sábado, 29 de abril de 2017

El País De La Mariposa Monarca: El Nafta

Hay un cuarto país en Norteamérica. Más grande territorialmente que cualquiera de los otros tres. Un cuarto país que no tiene ciudad capital, que no tiene congreso ni cortes. (Pero si tiene un símbolo, la mariposa monarca). Es un cuarto país que nadie sabe bien a bien en dónde está, pero que al menos en el corto plazo, se ha salido esta vez con la suya. Este país se llama Nafta, y ha doblegado dramáticamente a la fierecilla domada: Donald Trump, haciendo que los presidentes de los otros dos países le llamaran abogando por él. Y ha logrado sobrevivir.
Así funcionan los grupos. Suelen ser distintos a la suma de las partes. Desde una pareja, a una multitud, a una nación, la suma de voluntades tiende a tener una personalidad distinta a la de sus componentes. Nafta es un tratado de libre comercio entre los tres países de Norteamérica. Ese tratado ha creado a lo largo de los 23 años de su existencia, un ente que no es ni Canadá, ni Estados Unidos, ni México, pero que se les parece. Todo mundo hablamos de esa entidad llamada Los Beatles, y no de Paul, John, George y Ringo. Un clásico entre Real y Barça es entre dos entes, no entre 22 individuos. Jean Paul Sartre dedicó profundas reflexiones justo al tema de los grupos que valdría la pena recordar.
Porque fue justo ese grupo, el país Nafta, el que se impuso sobre Trump, obligando a los presidentes de los otros países a doblarle la mano y a convencerlo de tragarse su veneno. Desde empresarios manufactureros, hasta comerciantes; desde ambientalistas, hasta académicos; desde políticos hasta periodistas y artistas; unos más que otros, buscaron presionar al vociferante Trump para que reculara de su desquiciante promesa de campaña que amenazaba con hacer realidad la terminación del Nafta. 


Esa nación Nafta, que habla en inglés, español y francés, e incluso en otros idiomas, se ha impuesto como una realidad superior al poder ejecutivo estadounidense, pero también fue capaz de mover a los otros dos países en su favor. Nafta es un cuarto invitado a la mesa que en esta ocasión fue defendida por los otros dos en contra de su creador original, los EEUU, quien súbitamente quiere repelerlo.
Nafta es un país en sí mismo, que se enfrenta económicamente a otros países en la concurrencia mundial: a la amenazada Europa, a la continental China; al Sureste Asiático; a Japón y Corea. Nafta es el país económicamente más poderoso de la tierra, el más competitivo, el mayor exportador del mundo. Cierto, la mayor parte del anterior aserto se explica por la preeminencia de los Estados Unidos dentro de Nafta, pero ese es justamente el punto.
El principal beneficiario de Nafta han sido y serán los Estados Unidos. Por eso fueron sobre todos las corporaciones de ese país las que convencieron al suicida de Trump de no jalar al gatillo de la pistola que el insensato tenía apoyada en contra de su propio paladar. Fueron las corporaciones estadounidenses las que mayoritariamente convencieron al desquiciado de no saltar del alto edificio desde donde había prometido a sus electores inmolarse. Los Estados Unidos necesita a Nafta para que sus empresas compitan con los bajos salarios de Asia; sus empresas necesitan a Nafta para que las materias primas del vasto continente fluyan sin mayores costos; necesitan a Nafta para crear el mercado con el mayor poder adquisitivo del mundo; y para evitar la trampa demográfica en la que están hundidas Europa, Japón y muy pronto, hasta China.
Las economías de los tres países que conforman el Nafta lo saben: los déficit y superávit entre ellos son una ilusión óptica. El superávit en cuenta comercial de México con los Estados Unidos, el gran vudú de Donald Trump, tiene como correlato una cuenta de capitales enormemente superavitaria para los EEUU. Más aún, si consideráramos una balanza de pagos unificada entre las tres economías que la conforman, mi sospecha es que la cuenta intra-Nafta estaría relativamente balanceada.
La economía del país Nafta es sólida en general, y balanceada. Como todas, tiene sectores perdedores que deben de ser atendidos y grandes problemas que deben ser resueltos, pero quizá la mejor idea sea hacerlo dentro del marco de un Nafta mejorado. Y no fuera de él. Hace 23 años, cuando se negoció el tratado. México renunció a constituir instituciones multilaterales de fomento y a reglas que permitieran equilibrar a los perdedores. Eran los años de una curiosa religión: aquella donde el mercado solito resolvía todo. A la luz del estruendoso fracaso de esa economía fetiche, cuando ya sabemos que una regulación alineada con incentivos es necesaria. Cuando hemos visto lo fuerte que somos los mexicanos y cuánto dependen de nosotros los Estados Unidos, al punto de que, junto con Canadá, podemos cambiar el sentido del discurso y la acción de Trump. Tomémosle la palabra al soflamero: renegociemos Nafta. 

domingo, 23 de abril de 2017

Francia: La Resignación Cartesiana

El establishment necesita romper con el establishment para poder reinventarse. Tal es la lección del primer turno de la elección francesa, en donde el independiente Emmanuel Macron superó incluso a la favorita Marine Le Pen, del ultra derechista Frente Nacional. Los dos partidos que habían dominado la política francesa de la quinta república, los conservadores y los socialistas, quedaron fuera de la segunda vuelta, ilustrando el descrédito que el modelo que ambos cincelaron sufre entre la población.
Pero la elección francesa es por demás interesante. Emmanuel Macron es quizá más más pro-euro y más pro-mercado que cualquiera de los candidatos del establishment: ya sea conservador o socialista. Los franceses parecen haber dicho: “la Europa unida y la moneda común son una buena idea, pero quienes la implementan han sido un desastre”. O bien quisieron decir: “Europa unida y el euro son un desastre, pero votar por el populismo de ultraderecha o de ultraizquierda sería mucho peor”.


Si Macron y los mercados leen el resultado de la elección francesa del domingo como un voto de confianza al euro, estarán equivocados. Los franceses han votado resignados por Macron y lo que representa con tal de no enfrentar una opción infernal: o la destrucción de Europa por la ultraderecha o por la ultraizquierda. Se han aferrado a la idea de Europa resignados, no convencidos. Su voto ha sido cartesiano y responsable. Pero no entusiasta.
Los franceses se han dado cuenta, como lo han hecho de manera intermitente desde el año 800 con Carlomagno, que son el corazón de Europa, y resignados, han aceptado el peso de dicha responsabilidad. Han aceptado el largo camino de la lenta transformación de un continente económicamente anquilosado preservando ineficientes instituciones comunitarias, antes que apostar peligrosamente (como lo hicieron los británicos) por el desmembramiento del proyecto común y el de buscar cada quien su ruta, lo cual se ha demostrado históricamente que sólo conduce a la guerra.
Los mercados y los analistas están seguros que en el segundo turno, dentro de quince días, Emmanuel Macron se impondrá a Marine Le Pen. Quizá sea ese el escenario más probable hoy, pero hay que estar muy atentos: el terrorismo podría golpear de nuevo y cambiar el escenario, el atavismo de los comunistas de Melenchon (que obtuvo 19.6% del voto), que lo ha llevado a no dar consigna, podrían reducir el margen de victoria de Macron; Trump podría meter las narices, o Putin las suyas. Muchas cosas pueden pasar pero por el momento un escenario en donde Macron gana la presidencia es el más plausible.
Pero los próximos quince días deberemos preguntarnos: ¿Cómo gobernará Francia un presidente sin diputados? Las elecciones para la asamblea nacional serán en junio, y la plataforma de Macron, En Marche!, quizá no gane mas que una bancada pequeña y tenga que sentarse a negociar con los Republicanos y en mucha menor medida con los socialistas.
Y es allí en donde la salida planteada por Macron representa una contradicción.
Su plataforma es más pro-Europa que la de los dos partidos del establishment, pero tuvo que romper con ellos para poder ganar. Rompió con ellos, pero no a ellos. Los dos partidos seguirán dominando el congreso francés y condicionarán la política de Macron produciendo quizás un impasse. No muy distinto al impasse que, en otras circunstancias, ha enfrentado Donald Trump en Estados Unidos, cuya agenda extremista se ha visto limitada por los intereses creados dentro de su propio partido.

Pero como le es propio al carácter de Francia, lo que ocurre allí suele ser más grande que si misma. Con resignación, pero los franceses han aceptado el reto de definir una opción: o globalización o aislamiento á la Trump, o aldeanismo á la Brexit o multilateralismo. O Europa o balcanización del mundo. Varias veces en la historia los franceses han tenido que decidir en nombre de la civilización, y en la mayoría han estado a la altura. Veremos qué ocurre esta vez.

domingo, 2 de abril de 2017

Donald Vs Trump: La Fierecilla Domada

Donald Trump llegó a la presidencia convenciendo y convencido de que llegaría a Washington tirando la puerta a patadas y cambiando el mundo en un santiamén. Hombre que desde que nació ha tenido su empresa en donde se hace su soberana voluntad, está sufriendo en carne propia la muestra de que el poder es como el mar: nada lo mueve, pero se mueve. Y no hay forma de pararlo.
El poder en el Estado democrático moderno es autónomo. El presidente sólo jala una polea, aprieta un botón, o da un golpe de timón para encaminarlo en una dirección o en otra: pero nadie puede moverlo por si sólo, nadie puede voltearlo de cabeza. Incluso en regímenes presidenciales tan absolutos como era el PRI mexicano de los años setenta, José López Portillo, quien representó la cúspide del poder unipersonal, razonaba que el presidente es apenas “el fiel de la balanza”: el más igual entre pares que inclina a un lado o al otro el enorme peso del poder estatal.
Donald Trump, ignorante supino de la cosa pública, hizo creer y creyó, que manejar el poder del estado era como manejar uno de sus clubs de golf: tronando los dedos y esperando el resultado.
Donald Trump fue electo como el héroe de la ultraderecha. Montado en la plataforma híper-conservadora, avasalló a los republicanos centristas y luego a los demócratas que la jugaron desde el centro. ¿Y quién le ha propinado a Trump la que ha sido su peor derrota política en tan sólo diez semanas de gestión? La ultraderecha que lo prohijó y cuyas banderas arropó para dinamitar al centro. No nada más no puede controlar el estado, sino que no puede manejar a la ultraderecha que lo propulsó.
Como decíamos en un comentario anterior. Trump tiene dos opciones: o se entrega a la ultraderecha que tan bien le sirvió como candidato, pero que tanto le estorba como presidente, y en ese caso, su presidencia se acaba; o bien se corre hacia el centro y abraza a los republicanos de centro a quienes insultó y escupió durante la campaña, e incluso lanza una guirnalda a sus odiados demócratas si quiere sacar una agenda mínima en los próximos meses, en cuyo caso se ganará el odio de la ultraderecha.
La reacción inmediata de Trump ha sido la de repudiar a la ultraderecha, incluso con sus mortales tweets, y abrazar a quienes vapuleó: a los republicanos de siempre, a sus odiados políticos de Washington, mostrando que la mole del poder del Estado acaba siempre venciendo a aquellos que quieren escapársele: como la gravedad.
El mismo patrón salta por todos lados: Tillerson, el Secretario de Estado, alabó a la OTAN y amenazó a Rusia, contraviniendo lo dicho por su jefe Donald Trump, quien había llamado a la alianza atlántica “obsoleta”. Sus órdenes ejecutivas para contener la migración de países musulmanes, demasiado extremas, han tenido que ser moduladas y archivadas ante la acción de jueces y juzgados. Y si el borrador de propuesta de modificaciones al TLCAN con México y Canadá filtrado por el Wall Street Journal la semana pasada es el documento que está siendo preparado, sería la mayor constatación de que la rabia espetada por el candidato Donald, se está transformando en los maullidos del presidente Trump ante la imposibilidad de conculcar el estatus quo como él pensó e hizo pensar que podía hacerlo.
Trump tiene un par de tópicos urgentes en donde va a tener que tragarse enteritas las palabras del candidato Donald: para empezar el presupuesto. Si Trump insiste en construir el muro frente a México, y aumentar el gasto militar que el candidato Donald prometió, los republicanos, especialmente los más conservadores que han jurado impedir que el déficit fiscal crezca, no lo van a acompañar y pueden darle un revés igual o peor que el del fallido repudio al Obamacare. La solución normal sería buscar el apoyo de los demócratas, pero ni Trump los va a buscar, porque sería aceptar que Donald se equivocó, ni los demócratas se van a ofrecer.
Todo esto ocurre en una arena en donde Trump ha visto que la popularidad que le dio el Donald se ha derrumbado, y que es el presidente más impopular de la historia antes de cumplir los primeros cien días de gobierno. No tiene apoyo en los medios, sus hijos y yernos están siendo monitoreados por cínicos conflictos de intereses, y el expediente de la influencia de Rusia y Putin en su campaña y gobierno no lo van a soltar en el corto plazo.
Y luego viene China. Esta semana Washington recibirá al líder chino Xi Jingpin, y vamos a ver si Trump es tan vociferante como lo fue Donald. Donald culpó a China de inventar el mito del calentamiento global; llamó al gigante asiático un manipulador de su divisa; juró revertir el monstruoso déficit comercial con ese país; y habló incluso de beligerancia y rayas en el agua del mar de China. Vamos a ver si el presidente confirma lo que dijo Donald. O si Trump se traga todas sus palabras. 

sábado, 1 de abril de 2017

Poemas Para Beber (Y para ligar) En El Starbucks: Oyendo Llover A Octavio Paz

Julio Cortazar decía que para él, la poesía de Octavio Paz era como una estrella polar. Yo comparto el dictum: sin ella, al igual que el argentino, yo estaría perdido. Sin saber hacia dónde navegar.

No exagero. No es una licencia poética. Comenzándolo a leer en mi temprana adolescencia, Paz no sólo es mi poeta: es mi instructor, el reto perpetuo por pensar las cosas como él las habría pensado, en leer la vida como él la habría leído, un motor intelectual y musical que nunca me ha abandonado.

Cuando pienso en el Brexit y en Trump, cuando leo a Amichai o a Muldoon, cuando veo un cuadro de Anselm Kiefer, en algún momento pasa siempre por mi cabeza qué hubiera pensado él, cómo habría visto lo que yo veo. Inevitablemente. Sin darme yo cuenta de ello.

Ayer 31 de marzo de 2017, Octavio Paz habría cumplido 103 años, así que esta entrega de "Poemas para beber en el Starbucks" es para él.

Hace 30 años, en 1987, con 73 años de edad, Octavio Paz publica un libro hermoso: "Árbol Adentro", en aquella bellísima editorial llamada Seix-Barral. El libro abría con uno de los poemas más lindos que yo haya leído:

Óyeme como quien oye llover


Óyeme como quien oye llover,
ni atenta ni distraída,
pasos leves, llovizna,
agua que es aire,
aire que es tiempo,
el día no acaba de irse,
la noche no llega todavía,
figuraciones de la niebla
al doblar la esquina,
figuraciones del tiempo
en el recodo de esta pausa,
óyeme como quien oye llover.

Sin oírme, oyendo lo que digo
con los ojos abiertos hacia adentro,
dormida con los cinco sentidos despiertos,
llueve, pasos leves, rumor de sílabas,
aire y agua, palabras que no pesan:
lo que fuimos y somos,
los días y los años, este instante,
tiempo sin peso, pesadumbre enorme,
óyeme como quien oye llover,
relumbra el asfalto húmedo,
el vaho se levanta y camina,
la noche se abre y me mira,
eres tú y tu talle de vaho,
tú y tu cara de noche,
tú y tu pelo, lento relámpago,
cruzas la calle y entras en mi frente,
pasos de agua sobre mis párpados,
óyeme como quien oye llover,
el asfalto relumbra, tú cruzas la calle,
es la niebla errante en la noche,
como quien oye llover.

Es la noche dormida en tu cama,
es el oleaje de tu respiración,
tus dedos de agua mojan mi frente,
tus dedos de llama queman mis ojos,
tus dedos de aire abren los párpados del tiempo,
manar de apariciones y resurrecciones,
óyeme como quien oye llover,
pasan los años, regresan los instantes,
¿oyes tus pasos en el cuarto vecino?
no aquí ni allá: los oyes
en otro tiempo que es ahora mismo,
oye los pasos del tiempo
inventor de lugares sin peso ni sitio,
oye la lluvia correr por la terraza,
la noche ya es más noche en la arboleda,
en los follajes ha anidado el rayo,
vago jardín a la deriva
entra, tu sombra cubre esta página.


El castellano es un idioma poético. Su consonancia le da un poderío incomparable. Y en su genio está siempre lo poético. "oír como quien oye llover" es una frase del habla popular, un dicho de todos los días para decir que ponemos poca atención. Como un "ready made" Octavio Paz toma esa frase popular -le encantaba hacer eso- y construye una cantata, una pequeña aria sensual, ligadora, de una elegancia dulce línea a línea pero que cuando se acaba de leer conforma un poema romántico súper poderoso: una herramienta de seducción inigualable.

No creo equivocarme, si existe un poema que sirve para ligar, es "Óyeme como quien oye llover", de Octavio Paz.

Postdata:

¿Qué tan chingón era Octavio Paz? Digamos por ejemplo que el prefiguró, predijo a Starbucks.

Lean estos versos de uno de sus más grandes poemas: "Piedra de Sol":

«yo vi tu atroz escama, /
Melusina, brillar verdosa al alba, /
dormías enroscada entre las sábanas /
y al despertar gritaste como un pájaro /
y caíste sin fin, quebrada y blanca, /
nada quedó de ti sino tu grito»

Melusina es un personaje creado por el francés Jean D'Arras, en una serie de cuentos publicados en 1392, quien era presa de una terrible maldición: todos los sábados (ojo por si la ven hoy) se convertía en serpiente de la cintura para abajo. Alguna de sus representaciones, para atenuar la fealdad de ese semi-reptil, representan a Melusina no como mitad serpiente, sino como una Sirena coronada.

La más conocida de esas representaciones de una Melusina light es justo la dama verde del Starbucks. Si. La sirena del Starbucks es Melusine.