domingo, 31 de marzo de 2019

¿Quién Tiene La Razón? ¿Los Bonos O Las Acciones?

Los mercados de bonos del mundo, incluyendo los de México y los de Estados Unidos, se están comportando como si una recesión económica estuviera cerca: la tasa más importante del mercado, la del bono de 10 años de Estados Unidos, ha venido cayendo y está cotizando en su nivel más bajo en 15 meses (cuando la tasa estaba subiendo). En muchos mercados de Europa las tasas negativas han regresado, y en Oceanía estamos viendo tasas mínimas históricas. ¿Tiene razón el mercado y debemos prepararnos para una recesión?
El mercado es el promedio de las opiniones de quienes compran y quienes venden. Por cada vendedor de un bono que quiere liquidez porque piensa que viene una recesión, hay un comprador que ve una buena oportunidad en ese nivel de tasas. El promedio de esas opiniones es lo que vemos cuando decimos que “el mercado está apostando por una expansión (o por una recesión)”. Pero los mercados pueden equivocarse, y lo hacen con bastante frecuencia de hecho.
En el año 2000, en el año 2007, los mercados accionarios pasaron en muy poco tiempo de apostar por un mundo perfecto y esplendoroso, a un escenario catastrófico. No vayamos muy lejos, hasta noviembre pasado el mercado estaba apostando por al menos dos alzas adicionales para las tasas de interés de corto plazo en Estados Unidos y en el mundo y hoy, apenas tres meses después, la apuesta es la contraria y algunos segmentos del mercado avizoran ya dos recortes de tasas en los próximos meses.
Ante tal esquizofrenia: ¿cómo tomarse en serio al actual mercado de bonos, que parece estar proyectando una recesión mas o menos extendida de la economía global?
La respuesta es: dependerá de los datos que veamos, y el más importante de ellos será la cifra de empleo del mes de marzo en los Estados Unidos.
Este próximo viernes la oficina de estadísticas laborales (la BLS) de los Estados Unidos, publicará los datos de empleo de este mes. El dato es extremadamente importante por su calidad, por su oportunidad, y en esta ocasión, por su relevancia. El dato del mes pasado fue muy malo, mostrando 80 mil nuevas nóminas no agrícolas, en comparación con las 180 mil que esperaba el consenso del mercado. 
Cuando salió el dato el mercado tomó una decisión curiosa: ignorarlo. Buscó todas las explicaciones posibles para convencerse de que el dato era una anomalía, causada por factores técnicos, y que el siguiente dato (el de este viernes) mostraría al mercado laboral estadounidense recuperando su pujante dinamismo. Las bolsas se tranquilizaron con ese argumento y volvieron a trepar y subir.
Pero si bien las bolsas ignoraron el mal dato de empleo de febrero, los mercados de bonos comenzaron gradualmente a bajar las tasas y a reflejar un pesimismo que contrasta con el optimismo renovado del mercado de acciones
Por eso el dato de este viernes es tan importante. Las cifras en Europa (en Alemania sobre todo) han sido preocupantes, y aunque en China el viernes las cifras de manufacturas fueron alentadoras, el promedio de los datos han sido sesgados a la baja. Si los datos de empleo del viernes son al menos tan malos como los de febrero, podemos decir que el mercado de bonos está en lo correcto, y las bolsas están equivocándose. Si las cifras regresan a una tendencia de 180 mil empleos o más, entonces validarán el optimismo del mercado accionario y los mercados de bonos se darán la vuelta y veremos tasas al alza.
La historia sin embargo muestra algo: el mercado de bonos es mejor predictor que el de acciones. Como el potencial de alza de un bono es teóricamente limitado, los inversionistas en bonos son más cautos y serenos. Como una acción su límite teórico es el cielo, es fácil ser optimista en acciones. Esperemos y veamos.

sábado, 23 de marzo de 2019

Alerta Banxico: La Luz Roja De La Curva Se Encendió

La pendiente de la curva de plazos solía ser uno de los rincones más esotéricos de la profesión económica. Entre los economistas incluso, pocos la conocían. Hasta que en los finales de los años ochenta y la década siguiente, la academia comenzó a darse cuenta de varias propiedades de la curva. Una de ellas es desconcertante: cuando se invierte, sobreviene una recesión. Y el viernes pasado la curva se invirtió en Estados Unidos por primera vez desde 2007.
La otrora misteriosa pendiente de la curva se ha convertido estos días en un reality show. En los canales financieros y en los medios financieros el viernes todo el mundo estuvo pegado al monitor hasta que ocurrió. Por primera vez desde que en 2007 la curva predijo la espantosa crisis de 2008-2009, su pendiente se invirtió: el bono de dos años paga una tasa mayor que el bono de 10 años.
Hace unas décadas nadie conocía esa correlación, y fue solo hasta que el profesor Campbell R Harvey defendió su tesis en la Universidad de Chicago en 1986, en donde establecía esa peculiar y poderosa cualidad de la pendiente de la curva de plazos de los Estados Unidos, que poco a poco, los economistas académicos, los especuladores e inversionistas después, seguidos por los medios especializados, y al día de hoy incluso los políticos y legos, gradualmente fueron conscientes de dicha magia. 
Quizá este lunes la curva se enderece y la ominosa señal desaparezca. Lo que la estadística muestra es lo siguiente: que si la curva permanece invertida un promedio de 10-20 días, entonces, en los próximos 12 o 18 meses, sobreviene una recesión económica en los Estados Unidos (con lo que eso nos significa, a nosotros y a todos).
Hay muchas razones que pueden explicar esa habilidad mágica de la pendiente de la curva de plazos: Harvey suele decir que cuando los inversionistas pronostican una recesión buscan invertir en el activo más rentable ajustado por riesgo, del mercado: el bono de 10 años. Esa demanda extra sube el precio de dicho bono y aumenta su precio, reduciendo su tasa lo que conlleva a la inversión de la curva.
Al invertirse la curva los bancos dejan de prestar a las empresas y familias. Como el negocio del banco es financiarse ellos a corto plazo a tasas bajas y prestar a largo plazo a tasa más alta, al invertirse la curva el negocio bancario desaparece y el crédito se seca, enviando a la economía a la recesión.
En 1986, y hasta mediados de los noventa, la Fed y los bancos centrales no conocían, y/o no ponían atención a la curva y su pendiente. Hoy, la Fed, los mercados, los inversionistas, los mercados, esta columna y sus veinte (perdón Catón) lectores, conocemos y vemos cada movimiento de la curva como si se tratara de reality show de las Kardashian.
La pregunta aquí es: dado que la Fed y todos, ya sabemos qué va a pasar cuando la curva se invierte, ¿podemos hacer algo al respecto y evitar que pase? Dado que la curva se invirtió, podemos hacer algo para que la tasa del bono de 10 años suba y la de 2 años baje y así revertir la inversión de la pendiente? ¿o la inversión de la curva es como recibir la noticia de un cáncer fulminante: no hay nada que hacer mas que esperar resignados el desenlace?
Personalmente el modelo de Harvey siempre me ha fascinado. Es lo más parecido a la mano invisible de Adam Smith en acción: nadie mueve a esa curva y su pendiente. Nadie dirige su inversión y sin embargo, cada vez que se invierte anticipa una recesión, y cada recesión fue precedida por una inversión: de veras que dan ñáñaras.

domingo, 17 de marzo de 2019

Aeroméxico, La Apuesta De Pascal Y El 737-Max

Blaise Pascal razonaba que si un evento tenía una probabilidad de ocurrencia muy baja, pero la pérdida era infinita, había entonces que evitarlo. Si la ganancia era infinita, habría que apostar por ello. Aeroméxico no fue la aerolínea que más pronto reaccionó, pero lo hizo a tiempo: tras el accidente del 737 Max en Etiopía, el segundo de ese avión en cinco meses, era innecesario correr el riesgo de exponer vidas y equipos incluso si, como Boeing afirmaba al inicio, el avión era seguro.
En el debate sobre la seguridad del 737-Max se ha involucrado, casi literalmente, todo el mundo, incluido el presidente Trump, quien en sendos tweets, inclinó la balanza para que el organismo de regulación aérea de los Estados Unidos, la FAA, a regañadientes se comiera sus palabras y ordenara atracar a toda la flota de 737-Max en Estados Unidos, luego de que casi todos los otros países lo habían hecho.
El segundo tweet de Trump fue peculiar, y hacía referencia a la cada vez mayor complejidad de los aviones para volarlos. Este punto es esencial en el debate sobre el accidente de Etiopía, el desarrollo de corto plazo de la aviación, y la economía de la aviación, la cual es crecientemente importante para la economía global.
El principal sospechoso detrás de los dos accidentes del 737-Max es un software de inteligencia artificial que reacciona a cierta trayectoria del avión bajando la nariz de manera consistente tratando de evitar que el avión se atasque. El software se diseñó para evitar un error poco común pero que ha sido fatal en ocasiones, como el caso del vuelo Air France 447 de Sao Paulo a París, en el cual el avión se atascó y no puede ser elevado.
Un desarrollo para evitar tal atasque es entonces el principal sospechoso detrás de los dos accidentes recientes. En el caso del primer accidente, el de Lion Air en Indonesia, la causalidad ha sido establecida y Boeing se ha comprometido a proveer una solución en dos semanas. Tras el accidente en Indonesia se dijo que la solución era sencilla: que en caso de que el corrector de atasque se activara, tomando el control del avión, desactivarlo era suficiente, lo que tranquilizó a pilotos y aerolíneas por cinco semanas, hasta que sobrevino la tragedia de Ethiopian Air.
¿Cómo un artilugio para incrementar la seguridad aérea acaba causando el accidente? Trump razonó que la cada vez mayor complejidad tecnológica de los aviones es el problema. No es correcto. Dicho incremento en complejidad debe de acompañarse de una mayor facilidad para pilotear, incluso en situaciones de emergencia. Como nuestros mejores smartphones (no todos), los cuales cada vez hacen más cosas y son cada vez más sencillos de operar.
La pregunta es si tal cosa es posible: si podemos tener aviones y máquinas cada vez más complejas y cada vez más sencillas de manejar, o si tendremos que depender de la inteligencia artificial para manejarlas( ¿Y que tal si, como algunos autores de ficción temen en su paranoia, la inteligencia artificial se vuelve contra nosotros?).
Los efectos económicos de los accidentes han sido inmediatos: la acción de Boeing ha perdido casi doce por ciento desde el accidente, y la de su principal competidor, Airbus, ha subido cerca del cinco por ciento.  Pero más allá de los cambios en la capitalización de mercado de ambas, la economía de la cadena aeronáutica podría sufrir alteraciones importantes: la lista de espera de aviones como el 737 y el A320, los más demandados del mercado: mono pasillos y con capacidad de hasta 150 pasajeros, es muy larga, los dos mayores productores no se dan abasto para satisfacer la enorme demanda por parte de los nuevos usuarios que por millones al año se incorporan al mercado al crecer los niveles de vida de la población, sobre todo en Asia, y que usan la aviación como forma de desplazarse.
Si el defecto del 787-Max es más severo de lo que Boeing reconocía al inicio entonces veremos un cuello de botella en la producción de ese segmento del mercado, incentivando la llegada de otros jugadores como Comac de China e Irkut de Rusia, o Craic, el esfuerzo sino-ruso para romper el duopolio Boeing-Airbus.
La industria aeronáutica, como los cielos que surca, no tiene fronteras. Los Estados Unidos no pudieron impedir atracar en tierra el 787-Max luego de que los chinos, los europeos, el resto del Asia oriental, y México, ordenaran suspender las operaciones y los sobrevuelos del aparato en sus espacios aéreos y aeropuertos. La aeronáutica funciona sólo en una coordinación global, y es la industria más globalizada por excelencia, es la que surca al planeta y la hace una sola economía, un solo mundo en donde los criterios nacionales deben de adecuarse a las necesidades de la industria y no al revés, como Trump y la FAA se dieron cuenta.

domingo, 10 de marzo de 2019

Tres Tipos de Cuidado Vs El Banco de México

Una golondrina no hace verano: ¿Pero tres? Seguramente en el Banco de México y otros bancos centrales del mundo las señales surgidas las semana pasada están reforzando la hipótesis cada vez más extendida de que la larga expansión económica global, que ya alcanza una década, podría estar entrando en una pausa, o quizá hasta en una reversión. ¿Podrán los bancos centrales evitar lo que siempre acaba siendo inevitable: es decir, la siguiente recesión?
La primera señal de que la expansión económica estaba comprometida ocurrió el último trimestre del año pasado, especialmente en diciembre, cuando los mercados financieros cerraron en navidad muy cerca de la marca psicológica de veinte por ciento por debajo de su máximo (la marca del “bear market”), indicando que la expectativa de los inversionistas hacia el futuro próximo era de una recesión de las ganancias corporativas y por lo tanto quizá, de la economía en general.
La Fed respondió al brevísimo mercado bear como si ya estuviera en las puertas de la recesión: sugiriendo que estaría incluso dispuesto a bajar las tasas de interés de corto plazo de así requerirlo. El mercado respondió eufórico y recuperó casi todo el terreno perdido, pero la semana pasada los mercados se estancaron y hubo tres noticias que muestran que no es lo mismo sugerir que hacer: los mercados financieros pudieron haber revertido la caída, pero la economía no necesariamente.
La primera noticia fue la decisión del banco central europeo (BCE) de no nada más detener su ruta restrictiva iniciada hace cuatro años, sino de bascular al lado contrario: proveyendo más liquidez e incentivos para sus bancos y mercados con tal de enfrentar la evidencia creciente de que la economía europea está de nuevo enfilando al suelo. La segunda fue la decisión del gobierno chino de reducir los impuestos a sus exportadores para amortiguar el daño hecho por la guerra comercial de Trump y la sensible reducción en la demanda externa de sus exportaciones.
El tercer dato fue el desconcertante dato del viernes pasado que mostró que los empleos generados en el mes de febrero en la mayor economía del mundo fueron muchísimo menores a los proyectados, dejando a muchos perplejos y dudosos respecto de la aparente buena salud de la economía vecina.
En febrero la economía de EEUU creó 20 mil nuevos empleos no agrícolas, muy por debajo de los 180 mil que pronosticaba el mercado. Y aunque de inmediato los economistas de Wall Street salieron a explicar por qué la cifra pudo no haber sido tan mala (para eso les pagan sus empleadores), la verdad es que los datos de empleo del viernes son una pieza más en un rompecabezas que sugieren que la economía global está desacelerándose rápido y los riesgos de una recesión aumentando.
Hasta el momento los bancos centrales habían enfrentado la aislada evidencia de desaceleración con declaraciones, con palabras sugerentes, como una porrista animando al equipo a que tomara más riesgo y no detuvieran la flujo del crédito para evitar una mayor desaceleración. Pero las acciones tomadas la semana pasada por China y Europa muestran que ya están pasando de las palabras a los hechos, y que están correteando a la desaceleración en vez de adelantársele.
Las cifras más preocupantes por supuesto son las que vienen de los Estados Unidos, sobre todo porque presentaron una mezcla complicada: los empleos fueron menos de los esperados y las salarios crecieron al ritmo más rápido desde 2009. Es un solo dato, un solo mes, pero si por alguna razón esta conjunción de menor crecimiento con presiones de costos se convirtiera en una tendencia para los próximos meses, estaríamos en una coyuntura bien complicada: los bancos centrales tendrían que escoger entre cuidar el crecimiento o mantener a raya a la inflación.
Por el momento el escenario base es de una decisión lineal: hay que comenzar a relajar la política monetaria (de nuevo), ante la evidencia de debilidad económica, la inflación no será problema pues cederá ante la moderación de la demanda. Pero en algunos reductos de la economía hay presiones de costos, y si se extienden pondrán a los bancos centrales en un predicamento.

domingo, 3 de marzo de 2019

Poemas Para Beber En El Starbucks: Un Piropo Surrealista de Paul Éluard

En la dulce poesía de Paul Éluard no se adivinan las dos guerras mundiales que marcaron su vida; la cauda de enfermedades que lo aguijonearon siempre; la pasión y el abandono de Gala, quien lo dejó por Salvador Dalí; la resistencia a los nazis; su equivocada militancia en el partido comunista; su lucha en el frente armado.
Paul Éluard es el seudónimo de Eugène Émile Paul Grindel, para muchos, el mejor poeta del movimiento surrealista, y uno de las voces mas hermosas de la poesía.
Sus poemas son uno de los mejores ejemplos de cómo convertir una pasión en canto. Cómo al final de cuentas lo que queda son unas cuantas palabras, y cómo hacerlas decir algo que valga la pena.
Este poema es uno de los mas conocidos de Éluard, y al español se han vertido varias traducciones, entre ellas una, perfecta, de Octavio Paz.
Los dos primeros versos bastan para hacer un poema: la mujer y el agua se confunden, son lo mismo. Imágenes del subconsciente, sensualidad y elementos. El poema es un cortejo, un piropo difícil de igualar.
Paul Éluard era un poeta peculiar: era popular, leído por el público, y fue también un poeta leído y seguido por los poetas. Sus poemas son a la vez canciones ligeras, y complejas estructuras verbales.
Cómo esta maravilla.

Te yergues el agua se despliega
Te acuestas el agua se distiende

Eres el agua que regresa de sus abismos
Eres la tierra que echa raíz
y sobre la que todo queda

Haces burbujas de silencio en el desierto de los ruidos
Cantas himnos nocturnos sobre las cuerdas del arco iris
Estás por doquier, aboles todas las rutas

Sacrificas el tiempo
a la juventud eterna de la llama exacta
que vela la naturaleza al reproducirla

Das al mundo, mujer, un cuerpo siempre parecido
el tuyo

Eres la semejanza

La Economía Política De La Basura

Consumir es un acto individual, pero la basura que producimos al consumir no lo es. A nivel individual y del Estado lo que nos ocupa es el consumo, pero estamos a punto de ahogarnos en los desechos que producimos y el manejo de la basura es un problema que es ya casi tan importante como el consumo que la produce. El problema económico no es sólo de corto plazo, es decir, presupuestal. Es económico de largo plazo, el agotamiento de los recursos del planeta.
La basura es un problema económico complejo. A los economistas les tomó mucho tiempo llegar a la noción de “mal”. La noción básica de la economía es la de “bien”, algo que consumimos y que “es bueno, nos hace bien” al hacerlo. El “mal” es algo que perjudica nuestro bienestar (aunque no lo consumamos).
Para acceder a un bien tenemos que pagar por él, tiene un precio. Un mal debería de tener lo contrario a un precio, es decir, un impuesto, una penalidad. Pero hay un problema para hacerlo: si sabemos en dónde inicia el consumo, pero no en donde tiramos la basura. Es fácil ponerle impuesto al bien allí en donde lo compramos, pero no sabemos en dónde tiramos la basura para gravarla allí con un impuesto.
Algunos bienes que tienen efectos nocivos sobre terceros al consumirse, como el alcohol, la gasolina y el tabaco, son gravados con impuestos especiales (como el IEPS en México), que son muy eficientes para financiar la remediación del daño que producen. Pero todos los bienes que consumimos se convierten en basura y ponerle un impuesto especial a todos serían tremendamente impopular, porque somos asimétricos: nos gusta consumir porque nos da placer, pero manejar la basura nos produce molestias. 
Si tuviéramos que pagar por consumir y nos pagaran por eliminar la basura las cosas serían distintas. Lo anterior suena como una solución extrema, pero quizá estemos en este punto del problema de la basura en muchas partes del mundo.
En 1950 producíamos cuatro mil millones de toneladas de plástico al año en el mundo, hoy producimos 600 mil millones al año, una parte de las cuales acaba en los océanos, impactando de manera dramática en la sustentabilidad del ecosistema global. Para la economía contamos el precio del bien, y contamos el valor de los servicios de recolección, disposición de la basura y su eliminación.
Pero al procesar los desechos de los bienes que consumimos producimos un mal. Muchos de hecho: cancerígenos pululan el aire al incinerar la basura; los lixiviados producidos por su confinamiento contaminan los mantos freáticos y envenenan la cada vez más escasa agua; el metano y otros gases resultante de la descomposición de residuos orgánicos contribuyen a la erosión de la capa de ozono. El precio por el bien lo paga quien lo consume, ¿pero quien paga el impuesto por el mal producido por el desecho?
A mi querido Fernando Menéndez le escuché por primera vez el siguiente dictum: cualquier proceso de eliminación de residuos produce a su vez residuos que ya no pueden ser eliminados. Esto que parecería evidente, tiene una implicación dramática. No importa cuánto paguemos por reciclar, aunque logremos gravar muy eficientemente la basura: no podremos eliminarla nunca por completo. Es una especie de entropía económica y ambiental: los recursos naturales, una vez industrializados, no volverán nunca a su estado original.
El plástico es el contenedor más barato, y una de las consecuencias del desplome de los precios del gas de los últimos veinte años ha sido que el plástico se ha hecho muchísimo más barato, es casi un subproducto de muchos procesos. Si bien el mundo en general ha hecho enormes esfuerzos por reciclar, el uso de plástico ha crecido a múltiplos del monto reciclado, es una batalla perdida a menos que prohibamos el plástico o logremos ponerle un impuesto agresivo para inhibir su uso y fabricación.
Tecnológicamente se ha avanzado muchísimo en procesos para el tratamiento de los desechos, existen muchas opciones en el mercado y las empresas que se dedican a ellos son de talla considerable. Pagar por desaparecer la basura puede ayudarnos a resolver el problema, pero es una solución sub-óptima. Quienes pagan por eliminar la basura son los gobiernos, con los impuestos de todos: nada garantiza que los que más basura producen sean los que más impuestos pagan.