscar las rutas de transporte más eficientes, basar la influencia global más en el talento que en la fuerza, mostrar que el inmenso océano que todos los antiguos temieron no era un obstáculo sino el puente para abrir el mundo a la integración de todos en un mercado común que lleva más de quinientos años formándose, y que a pesar de los intentos fútiles de la comprensible resaca proteccionista, seguirá profundizándose en el futuro.

domingo, 22 de julio de 2018

La Guerra Loca De Trump Contra El Mundo

Quizá nos lo merecemos. Quizá Donald Trump es el costo que el orden liberal tiene que pagar por ser complaciente con sus excesos: el llevar la desigualdad en los ingresos y la riqueza a niveles no vistos en un siglo ha producido una reacción desde la izquierda y la derecha en casi todos los países, y en particular en Estados Unidos la derecha fue muy hábil para convencer a una minoría de la población, pero mayoría electoral, que la fuente de esa desigualdad era el comercio y no la desproporcionada estructura impositiva, la cual incluso fue cambiada para ahondar tal desigualdad.
Quizá nos lo merecemos. Ese feudal esquema electoral estadounidense que le permitió a Trump ganar la presidencia a pesar de perder el voto popular por casi tres millones de votos, le ha permitido socavar la democracia e imponer una agenda radicalmente conservadoras en muchos órdenes, el más importante de ellos siendo la intentona de dinamitar las instituciones democráticas estadounidenses y la estructura multilateral comercial, militar y financiera levantada por los propios Estados Unidos tras la segunda guerra.
Quizá nos lo merecemos. La enloquecida elección de un aspirante a dictador ha hecho que Trump socave a sus aliados provenientes de democracias y admire, alabe y justifique a los líderes provenientes de tradiciones no democráticas: en Arabia, en Rusia, en Corea del Norte, Trump sueña con que la democracia no exista y poder hacer lo que está acostumbrado a hacer desde que era un bebé: su endemoniada voluntad.
Lo que no nos merecemos es que ese suspirante a dictador, envidioso de tiranos, y fanático de caciques, vaya incluso en contra de los basamento del crecimiento económico moderno. Ni a los líderes fuertes que Trump admira se les ocurriría atentar contra las fuentes del crecimiento: la innovación, el libre comercio, y la política monetaria independiente.
Trump ha ido contra todo: es un vocal enemigo y vociferante envidioso de la empresa que quizá como ninguna, define la automatización, la hipereficiencia del comercio y el abaratamiento de los costos globales: Amazon; ha desatada guerras comerciales contra sus principales socios comerciales y aliados: la Unión Europea, Canadá y México, China y Japón, poniendo a la economía global en el borde de una escalada arancelaria en donde lo único que resultará será estancamiento y mayores precios; y el colmo fue la semana pasada, cuando el vociferante arremetió ahora contra la Reserva Federal, cuya independencia ha sido sacrosanta para todos los presidentes de EEUU desde su creación.
No nos engañemos. Del hecho de que el Presidente de los Estados Unidos ataque a las tres fuentes principales del crecimiento económico no puede salir nada bueno. La innovación, el libre comercio, y la política monetaria independiente, todos ellos aspectos en donde los Estados Unidos son líderes globales, están siendo conculcados por Trump, el delirante está intentando dominarlos, en su narcisista y fútil afán de ser el rey del mundo. 
No podrá dominarlos por supuesto. Las fuerzas de la innovación, el comercio y las instituciones monetarias pueden más que cualquier político, por más poderoso que éste sea, y las únicas ocasiones que han reculado fue debido a guerras vastas o desastres.
Pero en lo que Trump se da cuenta que el mundo no es la empresa que le heredó su padre y en dónde siempre ha reinado sin empacho, y que no podrá dominarlo, puede hacernos a todos un daño severo. 
Hasta hoy los mercados no nada más han ignorado, sino que parecen celebrar cada andanada de malas noticias provenientes del habitante de la Casa Blanca. Eso me preocupa: también en 1999, en 2007-2008, cada mala noticia era celebrada en los mercados por nuevos máximos históricos en las bolsas…hasta que un día ya no. 
Trump osó criticar en público el accionar de la Fed la semana pasada. Eso no lo había hecho nadie. George Bush el Viejo fue notorio por presionar al jefe de la Fed para que no subiera tasas, pero todo fue tras bambalinas y en una negociación franca. Que Trump (al cual quizá nos merecemos), ande por Twitter disparando contra la Fed: eso no nos lo merecemos.

sábado, 14 de julio de 2018

El Patio De Mi Casa Es Particular (¿Y Qué Hacemos?)

En esta era de extrema desigualdad en la concentración del ingreso y la riqueza las ciudades ofrecen un paliativo importante para dicha disparidad: el espacio público. Un parque público es de uso no exclusivo, y la utilidad que derivamos de su consumo puede ser muy alta en términos de calidad de vida y el uso del tiempo libre de los ciudadanos. Lo anterior es solo un ejemplo de la importancia creciente (e ignorada) que para la economía tiene el espacio urbano y lo difícil que es su planeación y tratamiento.
Pongamos otro ejemplo: usted compra un predio de mil metros cuadrados en medio del desierto de Sonora y compra otro de la misma superficie en el corredor Reforma en la Ciudad de México. Suponiendo que no hay petróleo, gas o minerales bajo el subsuelo: ¿porqué la misma superficie es más valiosa en la Ciudad de México que en medio del desierto sonorense? Claramente el valor no es por lo que hay debajo, sino por lo que puede haber encima. 
Las urbes han dado valor a algo que en principio no lo tiene: el aire encima del suelo. 
Es un asunto de economías de escala y de aglomeración. El espacio urbano permite al poseedor de un predio cercanía con la infraestructura, las oportunidades y el acceso al capital y el trabajo concentrado en las ciudades. Cada piso encima del suelo urbano tiene una productividad incremental: el costo de añadir un piso es desproporcionadamente menor al beneficio económico de construirlo. La productividad económica del espacio urbano es gigantesca, difícil de medir y capturarla, y las ciudades no saben bien cómo transformar ese potencial resultante del espacio urbano en ingresos fiscales.
Para un inversionista privado el costo de añadir un piso a un edificio en un buen predio urbano es marginal, pero para el gobierno no lo es. Cada piso añadido implica mayor inversión en servicios e infraestructura urbana. Esos son los costos directos. Pero existen costos asociados: los efectos del mayor tráfico o la necesidad de mayor transporte público, la mayor demanda de seguridad y espacio público para todos.
La identidad cultural y musical mexicana está ligada a un mundo rural: el ranchero y nuestras tradiciones. Pero en un momento de la década del ochenta México se convirtió en un país mayoritariamente urbano y desde el punto de vista de economía pública creo que no hemos sabido bien a bien qué hacer con ese suelo creado del espacio urbano.
En Sao Paulo, Brasil,  y otras ciudades han adoptado soluciones muy inteligentes al problema, partiendo de un postulado fundamental: el espacio urbano es público. No puede pertenecer de origen a un privado, pues lo que le da valor a dicho espacio es la aglomeración de infraestructura y las oportunidades (el mercado de consumidores, los trabajadores calificados, el capital humano) posibles sólo en las ciudades modernas. 
La superficie en medio del desierto y el espacio encima de él no tiene valor como lo tiene la misma superficie en las ciudades justo por estar en una comunidad viva y dinámica, y nadie puede apropiarse de origen de ese intangible. Lo correcto es que sean las comunidades, a través de los gobiernos, quienes se atribuyan el acceso a dicho potencial demandando las contribuciones correspondientes a la explotación y uso del espacio urbano.
La discusión anterior engarza con el tema inicial de este artículo: el espacio público. En las urbes modernas, la forma más eficiente de acomodar a la población es en grandes edificios verticales. La imagen idílica de la familia rural mexicana (“un portal allá en el frente/en el jardín una fuente”) es económicamente ineficiente. La superficie debe ser usada para acomodar la máxima población posible para ocupar la menor superficie posible para la urbanización y el mayor espacio posible para el espacio publico y las áreas verdes. Una casa unifamiliar con un patio exclusivo es un uso ineficiente del espacio urbano. Vivienda en edificios altos que minimicen el uso de energía y agua y optimicen la superficie son la mejor solución urbana. 
¿Y el patio de mi casa? Para eso debemos de multiplicar los espacios públicos. Un espacio público de alta calidad es un remedio (así sea parcial) para la desigual distribución de la riqueza: todos pueden accederlo sin importar el decil al que pertenezcan, y elevar así su calidad de vida. En las nuevas ciudades, el patio de mi casa no es particular.

domingo, 8 de julio de 2018

Poemas Para Beber En El Starbucks: e.e. cummings Y Las Manos De La Seducción

Un financiero de edad madura, súbitamente enamorado de su bellísima cuñada, propicia un encuentro apresurado con ella y acaban yendo a una librería de Manhattan. Al despedirse él busca regalarle algo, y encuentra venturosamente un libro.

-"Lee el poema de la página 112", le dice.

Y se despiden.

Mas tarde en su departamento, la mujer pasmada, lee el poema, cuyo último verso es el siguiente:

"Nadie, ni la lluvia, tiene las manos tan pequeñas"

La historia anterior es una escena de una de los más grandes plagios de Woody Allen: "Hanna y Sus Hermanas", el homenaje a la obra maestra de su maestro Ingmar Bergman: "Fanny y Alexander".

En esta sección hemos dicho que la poesía sirve para muchas cosas, no nada más para decir cosas bonitas. Insistimos. Pero también sirve para eso: para decir cosas bonitas. Y desde un momento indefinido en la edad media la poesía encontró un propósito fundamental: seducir.

e.e. cummings (así en minúsculas, como a él le gustaba), fue un fecundo escritor norteamericano, adherido al modernismo concebido por su paisano Ezra Pound, y por tanto adherente al verso libre y a la destrucción tipográfica de los poemas.

Modernista en la forma, en el fondo e.e. cummings fue un conservador. Como poeta bordó en temas tradicionales: mujeres, el amor, la lluvia, las flores. Y en política acabó apoyando al impresentable senador Mcarthy, perpetrador de persecuciones anti liberales y cazador de comunistas que presagiaron al también impresentable Donald Trump.

Su biografía aparte. e.e. cummings, siempre al borde de la cursilería y de la narración romántica, escribió poemas para la seducción y el abordaje.

Recuerdo aún esa tarde en que salí de ver "Hanna y Sus Hermanas" en la Cineteca Nacional en la Ciudad de México, repitiendo en mi cabeza el cuarteto final de ese poema:

en algún lugar a dónde nunca he viajado, más allá
de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio:
en tu más frágil gesto hay cosas que me encierran,
o que no puedo tocar porque están muy cerca

tu más leve mirar me encerrará facilmente
aunque yo me he encerrado como unos dedos,
tu abres siempre pétalo a pétalo como la primavera abre
tocando (misteriosa, habilmente) su primera rosa

o si deseas acercarte, yo y
mi vida se cerrarán hermosa, súbitamente,
como cuando el corazón de esa flor imagina
la nieve con cuidado desciende por todas partes;

nada de lo que se percibe en el mundo iguala
el poder de su intensa fragilidad, su textura
me compele con el color de sus países,
entregando muerte y siempre en cada respiro

(no se qué hay en tí que se abre
y se cierra; sólo algo en mí entiende
que la voz de tus ojos es mas honda que todas las rosas)
nadie, ni la lluvia, tiene las manos tan pequeñas




Cuatro Riesgos Globales Para La Economía Mexicana

No se trata de si llega o no. Llegará. La próxima recesión estadounidense, que podría estar acompañada de una tropezón global, arribará. La cuestión no solo es saber cuándo, sino por dónde. ¿Cuál de los múltiples factores que pueden dispararla, la causará? Englobando en su descenso a la economía mexicana con seguridad. Demos un repaso por algunos de esos factores
Donald Trump disparándose en el pie, levantando aranceles y guerras comerciales a diestra y siniestra.Donald Trump está en una cruzada en contra de lo que los Estados Unidos construyeron los últimos setenta años: el orden económico multilateral y la globalización. La derecha radical se ha aprovechado electoralmente de la desigualdad y se ha anotado espectaculares victorias contra los liberales, pero por supuesto, equivoca el remedio. En vez de cambiar la estructura impositiva, tan favorable a los abastecidos, engaña a las mayorías haciéndoles creer que sus enemigos son los trabajadores de otros países que, al ganar menos que ellos, están desplazando sus productos por culpa de los bajos costos. 
Dado ese diagnóstico, el remedio es la erección de aranceles y barreras comerciales. Bloquear los flujos comerciales, de financiamiento y de ideas nunca ha sido bueno para las economías en el mediano y largo plazo. Ganan las empresas con mayor poder de mercado y pierden los consumidores, y es casi inevitable que lleve al resurgimiento de la adormilada inflación.
China tratando de desinflar su burbuja inmobiliaria sin que se colapse su sistema bancario; Para convertirse en una potencia global China tuvo que forzar la migración del campo a la ciudad (la mayor en la historia de la humanidad), y para albergar la masa de nuevos trabajadores construyó ciudades con millones de viviendas, y las financió. De acuerdo con muchos, el sistema bancario chino padece de una cartera vencida crítica resultado del desbalance entre la oferta y la demanda de vivienda y la capacidad de pago de los clientes al pasar la economía de un crecimiento de 10 por ciento al 6 por ciento. 
El problema es que la calidad y transparencia de la información económica china no es la mejor, y por ello los mercados no saben medir bien el tamaño y la oportunidad del riesgo proveniente de ese factor. La mayoría de los analistas piensan que es un problema contenido, y que los hondos bolsillos chinos podrán neutralizar el problema. Pero algunas voces asustadas piensan que la crisis resultante del desfonde hipotecario chino y su impacto en los bancos, podría hacer palidecer a la crisis del 2008-2009.
Las enormes necesidades de refinanciamiento de los corporativos estadounidenses y europeos en medio de una retirada de liquidez de los bancos centrales.La última década se caracterizó por algo peculiar: los principales bancos centrales llenaron de dinero las economías con el fin de evitar una gran depresión. Al haber tanto dinero las empresas emitieron deuda a pasto y hoy, diez años después, justo cuando los bancos centrales están retirando esa liquidez, esos bonos comienzan a vencer.
El problema es un poco peor si pensamos que a esa menor liquidez, que enfrentará un cúmulo de vencimientos, le competirá el gobierno de Estados Unidos para financiar el déficit creciente resultante del recorte de impuestos a los ricos hecho por Trump.
Aquí no hay escapatoria. No hay para donde hacerse. Menor liquidez y mayor oferta de bonos sólo pueden tener dos resultados. O muchas empresas no podrán refinanciarse, o las tasas de interés se elevarán considerablemente. Y eso nos lleva al último riesgo que queremos comentar.
La siempre latente posibilidad que la dilatada alza de los mercados bursátiles llegue a un abrupto final.Dos de los tres escenarios reseñados antes parecen converger en un resultado: mayores tasas de interés globales. Ya sea por mayor inflación o por el desbalance entre oferta y demanda de fondos, las tasas de interés de corto plazo parecen enfilarse al alza.
De ser ese el caso, la fragilidad de las bolsas de valores podría pronunciarse, pues la tasa de interés es el factor que, según los análisis, más afecta la valuación de las acciones y los activos financieros. La caída en las bolsas no siempre produce una recesión. Pero no es inusual que coincidan. ¿De dónde, de entre estos factores u otro que no estamos mirando,  vendrá el estallido de la siguiente recesión?

domingo, 1 de julio de 2018

¿Qué Hará México Ante La Recesión Que Viene?

Donald Trump disparándose en el pie y levantando aranceles y guerras comerciales a diestra y siniestra; China tratando de desinflar su burbuja inmobiliaria sin que se colapse su sistema bancario; las enormes necesidades de refinanciamiento de los corporativos estadounidenses y europeos en medio de una retirada de liquidez de los bancos centrales; la siempre latente posibilidad que la dilatada alza de los mercados bursátiles llegue a un abrupto final. ¿De dónde vendrá el estallido de la siguiente recesión?
Si alguien debió de enseñarnos la crisis de 2008-2009, fue el validar esa frase misteriosa de Galileo (retomada por Lenin): “los hechos son tercos”. Debemos de admitir que las crisis, la sucesión de expansiones y recesiones son inevitables e inherentes a la marcha de la economía. La expansión económica que siguió a la terrible recesión cumple ya una década ininterrumpida, por lo que es probable que la acumulación de tensiones en este período pudieran detonarse en un nuevo valle económico en los próximos meses.
No hay señales claras de su inminencia, a no ser por una pendiente muy plana de la curva de plazos en los mercados de bonos estadounidenses, pero otra enseñanza que debemos de tener muy presente es que las crisis muchas veces aparecen de manera súbita, con pocas señales que la anticipen de manera transparente.
En el primer párrafo de este artículo enumeramos algunos de los factores que, en caso de salirse de control, podrían impregnar al resto del sistema y detonar una recesión extendida. Puede que sea uno solo de ellos, o una conjunción múltiple de los mismos los que estallen y disparen una recesión.
En caso de que dicho escenario se materialice en los próximos meses (y no lo sabemos), la economía mexicana estará en una coyuntura muy peculiar: en medio de la transición política resultante de la elección presidencial, con la negociación del TLCAN en vilo, y con los Estados Unidos con una elección intermedia enfrente que podría implicar un referendo (quizá dramático) respecto de la presidencia de Trump.
La transición política mexicana debe tener en cuenta esa probabilidad. Si existe una complicación económica internacional justo cuando la conducción financiera está siendo transferida de una administración a otra, los mercados van a exigir claridad y predictibilidad en la estrategia del gobierno. Los mercados son notoriamente implacables: no otorgan licencias ni complacencias, suelen castigar de más cuando no ven nitidez, y premian con sobre entusiasmo cuando algo les place. ¿En ese escenario, cómo hará México para caminar equilibrados en medio de una transición de gobierno?
Y de allí pasamos a noviembre. Un mes antes de que el nuevo gobierno mexicano asuma la administración. En ese mes los Estados Unidos renovarán su congreso, y de acuerdo con muchas encuestas, es probable que los demócratas controlen el legislativo. De confirmarse ese escenario, Trump, un impaciente negociador, podría enfrentar una segunda mitad de parálisis y desgaste político que lo aniquile como contendiente para la elección de 2020.
Ante este escenario quizá Trump secuestre la negociación del TLCAN para maximizar sus probabilidades en la elección de noviembre. Quizá los criterios económicos, que son los que deberían de conducir la negociación del acuerdo, sean subordinados por el cálculo político de Trump, cuyo desdén por el multilateralismo y el libre comercio es indudable.
Un secuestro del TLCAN y su subordinación a la agenda política de Trump, bajo cualquier escenario, representaría un riesgo de mucho cuidado para la conducción económica mexicana. En un contexto de transición político y/o un choque económico global, es un escenario que debe de ser previsto con mucho cuidado, tanto por los mercados, como por la conducción económica nacional.
Los mercados financieros modernos proveen una plétora de señales que permiten otear la ruta hacia delante. No es fácil atisbarlas ni leerlas. Pero están allí. La conjunción de escenarios que potencialmente podrían converger para la economía mexicana puede producir corrientes encontradas que debemos de identificar para sortearlas de la mejor manera posible, por lo que deberemos de estar atentos.