domingo, 27 de septiembre de 2020

Economía Política de la Bicicleta

Lo masivo es la primera víctima de la pandemia. El covid 19 ha destrozado nuestra convivencia multitudinaria, tan necesaria para divertirnos, celebrar, protestar y cambiar nuestras sociedades. Pero también para transportarnos. El transporte masivo ha sido una de las más graves víctimas de la pandemia, así que debemos de pensar qué hacer para no recurrir al auto como remedio para transportarnos dado sus efectos ambientales. La solución está al alcance de la mano, y de las piernas: la bicicleta.

La pandemia ha hecho que la bicicleta haya pasado de ser una bandera un poco hípster, a una solución viable, práctica y necesaria para que las ciudades puedan resolver, así sea parcialmente, el colapso del transporte público masivo producto de la pandemia.

A menos que seamos Wuhan, en donde un aislamiento absoluto y forzado ha logrado erradicar casi por completo al virus, al punto de reactivar los contactos masivos sin riesgo de un rebrote, el resto del mundo no puede reactivar sus redes de transporte metropolitano masivo sin arriesgarse a un rebote en el número de infecciones y de decesos, como se atestigua en Europa (especialmente en el Reino Unido y España) y Estados Unidos, en donde la reapertura de las economías y el intento de volver a la normalidad ha conducido a una segunda fase pandémica.

La bicicleta ofrece una solución parcial, pero de muy bajo costo, a la imposibilidad fáctica de una reactivación total y sin riesgo de la movilidad pública masiva. 

Por más que se intente, reactivar los metros, los autobuses repletos, los microbuses atestados, los tranvías saturados, el riesgo de contagio es tan grande y los efectos de tener quince días después los hospitales de nuevo repletos, no son una política pública que se sostenga mientras no exista una vacuna que se aplica de manera generalizada.

Antes esa restricción, la tentación de recurrir al automóvil como la alternativa para la movilidad metropolitana es muy grande. Y muy peligrosa. La realidad del calentamiento global y el cambio climático es inocultable, y aunque los cínico negacionistas, encabezados por Donald Trump y sus lamentables republicanos, harán lo imposible (hasta robarse las elecciones estadounidenses) para tratar de impedirlo, es urgente comenzar a detener esa otra curva: la de la emisión de gases de efecto invernadero.

Una parte creciente de la población lo ha entendido y el mercado ha tomado nota: la oferta de bicicletas en el mundo es insuficiente para atender la oleada de clientes que buscan compra una. El mayor productor de bicicletas del mundo, Giant, de Taiwán, tiene un retraso de entrega de cuatro meses en sus pedidos. Taiwán es el mayor productor de bicicletas del mundo, y junto con Giant, Merida, cuenta con las mayores empresas fabricantes. No se dan abasto ante el pico de la demanda proveniente de todo el mundo.

Los otros grandes productores de bicicletas, China y la India, manufacturan sobre todo para sus mercados internos, lo mismo que Estados Unidos, quien es también un gran exportador, sobre todo gracias a sus empresas californianas (Trek, Specialized, Santa Cruz, et.al), cuyo Estado se ha convertido en el abanderado mundial de la bicicleta.

Otras grandes productoras son: España, a través de su legendaria cooperativa vasca: Orbea; Francia con Look, que produce bicicletas de alta gama y precio; y por supuesto la tradicional potencia ciclista del mundo: Italia, cuyos fabricantes siguen produciendo algunos de los mejores artículos del sector.

México no cuenta con una jugadora global del sector, a pesar de que los migrantes italianos de Benotto han logrado establecer una marca competitiva, y existen otros fabricantes que podrían tener la capacidad para jugar en el Tour del mercado ciclista global.

El mercado ya está haciendo lo propio: los consumidores, consientes del riesgo del transporte público, y reacios a recurrir al automóvil como solución privilegiada, han disparado la demanda global por bicicletas al punto de agotar la oferta y tener la mayor demanda de la historia.

Los gobiernos deben de responder haciendo las ciudades más amables para los ciclistas, fomentando el uso de la bicicleta, y facilitando la conectividad para los trayectos largos. Las empresas privadas igual: desde facilitar estacionamientos, hasta fomentar una cultura en donde la vestimenta (y si, perdón), el sudor no sean un tema del día a día en los lugares de trabajo. Y los consumidores deben hacer lo suyo también: adoptando la bicicleta.

domingo, 20 de septiembre de 2020

La 5G Avanza, Y Latinoamérica Se Rezaga (De Nuevo)

Quizá la preminencia de la pandemia y sus efectos nos hayan hecho olvidar que, de una u otra forma, “la vida sigue”, y en particular, la economía y sus tendencias más notables continúan cincelando nuestro mundo, como es el caso de la carrera global por dominar el protocolo 5G, el nuevo estándar de comunicaciones móviles, en donde los Estados Unidos y China disputan la preeminencia de lo que según algunos, puede dictar la hegemonía económica de las décadas siguientes.

Las tecnologías detrás del estándar 5G provocarán dos efecto: las comunicaciones móviles serán mucho más rápidas y estables que las actuales, y la capacidad de transmisión será considerablemente mayor.

Ambas características son esenciales para transitar a lo que los tecnólogos llaman “el internet de las cosas”, lo que implica que no únicamente nuestros teléfonos y computadoras estén conectadas a la red inalámbrica y transmitan los datos de lo que hacemos, sino también nuestros autos, nuestros electrodomésticos, los aviones en los que viajamos, las maquinarias agrícolas que trabajan en el campo y las mediciones que hacen de los cultivos, las carreteras que miden el aforo y sus velocidades de manera instantánea, las mesas de operaciones en un hospital y los síntomas vitales del paciente intervenido, todo eso y más, pueda subirse a la red y ser analizado, procesado y utilizado por programas de inteligencia artificial que controlen los artefactos con los que convivimos diariamente.

La 5G es el primer gran paso hacia la automatización de nuestra vida cotidiana, de la cual el desarrollo tecnológico que hemos conocido hasta ahora ha sido el preludio. En un futuro cercano nuestra lavadora sólo necesitará que la carguemos con la ropa sucia, mientras un algoritmo se encarga de inyectar la dosis correcta de agua y detergente y avisarnos a nuestros relojes cuando la ropa esté limpia y seca.

Para que lo anterior pueda ocurrir es necesario que la red inalámbrica que conecta todos los aparatos sea capaz y lo suficientemente robusta para transmitir de manera instantánea y confiable un volumen incalculable de datos e información. Que sea capaz de procesarlos y de regresar con instrucciones a los aparatos conectados a la red, que en un futuro cercano incluirán artefactos inimaginables, como los inodoros, los tractores y las segadoras en el campo, y los cajeros del supermercado.

La 5G es el inicio de tal esfuerzo por hacer del planeta completo una fábrica y un hogar interconectado y automatizado. Los más entusiastas del estándar prometen maravillas tras su implementación, mientras que los más reservados comentan que se trata tan solo de la evolución lógica y discreta del actual estándar 4G que usamos de manera cotidiana.

Lo que ambos bandos comparten, no obstante, es la opinión de que quien domine los protocolos tecnológicos del estándar 5G tendrá una ventaja económica considerable en las próximas décadas, y esta carrera actualmente, es de dos: los Estados Unidos y China.

China, con Huawei a la cabeza, aventaja a los estadounidenses en la cantidad de patentes y equipos capaces de soportar la 5G. De hecho, en el segundo rango se encuentran compañías coreanas, como Samsung, y un par de sorprendentes firmas europeas: Nokia y Ericsson, quienes han podido estar casi a la par con las firmas chinas en esta competencia. 

En lo que respecta a la implementación operativa del estándar, son de nuevo esos tres países: China, los Estados Unidos y Corea, quienes llevan la delantera, con las estadounidenses Verizon y T-Mobil ya ofreciendo servicios en algunas ciudades estadounidenses y las telefónicas chinas y coreanas desplegando el estándar en amplias zonas de sus respectivas naciones, mientras que Europa, en donde incluso el 30 por ciento de los usuarios aún no tienen 4G, va muchos pasos atrás en el lanzamiento del nuevo estándar. Ya no hablemos de Latinoamérica.

De acuerdo con el sitio contxto, sólo el 49 por ciento de los usuarios en Latinoamérica utilizan el estándar 4G, ilustrando la baja penetración de esa tecnología y a baja inversión de las telefónicas en la región. La 5G depende de una cobertura 4G extensa, es su precondición, así que la región y los países que la componen deben de hacer algo, y pronto, para estar listos para el nuevo estándar o la 5G será un nuevo ejemplo de salto tecnológico en que América Latina, volvió a quedarse rezagada, lo que, como en la primera industrialización, y luego la internet y la informática, le ha tomado décadas en emparejarse, mientras que el resto del mundo avanza sin mirar atrás.

 

sábado, 12 de septiembre de 2020

La “V” de CoVid, InVentarios, y AVtos

 Esta columna es patrocinada por la letra V. Así apostaban los mercados financieros, los gobiernos de Estados Unidos y de otros países, que iba a ser el comportamiento de la economía ante los efectos de la pandemia: una caída violenta y una recuperación vigorosa que ganaría en poco tiempo el nivel existente antes de la reclusión. Pero como los datos de la industria automotriz y otros lo sugieren, la rápida recuperación quizá tenga que ver con el ciclo de inventarios, y una vez que sean repuestos, la recuperación no será tan fuerte como se esperaba.

El caso del sector automotriz ilustra muy bien el comportamiento del ciclo de inventarios que parece estar detrás del comportamiento de la economía (y quizá de los mercados), en el corto plazo.

En marzo-mayo, con el cierre de las fábricas, la producción de autos se colapsó casi completamente. Durante ese período, las agencias automotrices echaron mano de sus inventarios para cubrir sus ventas, agotando sus existencias. Cuando las fábricas reabrieron tuvieron que producir casi a capacidad para reponer los stocks de autos que se habían reducido los meses del paro, provocando un rebote vigoroso en la producción y el empleo. 

Pero una vez repuestos los inventarios, y con las ventas moderándose ante los altos índices de desempleo, la demanda de mayor producción de autos nuevos se ha aplanado en fechas recientes, y el dinamismo ha menguado, reflejándose en un enlentecimiento del incremento.

La caída en marzo-mayo que vimos en casi todo el mundo como consecuencia de la decisión de encerrarnos para moderar la propagación del covid, implicó la caída más violenta de la economía global desde la segunda guerra mundial. Prácticamente todos los países registraron tasas de caída de dos dígitos, y un disparo cruento del desempleo.

Pero las cifras de junio-agosto fueron extremadamente alentadoras: los datos de producción, ventas y empleo en casi todos los sectores mostraron una vigorosa recuperación tras la violenta caída, provocando que aquellos que habían pronosticado una recuperación en forma de “V” se sintieran vindicados.

Pero los llamados “indicadores de alta frecuencia”, como el consumo de electricidad, de combustibles, los peajes carreteros, la facturación de tarjeta de crédito y las ventas electrónicas, mostraron desde finales de agosto y en los inicios de septiembre, indicios de flaqueza, arrojando dudas sobre la tipografía de la recuperación económica, y apoyando a quienes decían desde hace meses que la economía se comportaría como el signo de una raíz cuadrada, pero volteada. 

Entre aquellos que parecen estar teniendo una segunda opinión respecto del contorno de la recuperación económica y financiera del mundo se encuentra Wall Street, en donde los principales índices, tras hundirse a sus mínimos el 23 de marzo, comenzó un explosivo regreso que, mes tras mes, día a día, no únicamente recuperó el nivel que tenía antes de la pandemia, sino que destrozó los niveles récords anteriores, y comenzó a marcar uno tras otro nuevos máximos.

Pero el 2 de septiembre, tras marcar un nuevo máximo histórico, el índice Nasdaq, sesgado fuertemente hacia las empresas tecnológicas, comenzó a caer, incluso de manera brusca en un par de sesiones, y tras el cierre del viernes anterior, se encontraba casi diez por ciento por debajo de su récord, arrastrando consigo al resto del mercado y atascando la disparada carrera que Wall Street había tenido desde marzo.

Se ha confirmado que una parte del comportamiento del mercado se debe a la manipulación de inversionistas como Softbank, pero por muy grande que pueda ser dicha manipulación, el mercado sigue reflejando, si bien no la realidad, el sentimiento respecto de la misma, el cual puede ser influenciado por muchas variables ajenas a la economía como tal. 

Wall Street entonces parecería estar reflejando el ánimo que quizá será soportado por el siguiente lote de despachos económicos: que la recuperación se ha enlentecido, siguiendo un patrón que se conoce como “el ciclo de los inventarios”.

Lo que ocurre en el sector automotriz podría ser un reflejo de lo que ocurre en otros, y quizá sea eso lo que Wall Street esté presagiando: que las apuestas por una vigorosa “V” hayan sido demasiado optimistas, y es posible que un recorte de las expectativas de crecimiento esté por concretarse.

 

domingo, 6 de septiembre de 2020

Aquí Se Bajó Una Tasa, Y Cada Quien…

Si usted quiere invertir en uno de los activos más seguros del mundo, bonos del Tesoro estadounidense, el rendimiento que obtendría si invierte a un mes sería de 0.1 por ciento, anualizado. Si invierte a tres años, sería de 0.18 por ciento. Solía ocurrir que entre mayor es el plazo del depósito, mayor el rendimiento, pero en este mercado, la diferencia entre un mes y tres años es insignificante. El mensaje que se desprende de lo anterior es que las tasas, bajísimas, estarán tiradas en el suelo por varios años.

La semana pasada el presidente de la Fed, Jerome Powell, confirmaba lo que el mercado ha estado diciendo desde hace tiempo: las tasas de interés, fijadas por los principales bancos centrales, permanecerán atascadas en niveles bajísimos por un período prolongado de tiempo. 

Algunas economías tienen al respecto una patología incluso más dramática que la estadounidense. En Alemania, por ejemplo, los bunds a un mes rinden -0.595 por ciento, mientras que a cuatro años se ubican en -0.725 por ciento. Es decir, la expectativa en la mayor economía de Europa es que las tasas sigan bajando los próximos cuatro años, y no nada más que permanezcan donde están, como en EEUU.

En el Reino Unido la señal es de tasas sin mayores cambios los próximos seis años. En Australia y Francia de al menos tres años sin moverse. En Japón, en donde las tasas han estado en cero por ciento por décadas, los inversionistas calculan que los próximos seis años el panorama no cambiará significativamente. Algo similar ocurre en los países escandinavos.

En la mayor parte de las economías desarrolladas, la expectativa de tasas de interés ultra bajas, cercanas al cero o negativas, es generalizada, lo que tiene implicaciones muy amplias para la economía y el crecimiento. Tasas tan pequeñas van regularmente asociadas a un crecimiento por debajo del potencial, con desempleo por encima del nivel neutral, y un estado general de abulia económica.

Pero en otras regiones del mundo, la historia es distinta. El rendimiento de los certificados chinos de un año es de 2.51 por ciento; mientras que la tasa del bono de cinco años es de 3.07 por ciento. En Canadá la tasa de un mes es de 0.15 por ciento, mientras que a cinco años es de 0.39 por ciento, muy bajas pero crecientes. Algo similar pasa en México, aunque a un nivel muy distinto, en donde la tasa de un mes es de 4.54 por ciento, y a cinco años es de 4.99 por ciento.En Chile por ejemplo la brecha es dramática, pues la tasa de un mes es de 0.17 por ciento, y la de cinco años es casi diez veces más alta, en 1.5 por ciento.

Las tasas de rendimiento del mercado de bonos suelen reflejar múltiples determinantes, que a veces se cruzan y cancelan entre si. Pero en el fondo responden a dos grandes factores: las cuentas fiscales, y la solidez de la divisa de un país, esta última determinada en buena parte por las expectativas de inflación. 

Los mercados de bonos parecen entonces partirse en dos, un grupo en donde la permanencia de los actuales, bajísimos niveles de tasas, será prolongada, de entre tres y cinco años, y otro grupo en donde las tasas podrían estarse incrementando en los próximos dos o tres años, en algunos casos de manera significativa.

Pero las historias entre ese grupo en donde las tasas apuntan a una remontada en el mediano plazo podrían ser muy divergentes. En el caso de China por ejemplo la historia subyacente quizá sea de una aceleración del crecimiento económico, basado más en el consumo interno que, como hasta ahora, en su avasallante poder exportador. 

China es sin duda el ejemplo más exitoso de control de la pandemia del Covid. Por métodos que quizá en occidente no habrían sido tolerados, el gobierno y sociedad chinos gozan de hoy de mínimos contagios y por tanto, de la capacidad de reabrir su economía para poder volver a crecer, a diferencia de los países de occidente, en donde la reapertura económica se ha encontrado con el frenón intermitente producido por los rebrotes pandémicos.

China volverá a crecer, acelerándose gradualmente, y más basada en su mercado interno, por lo que las expectativas de mayores tasas que modulen el crecimiento se están descontando desde ahora.

Pero Chile y Canadá, dos economías muy dependientes de los precios de las materias primas, quizá estén diciendo otra historia. Quizá ellos, jalados por la demanda de insumos proveniente de una pujante China, serán beneficiados por mayor crecimiento mientras que Europa y Estados Unidos se estancan. Así, cada país, incluyendo México, tiene una historia particular.