Era de esperarse. Década y media de tasas de interés ultra bajas, incluso negativas en muchos mercados por el mundo, están provocando que, ante la respuesta de los bancos centrales a la mayor inflación global de los últimos cuarenta años, subiendo sus tasas de referencia, estemos presenciando una masacre. Si el 2022 acabara hoy, sería el peor año para el mercado de bonos en la historia financiera del mundo. Así de dramático. Como en una canción ranchera de dolor y sufrimiento.
Para entender qué está pasando basta saber lo siguiente: el precio de los bonos se mueve en dirección inversa a la tasa de interés. Si la tasa de interés que fijan los bancos centrales está subiendo en casi todas partes, entonces los precios de los bonos están cayendo. Están cayendo tanto que no ha habido cuatro meses tan aciagos para los inversionistas de renta fija como los primeros de este 2022.
El término de “renta fija” puede ser engañoso. Si un inversionista compra un bono a 10 años, guardándolo hasta el vencimiento, efectivamente, tendrá un flujo fijo y predecible de ingresos. Una renta fija. Pero en ese período el precio del bonos variará conforme se mueva la tasa de interés, como lo señalábamos, en dirección inversa, así que si decide vender el bono antes del vencimiento tendrá ganancias o pérdidas de capital dependiendo del momento en que venda.
Es justamente eso, las pérdidas de capital, las que han sido tan agudas que estamos ante uno de los peores mercados de bonos de la historia. Pero lo peor no es eso, sino que todo apunta a que, como la inflación no cede lo rápido que debiera, es posible que los bancos centrales aún tengan por delante un año de alzas en sus tasas de interés. Si bien los mercados anticipan, y ya han adelantado considerablemente las acciones previstas por los bancos centrales, es probable que las tasas a lo largo de los distintos plazos de los bonos sigan subiendo en el futuro. Es decir, quizá la sangría en este mercado aún vaya para largo.
¿Por qué es tan importante platicar sobre el mercado de bonos? Porque es como el oxígeno que respiramos. No lo vemos pero es necesario para la vida. En este caso, para la vida económica.
Cuando hablamos de “mercados financieros”, solemos hablar de acciones, materias primas, divisas, derivados, y bonos. Con mucho, el mercado más líquido e importante del mundo, es el de bonos.
Por ejemplo, el grueso de nuestra pensiones, en las Afores, o en otros instrumentos, está invertidos en bonos, así que las pérdidas colosales que el mercado está sufiendo se verán de manera directa en el valor de nuestras pensiones, de nuestros seguros, de las inversiones de millones de ahorradores en el mundo. Las minusvalías son severas, y no hay mucho que podamos hacer, pues estamos ante una de las leyes de hierro de las finanzas: el precio de los bonos y las tasas se mueven en sentido inverso.
¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Por qué compramos los bonos a precios tan altos que el alza de tasas está derrumbándolos?
La respuesta es un recorrido por la historia de la política monetaria de las últimas cuatro décadas.
La historia comienza cuando Paul Volker, el legendario jefe de la Reserva Federal en los inicios de los ochenta, logra controlar una inflación desbocada disparando las tasas de la Fed por encima del 15 por ciento. En su momento la acción de Volker causó un quebranto severo en el mercado de bonos, pero a partir de allí inició un larguísimo ciclo de ganancias en sus precios, un ciclo que se está derrumbando en frente de nuestros ojos estos últimos cuatro meses.
En el año 2000, en 2008-2009, y en 2020, la Fed llevó sus tasas a niveles ultra bajos, incluso al cero, creando condiciones para que algunos otros países, como Suiza y Alemania, fijaran sus tasas en niveles negativos incluso.
Nadie estaba más contento de tener tasas cero o negativas que los inversionistas de bonos. Cada caída en las tasas de interés eran ganancias para ellos. Fueron décadas de fiesta interminable…”hasta que te conocí”. Hasta que los bonos se reencontraron con un viejo amor que los hizo sufrir mucho: la inflación.
Esa gran ranchera de Juan Gabriel pinta perfecto el sufrimiento por el que atraviesa el mercado de bonos por culpa de la inflación que está disparando al alza las tasas. “Yo viví algo hermoso, algo divino, lleno de felicidad…yo era muy feliz, yo vivía muy bien…hasta que…te conocí. Vi la vida con dolor.”