domingo, 18 de diciembre de 2016

Janet Yellen Y Su Misión Para Salvar Al Mundo

Esta semana la Reserva Federal de los Estados Unidos, (la Fed) hizo válidos la mitad de los pronósticos respecto de su decisión de política monetaria: conforme a lo pronosticado, incrementó sus tasas de interés 25 centésimas hasta 0.75%, el nivel más alto de los últimos siete años, y la segunda ocasión en una década que las tasas suben. Pero la otra mitad de los pronósticos fallaron: la senda futura de las tasas para los próximos doce meses parece estar más empinada de lo que se creía, pues Janet Yellen, la solitaria presidenta de la Fed tiene una misión bien complicada: salvar al mundo de la era de dislates de Donald Trump.
Creo que el principal destinatario indirecto del cambio en el mensaje de la Fed de Yellen es justamente Donald Trump. El destinatario directo son los mercados por supuesto, y a ellos la Fed les dice ahora que en lugar de dos, quizá tendrá que haber tres alzas de tasas en el 2017. Y la razón para ello quizá sea Trump.
La economía estadounidense se encuentra en la cercanía de lo que los economistas llaman “pleno empleo”. La tasa de desempleo está en mínimo de muchos años, el PIB está creciendo por encima de lo esperado, las nóminas no agrícolas han crecido durante 74 meses consecutivos y la expansión económica lleva siete años ininterrumpidos. La inflación, por suerte para todos, permanece moderada y sin señas de un repunte preocupante, pero las condiciones que típicamente se asocian a una incremento de precios se encuentran presentes y la Fed siente que debe de cuidar ese aspecto.
Si la economía se encuentra en buen estado, la Fed dice que ya no es necesario inyectarle oxígeno y vitaminas manteniendo las tasas cerca del cero por ciento como lo hizo desde el 2008, y es necesario aplicar el freno de manera gradual. El crecimiento está sólido, y procede aplicar el freno gradualmente para que la inflación no asome las narices.
Pero si la economía está en la ruta correcta ¿Por qué Trump prepara lo que parece ser un paquete masivo de reducción de impuestos a las empresas y a los más ricos? ¿Por qué si estamos cerca del pleno empleo Trump quiere desregular el mercado financiero y regresar de nuevo la expansión masiva del crédito? ¿Por qué si la economía está en un camino de expansión equilibrada Trump parece querer recurrir a un colosal déficit fiscal para producir quien sabe qué tipo de crecimiento económico?
La política macha y estamínea de Trump, que asocia su obsesiva virilidad al dólar fuerte, a un crecimiento vigoroso, a deuda masiva y a expansión en esteroides, produciría de concretarse al menos tres efectos: un dólar fuerte, el disparo de los déficit comerciales y fiscal, y quizá un resurgimiento de la inflación, la cual ha dormido plácida las últimas tres décadas.
Es este último escenario quizá lo que preocupa a Janet Yellen. El hecho que un empresario adicto a la deuda, a la moratoria, a los excesos corporativos, conduzca a la economía estadounidense a una ruta de crecimiento desequilibrado que deba ser moderada con los instrumentos que la Fed tiene a su disposición: la credibilidad de su política, la regulación financiera, y las tasas de interés.
Lo que estará entonces en juego en los próximos dos o tres años será el delicado balance político y económico entre el más poderoso funcionario electo (haiga sido como haiga sido) del mundo, Donald Trump; y la más poderosa funcionaria no electa del mundo: Janet Yellen.
Quien preside la Fed comanda el centro de poder más amplio del planeta sin que medie una elección. Es el funcionario no electo más poderoso del mundo. Janet Yellen, propuesta por Barack Obama, de repente se encuentra en una posición tremendamente complicada: ser el único y el último contrapeso contra un presidente que ha demostrado que está más cerca de un dictador que a la tradición democrática estadounidense.
El Partido Republicano, que se opuso hasta el último instante a la candidatura de Trump, se ha convertido en un apéndice del proto dictador, y el Senado y el Congreso, dominado por dicho partido, no harán mayor oposición a los desenfrenos del neoyorquino. Los medios de comunicación han mostrado la poca eficiencia que tienen sus denuncias y opiniones ante una sociedad y un presidente electo a quienes no les importa en lo más mínimo la decencia, los valores democráticos, y la rectitud política. Ante el cinismo de Trump y sus electores, ante la muerte de la moral, los medios no pueden ser un contrapeso para Trump.
Con Trump del lado de Rusia, con China cauta ante el desafío de Trump, sin contrapesos internos. Súbitamente una solitaria mujer, Janet Yellen, parecería ser la única capaz de salvar al mundo

sábado, 17 de diciembre de 2016

Poemas Para Beber En El Starbucks: Occupy Pacheco Y El Ready-Made

El bucolismo y la obra de Marcel Duchamp son dos extremos de una línea que no podemos decir que se tocan, porque nacen y se extinguen en un mismo punto: lo instantáneo de la belleza. La poesía bucólica celebra la naturaleza, canta a la belleza bruta y virginal del mundo tal y como nos fue dado. Marcel Duchamp, al exponer en una galería un mingitorio y una rueda de bicicleta empalada, decía que la sociedad industrial producía objetos de arte. El ready made es la aceptación de la inutilidad del artista.

El artista es sólo un medio para que la naturaleza (el bucolismo), y la sociedad industrial (el ready made de Duchamp), se expresen.¿Pero qué pasa cuando se trata no de objetos, sino de palabras? ¿Será posible que la sociedad industrial produzca palabras que sean ya poesía? 

La naturaleza no produce palabras. Las palabras son el inicio de la civilización. La palabra es anti-natura. Así que dado que la palabra no existe en el paisaje, ¿Será posible que, así como el mingitorio convertido en fuente de Marcel Duchamp, las palabras producidas por la sociedad industrial avanzada -Marcuse dixit-, puedan convertirse en arte?

Entre a la escena José Emilio Pacheco.

YA TODOS SABEN PARA QUIÉN TRABAJAN


Traduzco un artículo de Esquire
sobre una hoja de la Kimberly-Clark Corp.,
en una antigua máquina Remington.
Lo que me paguen irá directamente a las arcas
de Gerber, Kellogg’s, Procter and Gamble, Nabisco, Heinz,
General Foods, Colgate-Palmolive, Gillette
y California Packing Corporation.

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Cuando Pacheco escribe este poema había una discusión que en retrospectiva, era bastante inútil: ¿la poesía debe ser comprometida? ¿debe servir a una causa? ¿a la lucha de clases? La respuesta llegó sola con los años. La poesía debe estar comprometida con ella misma: hay poemas políticos preciosos y poemas no comprometidos que no valen la hoja en que fueron escritos.

Pacheco construye aquí un poema sencillo y maravilloso. Da un guiño a la poesía comprometida abordando un tema complejo, la ubicuidad de las multinacionales y el trabajo alienado (el título es inequívoco), pero lo hace con un tono que fue lo que siempre me atrajo de su poesía: un humor resignado.

En la sociedad industrial avanzada todos somos una pieza más, somos objetos de la sociedad de consumo, y el fruto de nuestro trabajo no nos pertenece. Pero decirlo de esta forma: acomodando las marcas de las trasnacionales para hacer un falso alejandrino ( "de Gerber, Kellogg’s, Procter and Gamble, Nabisco, Heinz,"); un inusual tridecasílabo ("General Foods, Colgate-Palmolive, Gillette"), es una muestra del genio, la picardía, el pesimismo sublimado de uno de los mayores poetas del castellano.

Este breve poema es humor, dechado de virtudes técnicas, provocación política, ensayo de filosofía social, y California Packing Corporation. 

(así termina el poema, con un endecasílabo perfecto y ready-made, como la hebra suelta de una camisa tejida)

Ahora lo sé. Pacheco, en esta Oujia rara que son los sueños, me indujo el título de esta sección. ¿Será posible que este poema se pueda escribir hoy así?

Bebo un café en el Starbucks
con un iPad Pro de Apple Corporation
llena de apps de Instagram y Face
Lo que me paguen irá directamente a las arcas...(ustedes síganle)

domingo, 4 de diciembre de 2016

El Macho Dólar Ataca De Nuevo


Si una economía tiene una moneda demasiado fuerte, hay siempre ganadores y perdedores, tanto dentro como fuera de ese país. Una moneda demasiado fuerte ayuda a los importadores y perjudica a los exportadores, y dentro del país ayuda a la demanda de bienes y servicios, eleva el precio de los bienes raíces y mejora el balance de los bancos, pero desanima el crecimiento del sector manufacturero y a veces el empleo general. Una moneda demasiado fuerte es siempre algo que hay que cuidar, pero cuando esa moneda es el dólar estadounidense las implicaciones alcanzan el último rincón del mundo, y debemos de estar preparados.
Que el dólar sea típicamente una moneda fuerte es algo casi genético: el hecho de que sea la reserva de valor de todos los consumidores e inversionistas le da una valuación que supera su precio normal. Todos estamos dispuestos a perder incluso, teniendo un rendimiento de cero, con tal de contar con la seguridad y el poder de transacción del dólar. Los economistas usan el antiguo concepto de “señoreaje” para  describir esta característica del dólar y otras monedas usadas como reserva de valor.
Pero tras la elección de Trump, y como aquí lo hemos comentado, el dólar se ha apreciado más allá incluso de sus niveles tradicionales, y parece enfilarse incluso a alturas mayores, a un estatuto vitamínico a tono con la retórica macha y desafiante de Donald Trump y la oleada conservadora que se apoderó del gobierno de los Estados Unidos en la reciente elección.
Pero el mercado de divisas es como una cobija. Si se jala de un lado para cubrirnos la cara se nos descobijan los pies. Si el dólar sube es porque las otras divisas bajan en valor. Si el dólar sube es porque más gente quiere comprarlo, y al mismo tiempo, quiere deshacerse de las otras divisas.
Del otro lado del dólar fuerte entonces hay muchas divisas que pierden valor, y es eso lo que le está pasando por ejemplo a nuestro peso. En cierto margen es bueno tener una moneda más barata, exportamos más y recibimos más inversión. Pero una moneda demasiado barata significa que los inversionistas no la quieren, que no le confían, y eso puede causar muchos problemas a esos países: les puede inducir inflación de costos, tienen que subir las tasas de interés domésticas para tratar de anclar sus monedas, el poder adquisitivo de sus habitantes se diezma, y si sus compañías, familias y gobiernos tiene pasivos en dólares, entonces la solvencia de ese país y su sector privado puede complicarse.
Si el dólar se fortalece, como parece que puede ser el caso, bastante más allá de lo que la economía de los Estados Unidos justificaría, veríamos seguramente a las empresas estadounidenses comprando compañías por el mundo usando su divisa sobre valorizada, lo cual puede crear resentimientos en un orden en dónde el gobierno de Trump aplica una diplomacia panzer contra todos.
Hay otro efecto muy probable. Y peligroso en el mediano plazo. Un dólar fuerte, como lo habíamos platicado en una columna anterior, aumenta el precio de los bienes raíces: casas, terrenos residenciales y comerciales, y edificios. Como la mayor parte de la riqueza de las familias lo representan los inmuebles, una revalorización de ese sector tendrá dos efectos: las familias se sentirán más ricas y gastarán más allá de sus medios; y los bancos prestarán más dinero, pues en sus activos obra un porcentaje importante de bienes raíces por un lado, y por el otro el colateral de sus clientes sube de valor.
Un contexto como este es el fermento ideal para un mercado alcista en las bolsas. El panorama es casi un reflejo al período 2001-2008 cuando un espiral alcista de precios de bienes raíces retroalimentó una burbuja accionaria que acabó reventando y hundiendo a la economía global en una profunda recesión.
Un dólar demasiado fuerte puede crear la ilusión de una falsa prosperidad, y ese es el ingrediente básico para un mercado desquiciado, que desalinee el equilibrio entre sectores y provoque burbujas que acaben tronando por todas partes.