domingo, 21 de abril de 2024

Donde Hubo Burbujas, Innovación Queda

Hace un cuarto de siglo, las acciones de empresas tecnológicas sufrieron un quebranto legendario. Un episodio que se conoce como el pinchazo de la burbuja de las punto-com, cuando centenas de empresas ligadas a internet se desplomaron. Pero las que sobrevivieron mostraron que algo de razón había en la burbuja especulativa que se reventó en el inicio del siglo. Dos décadas después, las sobrevivientes de aquel desastre son las empresas más poderosas del mundo. La lección es sencilla: las oleadas tecnológicas se acompañan de peligrosas burbujas especulativas, pero en el largo plazo, el cambio estructural predomina. Aunque el camino es volátil y riesgoso.

Vale la pena recordar lo anterior porque la semana pasada fue la peor para las acciones del sector tecnológico en los últimos dos años, arrastrando consigo al índice Nasdaq, y presenciando el hundimiento de muchas de las portaestandartes de la nueva economía, incluyendo a la hasta hace poco invencible Nvidia, la cual se dejó en el suelo una caída de 10 por ciento únicamente el viernes.

No estuvo sola. La popular plataforma de películas y series, Netflix, se desbarrancó 9 por ciento el viernes también, mientras que Super Micro Computer, una oscura manufacturera de computadoras para procesar inteligencia artificial, se desplomó 23 por ciento en ese día.

Si no fuera porque los colosos del sector: Microsoft, Apple, Amazon y Google, tuvieron caídas menores, que amortiguaron la baja de los índices, la debacle del viernes tuvo un sabor de burbuja que se desinfla en muchos rincones del mercado.

Los precios de muchas acciones tecnológicas, especialmente las ligadas (así sea vagamente) a la aplicación de la Inteligencia Artificial, han subido tanto de precio en los últimos dos años, que no debería de asombrar un ajuste severo de sus valuaciones, dado que las variables que suelen determinar sus ganancias: tasa de interés, crecimiento económico, e inflación, difícilmente justifican los niveles y trayectorias que hemos visto.

Esta semana que inicia tiene una agenda pesada en lo que respecta a la publicación de resultados trimestrales de muchas de las empresas tecnológicas más importantes, y a juzgar por el retroceso que vimos en los mercados, los inversionistas están pagando por ver. Están temerosos de que las valuaciones tan estiradas a las que han llevado al precio de esas acciones no tengan un sustento económico verdadero.

Pero más allá de esta semana, y de la reacción a los reportes trimestrales de las empresas, la historia reciente muestra que las burbujas especulativas acompañan a las oleadas de innovación tecnológica, las cuales son el fundamento del crecimiento económico del largo plazo. El desinflamiento de dichas burbujas, que suele tener consecuencias graves sobre el consumo y el patrimonio de familias y empresas, parece ser una fase más de una onda más larga en donde las innovaciones tecnológicas, surge, maduran, se establecen y cambian radicalmente el mundo en que vivimos.

La explicación para las burbujas quizá venga del deseo de los inversionistas de maximizar sus ganancias, y de la incertidumbre en el momento contemporáneo de quiénes van a ser las empresas que prevalecerán y que dominarán sus mercados en el futuro. 

En el momento en que el cambio tecnológico está en su etapa temprana, es difícil visualizar quienes serán los Microsoft y Apple del futuro, por lo que los inversionistas adquieren acciones del mayor número de empresas posibles, con el fin de incrementar la probabilidad de invertir en las que serán las ganadoras en el largo plazo. 

Lo anterior produce una burbuja especulativa, la cual casi inevitablemente tronará, una vez que se criben las ganadoras de las perdedoras, produciendo una debacle bursátil que, vista fríamente, sirve para purgar a los mercados de sus excesos y exponer claramente cuáles empresas sobrevivirán de las que no lo harán.

Empresas como Tesla, Nvidia, AMD, Netflix y otras, que hasta hace poco tiempo no conocían límites superiores, hoy se encuentran muy por debajo de sus niveles máximos, sufriendo la prespectiva de que la Fed, el banco central de Estados Unidos, mantenga sus tasas altas por un período prolongado de tiempo, menoscabando las valuaciones de sus ingresos futuros y desanimando así a los inversionistas.

¿Estamos, una vez más, ante el pinchazo de una burbuja especulativa en las bolsas? ¿o, esta es tan solo una pausa en el irrefrenable ascenso de las acciones tecnológicas, las cuales transformarán radicalmente la economía global aplicando la Inteligencia Artificial?

Estas preguntas no son excluyentes, y puede ser perfectamente lógico que una implique a la otra. El cambio económico es incierto, caótico y profundo, pero desordenado. Y las burbujas especulativas, que surgen y revientan sin patrón alguno, puede que sean condición y resultado de la innovación tecnológica.

domingo, 14 de abril de 2024

No Es Sequía, Pero Si Menor Liquidez

El miércoles pasado hubo dos eventos independientes que acabaron conectados, y que se conjugaron para producir el peor día para las bolsas en Wall Street en lo que va de este 2024. Por un lado, los datos de inflación del mes de marzo fueron superiores a lo que se esperaba, y por el otro, la subasta de bonos de 10 años del tesoro de los Estados Unidos no recibió la demanda que se proyectaba y el gobierno tuvo que ofrecer una tasa mayor para convencer a los inversionistas de tomarla. Detrás de esos eventos quizá un poco misteriosos para el lector no especializado, pero detrás de ellos se encuentra un factor de riesgo muy importante: la liquidez de los mercados, que hasta ahora no ha fallado, pero que no hay que darla por descontada.

Los economistas y los ingenieros hidráulicos comparten muchos conceptos. El agua y el dinero en la economía se comportan de manera similar en ocasiones. La liquidez es un concepto común en ambas profesiones, por ejemplo. En economía un activo líquido es aquél que se convierte en dinero en efectivo con rapidez. La liquidez es la abundancia de efectivo en el sistema. Liquidar es pagar el dinero en efectivo a cambio del activo. La sequía es un concepto común.

Pues bien, lo que ocurrió la semana pasada es que los bonos del tesoro de Estados Unidos mostraron algunos problemas de liquidez.

Lo anterior, dicho así, no debería de llamarnos la atención. Pero si consideramos que el activo más liquido del universo conocido son los bonos del tesoro estadounidense, es importante preguntarse qué está pasando. ¿Lo que está ocurriendo en las subastas de bonos del tesoro de EEUU recientemente, podría ser un síntoma de algo más profundo?

Como el precio de todo activo, el de los bonos del tesoro resulta de la interacción de la oferta y la demanda. En este caso en particular, la oferta está determinada por el déficit fiscal estadounidense, y la demanda la componen millones de inversionistas que compran dichos bonos, entre los que destacan dos por el volumen de sus compras: el mismísimo banco central de Estados Unidos, conocido como la Fed, y China.

Por el lado de la oferta, el monto de bonos en el mercado está creciendo, pues el déficit fiscal estadounidense permanece en niveles históricamente elevados, a pesar de haber disminuido luego de sus niveles récord alcanzados en la pandemia. Por el lado de la demanda esta ha disminuido, pues el mayor comprador, la Fed, se encuentra en un proceso de reducción de su balance, disminuyendo el monto de bonos que compra para reducir la liquidez en la economía y enfriarla con el objetivo de disminuir la inflación. Y luego está China.

China es el mayor comprador extranjero de bonos del gobierno estadounidense, precisamente debido a la liquidez y aceptación de estos. Pero desde el 2016, cuando sus tenencias alcanzaron un máximo, sus inventarios de estos bonos han decrecido, especialmente después de la pandemia, cuando los dos países elevaron la acrimonia de sus desavenencias mutuas. Actualmente, el banco central de China detenta poco más de la mitad de los bonos que tenía en 2016.

Si la oferta está creciendo debido al mayor déficit público, y la política contra la inflación de la Fed; y el balance geopolítico, está reduciendo la demanda, el resultado es inevitable: a los precios actuales será cada vez más difícil vender los bonos estadounidenses; o estos deberán subir sus tasas para hacerlos más atractivos para los compradores. En cualquiera de los escenarios el resultado es el mismo, una reducción en la liquidez en el mercado de bonos del tesoro estadounidense, lo cual es justamente lo que hemos presenciado en las últimas semanas, si bien con una intensidad moderada.

¿Por qué debería de importarnos la liquidez de los bonos del tesoro estadounidense? Porque si esta se reduce, así sea tenuemente, hacia abajo en la escalera los problemas de liquidez se potencian. Si hay fricciones para que los Estados Unidos emita bonos para financiar su deuda, entonces todos tendrán problemas para financiar sus obligaciones: las grandes compañías estadounidenses, las grandes compañías europeas, las medianas y pequeñas, los países europeos. También ellos batallarán para vender sus bonos. 

Y hacia abajo en la escala: los gobiernos de países latinoamericanos, los de países asiáticos y africanos, las empresas medianas en Centroamérica, los pequeños talleres en el norte de México que quieren aprovechar el nearshoring. Para todos ellos y más, será más difícil conseguir financiamiento.

Se ha vuelto muy popular la imagen de que el aleteo de una mariposa en la India puede acabar produciendo ciclones en Brasil. Si hay problemas de liquidez en el mercado de bonos del tesoro estadounidense, la imagen adecuada no es el leve aleteo de una ligera mariposa. Piensen en tsunamis o terremotos. Aunque sean moderados.

sábado, 6 de abril de 2024

El Expreso Americano

Dato tras dato la muestran incansable, irrefrenable. La economía de los Estados Unidos ha mostrado un vigor implacable a pesar de los vientos de frente que ha sufrido en los últimos dos años. A pesar del alza de tasas de interés más abrupta en cuarenta años, las variables de producción, ingreso y empleo no nada más no se han detenido, sino a veces parecen apresurarse. ¿Qué le dieron a la economía estadounidense que, desafiando todo pronóstico, sigue envarada? ¿Qué esteroides ingirió que en lugar de empantanarse, se acelera?

El viernes pasado, el indicador más importante de los mercados financieros, el reporte mensual de empleo, mostró que en marzo la economía generó más de trescientas mil nuevas plazas, un tercio más de lo esperado por los despistados economistas quienes, de manera consuetudinaria, han fallado por lo bajo en los últimos dieciocho meses en su intento por pronosticar el ritmo del mercado laboral estadounidense. Wall Street celebró la sorprendente fortaleza con un rally suntuoso, acercándose a sus máximos históricos.

La última vez que el banco central de Estados Unidos, la Fed, subió sus tasas de interés a un ritmo similar al de 2022-2023, la economía se dio un trancazo proverbial, entrando a la peor recesión desde la gran depresión de 1929. Los poderosos cambios en la economía estadounidense lograron que, cuarenta años después, un apretón monetario comparable no le ha hecho, hasta el momento, ni cosquillas.

¿Por qué los Estados Unidos son, insisto, hasta ahora, inmune al alza en el costo del dinero?

Hay varias explicaciones, y quizá la realidad es una mezcla fortuita de todos los aspectos favorables aquí enlistados. Empezamos.

Primero, la expansión fiscal: en al año 2000, bajo la égida de Bill Clinton, los Estados Unidos incurrieron en algo inusitado: superávit fiscal, el cual alcanzó 2.3 por ciento del PIB. De entonces a la fecha la posición fiscal se ha deteriorado, lo que significa que el gasto del gobierno es un factor expansivo en la economía, alcanzando su cénit en el año de la pandemia, cuando el déficit se disparó a un asombroso 14.7 por ciento del PIB. Tras la pandemia se esperaba un rebalanceo fiscal, que llevara el déficit a niveles más normales, pero luego de reducirse a 5.3 por ciento en 2022, la expansión fiscal se reactivó, llevando la brecha presupuestal a 6.2 por ciento en 2023. Los datos citados muestran cómo una parte importante del dinamismo de la demanda en la economía estadounidense está alimentada por el déficit fiscal, añadiendo fuerza a un escenario de por sí sólido.

Segundo, migración: la insaciable entrada de trabajadores a los Estados Unidos es consecuencia y causa de su fortaleza económica. Los migrantes acuden a ese país atraídos por sus empleos, y la economía logra expandirse de manera sorpresiva a ininterrumpida, por encima de lo que su demografía natural le permite, al echar mano de obra de obra migrante, abundante, barata, y diversamente calificada. ¿De dónde salen si no los casi trescientos mil nuevos empleos mensuales creado por el Gargantúa estadounidense, si no es de migrantes que complementa a la población doméstica?

Tercero, reindustrialización: si los mexicanos pensamos que el famoso “nearshoring” es una ola que hay que aprovechar, no hemos visto nada. La verdadera relocalización productiva está ocurriendo y ocurrirá, en los Estados Unidos. La construcción de fábricas y plantas industriales en suelo estadounidense está alcanzando récords inusitados, en niveles nunca vistos, jalando consigo al empleo. Esa construcción de traducirá en algunos años en producción y exportación, reponiéndole a ese país su preminencia como exportador manufacturero mundial.

Cuarto, inteligencia artificial: lo que si no tiene nada de artificial, y mucho de real, es el boom en inversión, empleo, crecimiento de capacidad de cómputo, demanda de energía e insumos, que está provocando la inminente revolución tecnológica sinterizada en la famosa inteligencia artificial (IA). Para sus panegíricos, el cambio tecnológico asociado a la IA hará palidecer a las oleadas que lo precedieron: la computadora, el internet y las redes sociales en términos de la transformación de la estructura económica. Pero incluso si el escenario de sus pregoneros no se concreta en plenitud, la expansión en la inversión y el consumo provocado ya por esta sacudida tecnológica, es suficiente para ser un motor relevante de la imparable expansión económica de los Estados Unidos.

El original expreso americano, o American Express, se fundó en 1850. No fue una casualidad. México pierde California en 1848 ante los Estados Unidos, y los famosos 49s son los gambusinos que explotan la fiebre del oro tras el descubrimiento del metal en el área de San Francisco. ¿Cómo llevar el oro obtenido en California hacia Nueva York? Por medio de las carretelas conocidas como Express, provistas por esa compañía al año siguiente del inicio de la fiebre del oro.

La economía estadounidense parece encontrarse ante una nueva fiebre dorada, esta vez basada en la tecnología, y empujada por la demanda de los consumidores y del gobierno. Pero nunca nada es tan sencillo. Si el Expreso Americano sigue a toda velocidad, puede descarrilarse si agarra una curva peligrosa más rápido de lo que debería.