domingo, 24 de junio de 2018

El Delicado Balance Del Banco De México

La nube negra de un fracaso del TLCAN sigue pesando como el riesgo macroeconómico más importante de México en el corto plazo. El resultado de la elección presidencial y sus implicaciones inmediatas parecen haber sido ya incorporadas en los precios de los activos financieros hasta el momento, y la volatilidad que reverbera entre las divisas de mercados emergentes se ha moderado en fechas recientes.
Pero la inflación mexicana ha detenido su descenso. Las últimas cifras muestran una tasa anualizada ligeramente superior al 4.5%. Muy por debajo del casi 6.5% que trepó el año pasado, pero lejos aún (y persistentemente lejos) de la meta del 3% que se ha fijado el Banco de México. 
La persistencia de la inflación es preocupante porque tanto los analistas, el mercado, y la opinión general, concedieron que el rebase de la meta de inflación en 2017 se debió a factores extraordinarios y de una sola vez (el ajuste de las gasolinas entre ellos), que no se repetirían en 2018, y que una vez transcurrido los efectos de dichos eventos, la inflación convergería hacia la meta del Banxico.
Pero tal convergencia no ha ocurrido en pleno. La inflación no ha descendido hacia la meta conforme al calendario y las metas esperadas por el mercado y esto tiene dos consecuencias: primero, sigue presionando a las tasas de interés de largo plazo; y segundo, no abona a la credibilidad del Banxico en tanto domador de la inflación doméstica.
El problema del Banxico es que luego de la serie de eventos que le dispararon la inflación por encima de su meta, el principal factor avivando el alza de precios no está bajo su control: la furia desquiciada de Donald Trump, quien un día peor que otro, torpedea de manera irracional al TLCAN incluso cuando dicho acuerdo es una pieza fundamental de la competitividad de la economía norteamericana.
¿Cómo proteger al peso contra los ímpetus enloquecidos del líder estadounidense en medio de un contexto complicado por la elección presidencial doméstica, la Fed subiendo tasas, y la inflación doméstica terca por encima de su meta? 
Los Bancos Centrales son animales muy peculiares: tienen un aspecto muy intimidante, una estatura imponente, un rugido impactante, pero en realidad solo tienen un colmillo para morder: la tasa de interés de corto plazo. No es un arma menor, es una herramienta muy poderosa, pero es casi la única daga tangible en sus manos. Tienen otra, etérea y misteriosa, que a veces muerde más: su credibilidad.
Y la credibilidad y la tasa de interés, si se usan bien, son los dos filos del mismo cuchillo: la credibilidad de un banco central depende en buena medida de su capacidad de mover las tasas de interés en el momento y en la intensidad precisas.
La globalización de las economías implicó para los bancos centrales del mundo un reto arduo: lidiar con la complejidad extrema. Cuando el mundo era un conjunto de economías relativamente cerradas, la política monetaria era un arte relativamente sencillo: al mover la tasa de interés de corto plazo en una dirección el resto de las tasas de los distintos plazos se movían en la misma dirección, y las repercusiones de dicha acción sobre otros activos financieros era relativamente.
La semana pasada el Banco de México subió la tasa de interés de corto plazo en previsión de la volatilidad que viene y como una forma de anclar el tipo de cambio que se había disparado desde que le fecha fatal para acordar el TLCAN expiró sin acuerdo alguno. Afortunadamente los mercados reaccionaron de buena manera: al alza de tasas de corto plazo lo acompañó una baja en las tasas de largo plazo, en lo que parecería un voto de confianza de los mercados al Banxico de que sus acciones actuales se traducirán en menores costos del dinero en el futuro, una vez que la actual turbulencia amaine.
Pero quizá entraremos a la etapa más complicada del proceso. Normalmente un presidente estadounidense sería cauto respecto de su agenda legislativa ante las elecciones intermedias. Pero este no es un presidente típico y probablemente, en su cálculo bilioso (literal), piense que despedazar al TLCAN le pueda servir para retener el Congreso en su columna. Eso puede ocurrir en un contexto en que la Fed siga subiendo tasas y México esté en un período de transición política. En otras palabras, el arsenal del Banco de México seguirá abierto y listo.

sábado, 16 de junio de 2018

EEUU Vs China Y México: La Muerte Del Liberalismo

Que el liberalismo ha fracasado de manera estrepitosa es tan evidente como leer los titulares de la prensa económica de estos días. Allí donde se hablaba de libre comercio, hoy se levantan aranceles y barreras; allí donde había fronteras abiertas, hoy hay políticas anti-migración. El victimario del liberalismo es justamente su otrora principal defensor: los Estados Unidos filicidas. ¿Qué ocurrió para que la receta liberal haya pasado de ser el bálsamo con el que todo se curaba al veneno que debe ser combatido?
En las últimas semanas me ha tocado leer algunas notas de la prensa financiera argumentos sobre cómo los EEUU pueden ganar la guerra comercial que han desatado contra casi todo el mundo, incluyendo México y ahora China. El rosario de argumentos, que pueden parecer coherentes en su estructura parten de una falacia: el que pueda haber ganadores en una guerra comercial. Los únicos posibles ganadores de una guerra comercial son las grandes compañías con poder de mercado que ante la ausencia de competencia podrán cargar mayores precios y ofrecer peores productos a sus consumidores. Habrá ganadores individuales, pero el colectivo no puede ganar. Es imposible.
La dialéctica de la globalización es una ley de hierro: para abaratar los costos y aumentar los márgenes de ganancia las empresas globales abrieron el mercado chino hace tres décadas, buscando la inmensa reserva de mano de obra barata. Pero la eficiencia de las cadenas de valor implicó una gradual transferencia del saber tecnológico a China, cuyas élites de poder, industrial y financiera, una vez que dicha transferencia alcanzó una masa crítica, comenzaron a jugar a occidente en condiciones de igualdad en un sector tras otro, y en varios incluso, a superarles.
La coalición empresarial y política que llevó y sostiene a Trump en la Casa Blanca ha decidido castigar el comportamiento chino de usar la tecnología estadounidense para avasallar a sus empresas, usando y abusando de los enormes subsidios que China dispensa a sus conglomerados, provenientes del colosal superávit comercial que genera la máquina exportadora del país de en medio.
El abrazo del proteccionismo vociferante (o lo que es lo mismo, la muerte del liberalismo) por parte del gobierno estadounidense ignora un hecho histórico: la fortaleza económica estadounidense hizo lo mismo en los siglos XVIII y XIX a Inglaterra, Francia y Alemania. Estados Unidos fue el gran ladrón del saber tecnológico europeo, y con sus materias primas y mano de obra más baratos fue más eficiente que las economías del viejo continente hasta que acabó avasallándolas y dominándolas.
La historia se repite, y se repetirá. Trump está peleando contra las fuerzas de la acumulación de capital y de la historia y por lo tanto está destinado al fracaso. El filicidio del liberalismo que estamos presenciando es la reacción desesperada de la élite industrial y económica estadounidense por curar los excesos del liberalismo que tan útil les fue en el pasado. 
Gracias al consenso liberal pudieron abrir las fronteras chinas para usar su fuerza de trabajo y sus mercados. Pero el gigante chino aprendió y con el pragmatismo que lo caracteriza utilizó lo del liberalismo lo que le servía (abrir los mercados occidentales), pero supo usar las herramientas del dirigismo: subsidios masivos, apoyo a industrias concretas, aranceles ocultos, robo disfrazado de propiedad intelectual, el acomodo del estado de derecho siempre que le favoreciera.
Quizá Trump vea hoy que el liberalismo es una candidez. Quizá piense que quien se conduce con las reglas de “juego limpio” del liberalismo tarde que temprano va a perder contra quien dobla las reglas sin romperlas a su favor. “Esta masacre acaba aquí”, espetó vociferante en su discurso de inauguración, refiriéndose al déficit comercial estadounidense, y amenazando desde entonces con botar el esqueleto liberal a la basura y armarse con el serrucho y el piolet del proteccionismo.
Las dos mayores economías del mundo han abandonado las reglas del “juego limpio” del liberalismo. En ambos países el liberalismo es un implante, pero allí donde surgió, en Europa, un inusitado campeón del liberalismo, Alemania, logra hasta el momento mantener el consenso, cada vez más asediado, alrededor del mismo. Pero lo curioso es que, parafraseando una frase memorable: quizá el último liberal del mundo morirá de viejo en un cenáculo editorial en México.

domingo, 10 de junio de 2018

El Peso Ha Aguantado Hasta Ahora: ¿Pero Aguantará?

El peso mexicano rompió la semana pasada la barrera de los 20 pesos/dólar de nuevo y rozó los 21. Pero considerando todos los factores que trae a cuestas, la moneda mexicana ha tenido un desempeño mejor al que se temía: elecciones domésticas intensas; un presidente estadounidense neurótico y narcisista que amenaza el TLCAN; la Reserva Federal trepando sus tasas de interés; y la inflación doméstica por encima de los objetivos del Banxico. Dado lo anterior al peso no le ha ido tan mal.
La respuesta para el comportamiento relativamente estable del peso (comparémoslo por ejemplo con el desfonde de la lira turca, el peso argentino, o a últimas fechas, el real brasileño) no es tan difícil de explicar: el Banxico se movió antes, en previsión de este escenario, y subió los réditos de referencia domésticos hasta los actuales niveles, anclando la cotización y protegiendo la moneda contra lo que era previsible que venía en camino.
Mientras que Argentina, Turquía y Brasil han tenido que subir sus tasas domésticas de interés en medio del embate reciente que han sufrido sus divisas, el Banxico no ha tenido que apretar las condiciones monetarias para ordenar el mercado, pues lo que otros mercados emergentes están haciendo sobre las rodillas y a regañadientes, el Banco de México lo hizo hace algunos meses de manera ordenada.
De finales de diciembre de este año a mediados de abril, el peso respondió a un contexto de acusada volatilidad local e internacional de una forma peculiar: apreciándose. Mientras otras monedas de países emergentes se desfondaban, el peso se fortalecía y tras casi rozar la barrera de los veinte contra el dólar, la moneda mexicana se apreció hasta alcanzar casi los dieciocho la tercera semana de abril.
Vale la pena recordar que en diciembre de 2015, hace poco más de tres años, la TIIE, nuestra tasa de referencia interbancaria, se encontraba en alrededor de 3.30. Hoy se encuentra en 7.85%. Es decir, el costo del dinero se ha más que duplicado en México en los últimos tres años, y la cuesta de esa alza se dio de manera particular en un período de quince meses que va de julio de 2016 a enero de 2018. 
El alza en las tasas mexicanas ha seguramente tenido sus efectos en la economía doméstica, aumentando los costos financieros de los proyectos y modificando las decisiones de inversión de empresas y familias, pero la decisión de apretarlas contribuyó a que la paridad peso/dólar haya sido relativamente estable y a que a pesar de los intensos vientos cruzados que sufre la economía mexicana, la divisa se encuentre en relativa calma.
¿Pero la estabilidad relativa que hemos visto continuará en las próximas semanas/meses? ¿y el costo de mantenerla será de nuevo una serie de apretones en las condiciones monetarias?
Hasta el momento el mercado cambiario ha sido flemático respecto del principal de los riesgos que enfrenta: la encrucijada del TLCAN. Clasificando la serie de riesgos presentes, creo que el mercado asigna la mayor fuente de volatilidad potencial a un cambio desfavorable en las reglas comerciales en Norteamérica. 
Creo que están en lo correcto: durante los últimos años los flujos comerciales, y con ello, los de divisas, se han regido por un marco claro e integrado. Si ese marco cambia y los montos de dólares que fluyen por el sistema se reducen y su flujo operativo se encarece por defecto de un mal TLCAN o de plano por el abandono del mismo, es muy probable que el mercado cambiario responda con una ronda aguda de volatilidad y alzas.
Si ese escenario se materializa la respuesta del Banxico quizá sea la misma (pues su arsenal no es muy amplio, por diseño), subirá de nuevo las tasas de interés para proteger la moneda y evitar una trasiego hacia la inflación doméstica. Pero en ese escenario el Banxico no podrá sólo estabilizar el entorno, y el conjunto de las instituciones económicas y financieras del país deberán de empujar en la misma dirección.
Si el futuro del TLCAN depende de un lamentable líder estadounidense quien insulta a sus aliados del G7 y se niega a firmar el acta de la reunión que tuvieron recién en un pueblito de Quebec, antes de ir y casi arrodillarse ante el dictador norcoreano, debemos entonces de prepararnos para lo que ya debíamos de estar preparados desde que supimos que el vociferante e inestable Donald era electo presidente: lo peor.

sábado, 2 de junio de 2018

Los Aranceles De Trump: Mordida De Perro Que Ladra

Cuando estamos ante el peligro de una gran pérdida solemos tener dos comportamientos, ambos racionales: o bien estamos perpetuamente alerta, o bien ignoramos el riesgo. El primero implica costos mayores, estar siempre alerta consume tiempo y energía, pero si el peligro se materializa la pérdida es menor. El segundo es menos costoso, zambullir la cabeza en el piso es cómodo, pero si el riesgo acude, las pérdidas son totales. El mercado peso/dólar parece haber tomado la segunda ruta, pero a últimas fechas parece darse cuenta que no puede ignorar el riesgo por más tiempo: las amenazas de Trump pueden cumplirse.
Los mercados han sido hasta el momento, flemáticos: han menospreciado el riesgo de que Trump cumpla sus amenazas contra México: salirse del TLCA, imponer aranceles, construir el muro y deportar a cientos de miles de paisanos. Esos miedos hicieron que el dólar se trepara casi hasta los 22 pesos antes de la elección de Trump de Noviembre 2016, pero tras la elección el peso tuvo un rally fantástico, de alrededor de 10 por ciento. La razón para ese rally fue la apuesta flemática de los mercados de que Donald Trump es perro que ladra y no muerde. Pero ya mordió.
Tras la elección de Trump, el peso, que se había hecho pedazo las vísperas, inició un rally poderoso, montado en un alza similar en las bolsas, a pesar de la retórica anti-mexicana de Trump. Los primeros meses del neoyorquino fueron un fracaso tras otro: la reforma de salud, las acusaciones de la trama rusa que lo acercan a su defenestración, los republicanos perdiendo elecciones en enclaves que se creían inexpugnables. Y a cada fracaso el peso ganaba terreno: Trump sería incapaz de cumplir su agenda anti mexicana y por lo tanto, como el mercado apostaba: Trump es un perro que ladra pero no muerde.
Pero hay un escenario en que las mordidas pueden comenzar, y es justo el caso en que Trump se vea presionado a cumplir su agenda anti mexicana en compensación del fracaso del resto de su agenda y en caso en que el escándalo ruso se desborde. Así parece proceder el magnate: ante su fracaso por acorralar a China, dispara aranceles contra la Unión Europea, Canadá y México; ante su incapacidad para doblegar a Corea del Norte, impulsa el muro y prepara la deportación masiva. Si este patrón se mantiene, y si las encuestas siguen mostrando que los republicanos perderán el control del Congreso y el Senado en las intermedias de noviembre, Trump podría acentuar su agenda antimexicana para compensar sus pérdidas locales.
El mercado peso/dólar puede ignorar hasta cierto punto el muro, las deportaciones, y el tono antimexicano del vociferante, pero no puede ignorar el riesgo de salida del TLCAN. Hasta el momento el mercado se ha confiado a que el TLCAN es una pieza esencial para el principal logro de Donald Trump: el rally de las bolsas. Sabe el mercado que si Trump desconecta el TLCAN las acciones de las grandes empresas estadounidenses, las grandes beneficiarias del Tratado, podrían despeñarse y acabar así con el único palmarés de la administración actual.
Por eso el mercado ha decidido menospreciar el riesgo de un fin del TLCAN. Por eso impulsaron al peso desde los 22 a los 20 contra el dólar: calculan que el costo de desenchufar el TLCAN sería tan grande para Trump y la economía estadounidense, que sólo un loco lo haría. Y es allí donde quizá los inversionistas se equivoquen. Quizá si hay un loco dispuesto a hacerlo y está en la Casa Blanca. Los inversionistas quizá cometan el error de creer que Trump piensa al igual que ellos: que jamás podría arriesgar los beneficios tan grandes del TLCAN a cambio de las magras ganancias que le representaría cumplirle al electorado que lo ascendió al poder.
Trump es un ególatra que sólo tiene una prioridad por encima de su narcisismo: el dinero. Los grandes capitanes de la industria, a quienes ve como sus pares y los hospeda en sus resorts, le han presionado para que por mucho que ladre, no muerda en el tema del TLCAN. Pero la historia muestra que la egolatría es la principal enemiga de la racionalidad económica: y la patología de Trump podría desembocar en una mala sorpresa para el peso.