domingo, 22 de junio de 2014

Domingos Rancheros: Marxismo-Jimenizmo: Vámonos

"Yo no entiendo esas cosas/de las clases sociales"

El Gran Maestro de Dolores Hidalgo era un arriesgado versista. Usaba tropos inesperados, ritmos complicadísimos, metáforas difíciles que rayaban entre lo sublime y lo ridículo: destartalados autos blancos convertidos en largos caballos por la costa del Pacífico; octosílabos que narraban la agonía hípica de un abúlico jinete; perros negros; nubes enloquecidas; palomas queridas.

Pero a pesar de la fuerza lírica y dramática de su verso, el Maestro, quizá por la apatía propia de la sociedad mexicana de la época, quizá porque al fin de cuentas, no vale nada la vida, nunca transigió con la política. No usó nunca su música para mencionar si quiera de cerca los temas que en el vendaval ideológico de aquellos años de mitad de siglo desgarraba a jirones la discusión política del país.



Y sin embargo, "Vámonos", esa desafiante pieza de amor corajudo y afrentoso, esos versos proletarios ("que yo soy un canalla, y que tú eres decente") y ardidos, no distan mucho de ser un discurso rebelde: al menos en el amor, si bien no en los cielos de la ideología pura, se vale la igualdad y los deciles del amor son uno solo.

"Vámonos", es una muestra extrema de amour-fou, de entrega total y de total olvido, de abandono del mundo para estar en los brazos del ser amado, de romper con la vida para morir en el cuidado que más se desea.

De la pléiade de cantantes que han interpretado esta joya Marxista-Jimenizta, en éste Domingo Ranchero traemos no una, sino una constelación: Lola Beltrán y Miguel A Veces Mugía (la aliteración de los polivoces es irresistible).

Antes que existiera MTV, existía el cine mexicano, el cuál nos dejo cientos de grandes videoclips. este en particular es querido y entrañable. Dos de las mejores voces y talentos del ranchero interpretando ésta pieza de amour-fou del poeta de Dolores. Para disfrutarse.




domingo, 15 de junio de 2014

A La Búsqueda Del Crecimiento Perdido

Un fantasma recorre al mundo: el fantasma del crecimiento, porque el crecimiento en los últimos cinco años ha sido justo eso, un intangible y elusivo fantasma que no alcanza a corporeizares.                                                                                 

Perdonando la osadía de la paráfrasis proustiana del título, éste artículo busca exponer brevemente algunas de las complicaciones que las economías modernas enfrentan para poder volver a crecer en medio de la larga secuela del reventón de la burbuja crediticia de 2009.

La ausencia de crecimiento es global. No es privativa de México. Cuando la SHCP ajusta a la baja sus expectativas de crecimiento sólo está reconociendo un hecho irrefutable: las economías del mundo crecen menos de lo esperado. Vale la pena hacer aquí una aclaración: la cifra de crecimiento del primer trimestre de 2014 de los EEUU, de -1.1%, no es comparable directamente con el 1.8% de México para el mismo período. En EEUU la cifra se reporta a trimestres consecutivos desestacionalizado, mientras que en México las tasas informadas son trimestres interanuales. De todas formas el hecho es el mismo: el crecimiento es un espectro elusivo.

La rentabilidad del capital es muy baja: el libro del economista francés, Thomas Piketty, ha regresado a la palestra uno de los temas clásicos de la economía, el de la relación entre el capital y su rendimiento. Aparejado a ese tema se encuentra por supuesto el tema de la distribución de ese rendimiento, el cual forma el núcleo del discurso de Piketty , pero no es ese nuestro asunto por el momento.

Múltiples estudios parecen mostrar que la tasa de rendimiento del capital de los últimos años en promedio es baja respecto de la tendencia de largo plazo, esto ha hecho que la inversión sea más baja que el promedio de largo plazo también y por ello ha debilitado el crecimiento secular desde la explosión de la crisis del 2009 a la fecha. Irónicamente, la baja rentabilidad del capital puede deberse a un exceso del mismo; el capital es tan abundante que la productividad marginal del mismo es muy baja, si no es que negativa en algunos sectores.

La demanda es insuficiente: si el capital es tan abundante que la productividad marginal del mismo es muy baja, entonces quedan dos posibilidades; o se reduce el stock del capital existente para aumentar la productividad marginal, o se aumenta la demanda agregada mundial para que el exceso de capital sea relativizado por el mercado expandido.

Esta ultima salida es quizá la de más sencilla implementación, aunque políticamente, como la ha mostrado Paul Krugman, es la que enfrenta la mayor oposición. La satanización del gasto público y los déficits, con argumentos estrictamente ideológicos y no científicos ha limitado y constreñido el uso de ésta herramienta como una de las más útiles para producir la demanda suficiente para desatorar el nudo gordiano en el que se encuentran las economías del mundo.

Los intereses están en mínimos históricos: el reverso financiero del exceso de capital es justo, su costo. El capital es tan abundante que su costo, la tasa de interés, es prácticamente cero. El capital está siendo casi regalado y ni aún así la inversión se reactiva. ¿Por qué?

La respuesta a esta paradoja es que las tasas son tan bajas que si bien los demandantes de crédito tienen incentivos para pedir prestado, los oferentes no tienen incentivos para otorgarlo. Keynes llamaba a esta singularidad producida en las depresiones económicas como “la trampa de liquidez”, no importa cuánto dinero inyecten los bancos centrales en la economía, dicha liquidez no se convertirán en crédito debido a las pérdidas esperadas por los intermediarios bancarios.

La ausencia de progreso tecnológico: los economistas conservadores, quienes abominan de las soluciones keynesianas de estímulo de la demanda, gustan de decir que en el largo plazo lo único que determina el crecimiento es la innovación tecnológica. Keynes contestaba con una frase plena de flemático humor diciendo que “en el largo plazo, todos estamos muertos”. Y tenía razón. Esperar a que las oleadas de innovación shumpeterianas hagan de la suya y saquen de la economía del atolladero y no recurrir a los estímulos de demanda implica condenar aquí y ahora a centenas de millones de personas a una miseria económica y humanitaria incomprensible.

Pero en el largo plazo tienen razón, la innovación tecnológica es la única posible fuente de resolución de esta ausencia global de crecimiento económica. Pero hay un problema, como lo explicaban los economistas de los “ciclos económicos reales”, tan populares en la década del noventa del siglo pasado, la innovación tecnológica es aleatoria, no puede preverse ni programarse, y llegara cuando llegue, ni antes ni después.

Innovaciones incrementales, como los sismos en el Valle del Anáhuac, ocurren todos los días. Pero una innovación significativa, con implicaciones sísmicas, que conculquen al sistema económica como lo hicieron la computadora personal e internet, son impredecibles. Como un gran sismo lo es. Y lo que la economía global necesita es justo eso: un gran sismo tecnológico que nos saque del marasmo fantasmal de bajo crecimiento en que nos encontramos.