domingo, 12 de abril de 2015

El Pasito Tun Tun

Hace un mes, y tras la publicación de los datos de empleo del mes de febrero, la economía estadounidense parecía estar al borde del inicio de un ciclo ascendente de sus tasas de interés, impulsado por la evidencia que el empleo, la producción y las ventas estaban siendo más robustas de lo esperado, y por lo tanto el banco central de ese país, la Fed, debía de modular el crecimiento incrementando el costo del dinero. Pero hace una semana se publicaron los datos del mes de marzo, y el tono cambió hacia el extremo opuesto, y allí donde había fuerza ahora hay debilidad, y allí donde había urgencia por subir tasas, hoy hay cautela y precaución.

La economía de los Estados Unidos, y con ella la del mundo, incluyendo al otrora gigante imparable: China, parecen estar bailando el pasito tun tun: unos pasitos para adelante y luego, unos pasitos para atrás. El patrón es claro y ha sido regular por los últimos cinco años más o menos: durante una breve temporada, los datos económicos muestran solidez y fortaleza, para luego recaer por un subsecuente período de datos flojos y suaves, antes de dar lugar a otro breve interregno de datos optimistas. Y así.

Cuando la horrible crisis financiera explotó hace ya casi siete años, me entrevistaron en un programa de radio y me preguntaron sobre cuánto duraría la penuria que explotaba en ese momento. Recuerdo bien la reacción a la respuesta: “puede ser como Japón”, dije: “pueden pasar diez años o más antes de salir de esto”. Era difícil de creer entonces y es difícil de creer ahora. Pero siete años después, la economía global, la estadounidense y la mexicana incluidas, siguen sin poder sostener un momento significativo, demostrando que lo que algunos temíamos entonces, y que seguimos presagiando, se ha confirmado: que la muy compleja economía global se encuentra inmiscuida en algo parecido a un pantano, similar en algunos aspectos y en algunas partes de la geografía a lo que algunos economistas, sobre todo aquellos educados en los esquemas cercanos al keynesianismo, llaman “la trampa de liquidez”: un escenario en donde a pesar de la inyección masiva e ingente de circulante en el sistema bancario, la economía no gana la tracción necesaria para despegar y dejar atrás la recesión.

Si la economía fuera una profesión científica, y no gnóstica como lo es, en donde lo que contara fuera la prueba de la evidencia y la contundencia de los datos, reconoceríamos de manera unánime la larga visión de Keynes al diagnosticar y modelar este escenario en donde el malestar económico parece ser absolutamente inmune en el largo plazo a los remedios de las autoridades monetarias.

Por ejemplo, los datos de empelo del mes de febrero en los Estados Unidos fueron mucho más sólidos de lo que se esperaba, espolvoreando así por todas partes la versión de que la subida en las tasas de interés en ese país era inminente. La mera especie fue devastadora: el peso mexicano cayó a su menor nivel de la historia súbitamente, pero no estuvo solo, la inmensa mayoría de las monedas del mundo se colapsaron ante el todopoderoso dólar estadounidense, elevando a la divisa a uno de sus máximos niveles en muchos años.

Pero el gusto le duró poco a la economía vecina: cuando las cifras de empleo, y las cifras de producción y ventas del mes de marzo comenzaron a pulular en el mercado, el daño de un dólar demasiado fuerte fue evidente: las exportaciones estadounidenses se paralizaron, sus importaciones brincaron, se paró el ritmo de contrataciones en los sectores exportadores, y demostró lo que algunos economistas han dicho con mucha insistencia: una economía en recesión funciona de manera muy distinta que una economía en crecimiento.

Lo anterior parecería, á la Cervantes, una verdad de Pero Grullo, pero la perogrullada no es tal. Si el dólar se fortaleciera mientras que Europa, China y los Estados Unidos crecen, todos ganan pues la demanda estadounidense jala al resto de los países. Un dólar fuerte en un escenario global recesivo y una economía estadounidense tambaleante puede, como ocurrió, matar la incipiente recuperación estadounidense, y apagar así la única luz que parece más o menos centellear en el lúgubre horizonte económico global.

¿Qué nos dice la teoría económica, si aún nos sirve de algo después de su enorme fracaso para predecir la debacle económica global de 2008-2009, respecto de lo que puede pasar en los siguientes años?


La respuesta no es muy halagüeña: la evidencia es clara, es muy difícil recuperarse de una recesión causado por el pinchamiento de una burbuja financiera, en donde hubo una grave destrucción de activos financieros, Los activos perdidos tienen que ser repuestos y eso implica ahorro, y es justo eso lo que la economía global no necesita: ahorro. Necesitamos gasto, pero no podemos pedirle gasto a millones de familias que apenas están recuperando sus severas pérdidas de 2008-2009. Así de complicado es este tema y por ello, seguiremos bailando el gran éxito de los hermanos Cuco y Martín Valoy: el pasito tun tun.