sábado, 26 de enero de 2019

Elogio Y Urgencia Del Impuesto Predial

Un impuesto debe de ser justo, es decir, la razón por la que se cobra debe de ser adecuada; debe de ser equitativo, el cobro es más alto conforme mayor sea el concepto gravado. Un impuesto debe de ser eficiente, es decir, no debe de incentivar el engaño. Y por último debe de ser fácil de calcular y de recaudar. No es fácil diseñar impuestos que cumplan con esas características, por eso el impuesto predial, el que grava la propiedad inmobiliaria, debe de ser una de las bases del financiamiento de los gobierno, especialmente en el nivel local.
¿Por qué los gobiernos deben de cobrar impuestos a nuestras casas? Porque son los gobiernos los que construyen las calles, las iluminan, las limpian y construyen la red de agua y de seguridad para que nuestras casas sean habitables. Es justo pagar un impuesto por nuestras casas: para que nuestra vivienda esté en las mejores condiciones es necesaria contar con la mejor infraestructura pública posible. Eso le cuesta al Estado y por ellos es justo cobrar el impuesto predial.
El impuesto predial debe ser equitativo. Las casas con menor valor deben de enfrentar tasas impositivas menores, y las tasas se elevan conforme el valor del inmueble. Es difícil engañar al catastro: se podrán ocultar ingresos, se podrán inventar gastos, pero un inmueble es imposible de ocultar, su visibilidad es su principal cualidad. Esa visibilidad hace que el impuesto predial sea también eficiente en su recaudo y su registro. El predial reúne, si se diseña una tabla equitativa, prácticamente todas las características deseables de un impuesto.
El predial también es progresivo, lo que significa que sirve para remediar una de los males más perniciosos de las economías modernas: la desigual distribución de la riqueza.
Para la gran mayoría de los ciudadanos, la parte más importante de su riqueza se concreta en su morada. Nuestra casa es regularmente la razón por la que incurrimos nuestro pasivo más importante, y al liquidar la deuda, se convierte en nuestro activo más importante. Incluso para una parte importante de los deciles más altos de la población, una parte importante de su riqueza se cristaliza en inmuebles.
Gravar los inmuebles entonces implica gravar a quienes más activos tienen. El predial progresivo es una herramienta para modular la distribución de la riqueza: la recaudación proveniente de gravar la riqueza inmobiliaria puede ser usada para proveer educación y salud a los deciles más bajos de la población, o incluso para subsidiar la vivienda social o de clase media y baja, y así ayudar a reducir la desigualdad. 
Por supuesto que es posible eludir el pago del impuesto predial, pero si el catastro es eficiente, es tan fácil como apersonarse en el inmueble y recaudar lo debido. Es decir, no es posible ocultar el objeto del impuesto, no podemos llevarnos nuestra casa a una ciudad en donde los impuestos sean menores, no podemos llevárnosla a Suiza ni a las Islas Caimán. La riqueza inmobiliaria es como el amor y la tos: no se puede ocultar, y eso hace que para la autoridad fiscal el recaudo del impuesto predial sea muy eficiente.
La recaudación del predial en las economías desarrolladas representa cerca del cuatro por ciento del PIB de un país. En México sin embargo no cuenta más del 0.3% del PIB nacional. La diferencia es abismal. Más de diez veces por debajo de los estándares de la OECD, organización a la cual México pertenece.
La provisión de los servicios públicos, y la viabilidad financiera de los gobiernos locales, está directamente ligada a la recaudación del predial. En Estados Unidos por ejemplo el predial financia la educación, la seguridad de las ciudades, y la infraestructura local. Una diferencia de más de diez veces en el nivel de recaudación entre México y los Estados Unidos, por ejemplo, es una de las razones por la tremenda diferencia entre la densidad y la calidad de la infraestructura entre las dos economías.
Algo debemos de hacer, porque en México, la insuficiencia del cobro en el predial ha exagerado la carga tributaria sobre otros contribuyentes, notablemente Pemex. El diseño del impuesto sobre la renta y el del consumo (ISR e IVA), si bien menores que en otros países, no tienen una brecha de un factor de más de diez veces. La coordinación fiscal en México ha subsanado la falta de recaudación del predial por parte de los gobierno locales del país con el hermano mayor: Pemex, y como ha quedado claro en semanas recientes, esto no puede seguir así.

domingo, 20 de enero de 2019

El Macho Dólar Se Debilita, ¿Brillará El Oro?

Si yo reencarnara, me gustaría volver siendo el dólar: fuerte, temido y poderoso, sin tener que rendirle cuentas a nadie. Siempre saliéndome con la mía. La moneda de la economía más rica de la tierra ha sido el referente y la reserva de valor desde finales de la segunda guerra mundial, y aunque existen algunas monedas que le compiten (el euro, el yuan) sigue siendo la moneda predominante. Pero a pesar de su poder, de corto plazo hay algunos factores que lo debilitan, y a los cuales debemos de estar atentos.
El primer factor es que Trump está produciendo muchos dólares, demasiados. Quizá más de los que el mercado está dispuesto a absorber, a menos que se los dejen más baratos. La reducción de impuestos implementada por Trump al inicio de su mandato, junto con la caótica falta aparente de dirección de su gobierno en temas fundamentales para la geopolítica y los mercados, han menguado la confianza que los inversionistas del mundo han tenido tradicionalmente en el dólar como reserva de valor.
Históricamente los inversionistas del mundo saben que los Estados Unidos, propulsados por la innovación tecnológica, su fuerza de trabajo, y un gobierno eficiente y dinámico, será el último respaldo del dólar como moneda para conservar los ahorros. La errática administración de Trump, su desdén por el imperio de la ley, y su desbocado déficit fiscal han enfriado el entusiasmo de los inversionistas globales y reducido en el margen el atractivo de la moneda.
La fortaleza de la economía china, y el compromiso europeo con metas fiscales astringentes les han dado una ventaja respecto del dólar en semanas recientes, y probablemente, si los EEUU no cambian su ruta fiscal, estarán detrás de un dólar débil en los siguientes meses.
En el pasado tuvimos ya episodios en donde el gobierno de los Estados Unidos incurrió en disparatados déficit fiscales. También un republicano, Ronald Reagan, se embarcó en una política de gasto, concentrado en el sector militar, con el fin de doblar fiscalmente a la Unión Soviética, quien fue incapaz de sostener el ritmo de gasto de los estadounidenses y se derrumbó.
Muchos economistas entonces apostaban que el disparo del déficit se traduciría en un dólar débil, bajo los mismo argumentos que hemos esbozado en el inicio de esta columna. Pero ocurrió lo contrario: el dólar se fortaleció, como ocurrió en los dos primeros años del gobierno de Trump (y como insistimos frecuentemente en este espacio en nuestros artículos sobre el macho dólar:   https://www.dineroenimagen.com/2016-12-19/81532).
Los déficits de Reagan fueron, contra toda intuición, acompañados por un dólar fuerte. La razón era sencilla: los déficits empujaron las tasas de interés de largo plazo al alza tan fuerte, y esas tasas dieron soporte al dólar durante la explosión fiscal de Reagan-Bush. Lo mismo pareció haber ocurrido durante los dos primeros años de Trump, pero hubo un detalle: las tasas de interés de largo plazo subieron muy poco durante unos meses, y luego comenzaron a bajar ya bajar de nuevo. Y es justo eso lo que pensamos que provocará un dólar débil en los siguientes meses, y quizá de aquí hasta el final del gobierno de Trump dependiendo de la ruta fiscal.
La razón para el fin del macho dólar que produjo la primera mitad de la administración Trump es que, a diferencia de lo que ocurrió con los déficits de Reagan, las tasas de interés de largo plazo de los Estados Unidos no se dispararon. La tasa del bono de 10 años inició la era Trump en 2.6 por ciento, luego del disparo de los déficits la tasa llegó a montar brevemente a 3.1%, pero dadas las tasas tan bajas en el resto del mundo, ese nivel, apenas saliente, despertó el apetito inversor y la demanda por bonos volvió a bajar la tasa.
El otro factor fue el desfonde de los mercados accionarios en diciembre 2018, que amenazó con una reedición de la incertidumbre de 2008-2009. Apenas asomaron las señales de incomodidad en Wall Street y la Fed modificó su mensaje de seguir subiendo tasas de interés, a una posición neutra y de repente, hasta de reducir los réditos. Esta mezcla: de déficit fiscales crecientes y de la Fed manteniendo o bajando tasas de interés es mortífera para el macho dólar. Los siguientes meses serán de debilidad, y como los inversionistas no ven una moneda como una opción sólida, quizá se refugien en ese metal que no pertenece a ningún país: el oro.

sábado, 5 de enero de 2019

El Chantaje De Wall Street Funciona: La Fed Cede

Lo habíamos advertido en una entrega anterior. La Fed no puede ver a los mercados sufrir, es muy susceptible a sus lamentos. De unas décadas para acá los mercados cuentan con “el paracaídas de la Fed”. Saben que en caso de caídas sensibles, la Fed relajará la política monetaria para evitar que los mercados sigan cayendo, y tras escuchar lo que quieren oír, los mercados reanudan las alzas. Ese capítulo re repitió la semana pasada en los mercados del mundo. Pero hay un “pero” esta vez.
El jueves la sesión había sido horrorosa. La otrora mayor empresa del mundo por su valor de capitalización, Apple, había lanzado una advertencia a sus inversionistas, diciendo que sus ventas en general, pero en China en particular, estaban por debajo de lo planeado. La alarma reverberó por todo el mundo: las señales de que la guerra comercial de Trump estaban afectando no nada más a China, sino a las grandes empresas estadounidenses, se extendieron hasta el último rincón de las bolsas de valores, despedazando los principales índices.
El ánimo y la perspectiva eran tan malos, que sólo admitían un remedio: que la Fed saliera a decir que ya no subirían las tasas de interés, y que haría lo necesario para evitar que el daño en las bolsas continuara y acabara afectando a la economía real. Y fue eso justo (casi, casi) lo que ocurrió. Wall Street derramó las lágrimas suficientes para que la Fed sacara de nuevo el paracaídas, y salvara de nuevo a los inversionistas, quienes auparon con un rally fastuoso los precios de las acciones.
El día fue propicio, muy temprano en la mañana se habían publicado los datos de nuevos empleos creados en diciembre 2018, y la cifra había resultado una tremenda sorpresa, más de 312 mil nuevas plazas, muy superior a la expectativa de 175 mil del mercado. 
Los datos tuvieron una recepción mixta: por un lado desmentían los temores de un estancamiento económico disparados por la advertencia de Apple del día anterior, junto con un indicador seguido de cerca por los economistas (el ISM), pero por el otro avivaron el miedo de que la Fed no detuviera, y es más, extendiera, su ciclo de alzas de tasas de interés y de venta de activos financieros en la que se ha embarcado desde 2015 y que ha sido la principal causa detrás de la caída reciente de los mercados.
Pero en eso llegó Jerome Powell, el jefe de la Fed, quien estaba programado para dar un discurso y una sesión de preguntas y respuestas en Atlanta y lo que dijo fue música para los oídos de un asustado mercado. Dijo que la Fed estaría atento, para de ser necesario, adecuar su política monetaria (i.e. dejar de subir tasas) en caso de que el entorno lo requiriera. Dijo también que la Fed podría tomar una pausa en su política de venta de activos financieros para no tensar la oferta/demanda del mercado de bonos. 
En síntesis, la Fed lo hizo de nuevo. Sensible a los sollozos de Wall Street, pronunció las palabras mágicas, dando a entender que de ser necesario, interrumpirá las alzas en las tasas de interés y las ventas de bonos. Justo lo que Wall Street necesita.
El chantaje de Wall Street volvió a funcionar, antes de entrar en territorio bear, logró que la Fed les prometiera que no los dejaría caer, y rebotaron con furia. Pero dentro de los alentadores datos laborales del viernes vino un dato que hay que mirar con atención: las remuneraciones por hora crecieron a un ritmo de 3.2 por ciento anualizado, el más rápido desde el 2009, y una señal de que la variable más importante en esta ecuación podría (quizá, quizá) estar asomando las narices: la inflación.
Hasta el momento, y durante los últimos casi treinta años, el chantaje de la Fed ha funcionado gracias a que la inflación ha estado muerta. El guión ha sido el mismo: los mercado se disparan hasta nuevos récords hasta que la burbuja se revienta, pero para amortiguar la caída y evitar contagio de los mercados a la economía, la Fed sale al rescate de Wall Street bajando tasas e inyectando liquidez. Tal y como lo hizo de nuevo Powell el viernes pasado.
Durante todos estos años el chantaje funcionó y los mercado se recuperaron porque ni antes ni después de la Fed, la inflación presentó un problema. Hay que estar atentos para ver si la buena suerte que hemos tenido los últimos treinta años se repetirá, o si la inflación asoma por allí sus feas narices.