domingo, 16 de julio de 2023

Cuidado Con La Deflación Made In China

China es la fábrica del mundo. Una gran parte de nuestros utensilios cotidianos tienen la leyenda “Made in China”. Pero el producto de exportación más reciente del dragón chino no es ni un mueble, ni una vajilla: es deflación. En la cartera de los banqueros centrales del mundo quizá lleven una foto cariñosa con la imagen de China, quien súbitamente se ha convertido en la mejor aliada en contra de la complicada inflación occidental, pues directa e indirectamente, el coloso asiático está poniendo presión a los precios, pero en la dirección contraria.

Las razones por las cuales China está exportando deflación al resto del mundo no son halagüeñas, pero al menos de corto plazo, son bienvenidas, pues están ayudando a que la complicada inflación que irrumpió por el mundo en 2021 comience a ceder con más rapidez de lo que se esperaba, y como lo mostraron los datos de la semana en Estados Unidos, ha enviado a las cifras anuales en dirección a los objetivos de la Reserva Federal.

La inflación anualizada al consumidor en China es de 0.1 por ciento, mientras que la inflación al productor es negativa, señalando que la gran fábrica del mundo enfrenta deflación a la hora de adquirir sus insumos y, por tanto, está creando condiciones para que la inflación de los consumidores sea incluso menor en los próximos meses.

Escarbando en los números, algunos sectores muestran caídas más profundas: la carne de puerco, por ejemplo, un básico de la dieta china, vio una reducción de sus precios de 7.2 por ciento, mientras que en los sectores de transporte (-6.5 por ciento) y bienes no alimenticios (0.6 por ciento) hubo también caída en los precios por quinto mes consecutivo.

Algunos especialistas sugieren un paralelismo entre lo que está ocurriendo en China en este momento, con lo que ocurrió en Japón de los 1990 a la fecha, en donde la economía ha estado en una trampa deflacionista con bajo crecimiento económico.

No parece ser el caso, a pesar de que en ambos casos existe el antecedente de una burbuja inmobiliaria, la desproporcionada euforia financiera de Japón de los 80 fue muy superior al disparatado mercado de bienes raíces chino, cuyo desinflamiento se encuentra en la base del actual malestar de la economía del dragón oriental.

China está sufriendo ahora las consecuencias de las decisiones tomadas hace casi quince años, cuando para enfrentar la severa crisis de 2008-2009 que hundió a las economías occidentales, el liderazgo de aquél país decidió deliberadamente incentivar una inversión descomunal en el sector inmobiliario, literalmente construyendo ciudades nuevas enteras para albergar a los millones de ciudadanos que estaban emigrando del campo a la ciudad para emplearse en las fábricas que surten de cosas al resto del mundo. 

Tal estrategia funcionó en ese momento, aislando a China de la gran recesión global, pero quince años después, el exceso de inversión inmobiliaria se refleja en caída en las propiedades, y en el deterioro progresivo del valor de los activos bancarios, lo cual a su vez petrifica la dinámica de crédito en el país. Dado lo anterior, China enfrenta una deflación muy complicada: la de activos, que se está traspasando recientemente a los bienes y servicios.

Por lo anterior, China está exportando deflación al resto del mundo por dos vías: de manera directa, al reducir los precios de los innumerables artículos que produce en su suelo y que vende al exterior; y de manera indirecta, al estar su economía creciendo en niveles inesperadamente bajos desinfla la demanda de materias primas y energéticos, por ejemplo, del gas, desplomando sus precios y ayudando a que los precios de la energía se colapsen en todo el planeta.

Al menos por el lado del combate contra la inflación, la debilidad económica china es una buena noticia, pues los factores antes mencionados son una inesperada y favorable sorpresa para los índices de precios de las economías occidentales, en donde los indicadores de junio presentaron lecturas menores a las anticipadas.

Pero, así como abusar de una medicina puede tener efectos nefastos, así como demasiado de lo bueno puede ser malo, que la inflación mundial esté bajando porque China está enfermita no es una buena noticia del todo. Sería bueno que la inflación bajara al tiempo que China esté creciendo, porque el estancamiento económico de ese país puede conjugarse con un punto de inflexión en los Estados Unidos y complicar aún más el escenario.

Gracias al gigantesco estímulo fiscal y monetario de Estados Unidos y Europa durante la pandemia, y respondiendo también a la enorme productividad y flexibilidad de nuestros vecinos, apoyados en un acelerado cambio tecnológico, la economía estadounidense ha logrado hasta el momento capotear el alza más agresiva de las tasas de interés de las últimas cuatro décadas sin caer en una recesión.

Pero según algunos indicadores el efecto del estímulo está pasando, y los mayores costos financieros acabarán produciendo el resultado lógico: una desaceleración del empuje económico estadounidense. Si a lo anterior añadimos el malestar económico chino, tenemos algunos ingredientes para que la economía global detenga su dinamismo en los próximos meses.

domingo, 2 de julio de 2023

¿Quién Inventó El Jabón O La Tortilla? ¿Y Los Portafolios?

¿Quién inventó el pan o las tortillas? ¿Quién fue el creador del jabón? ¿Quién hizo la primera silla y el primer tenedor? Usualmente las grandes creaciones cotidianas tienen inventores anónimos. Invertir parecería ser uno de esos casos en donde algo tan usual y común provino de alguien desconocido, pero no es el caso. La forma en que miles de millones de personas invierten en el mundo tienen un origen: la breve tesis de doctorado de uno de los economistas más importantes de la historia, quien falleció la semana pasada: Harry Markowitz.

Probablemente usted haya escuchado de Blackrock, de Vanguard, de State Street o de Allianz. Probablemente en su banco le sugieran invertir en “fondos de inversión”. Probablemente usted escuche en alguna parte el consejo de acercarse con su asesor financiero. Probablemente usted tenga una Afore en donde está invertido lo que será su pensión. Todos ellos trabajan todos los días con instrumentos, herramientas, ideas y principios cuyo origen es el trabajo de Harry Markowitz.

Nacido en 1927, en las vísperas de la Gran Depresión, de padres judíos estadounidenses en Chicago, Markowitz es el “inventor” de los portafolios de inversión, que rige la forma en que se invierten los ahorros, patrimonios y pensiones de miles de millones de personas y empresas alrededor del mundo. La idea de Markowitz, planteada por primera vez en las veinticinco páginas de su tesis doctoral, publicadas por primera vez en 1952 en el Journal of Finance, evolucionó hasta convertirse en el fundamento de la poderosísima industria de la gestión de activos, en donde gigantes como Blackrock, o Almundi, administran billones de dólares de los más diversos clientes.

La primera parte de la idea “inventada” por Markowitz es tan vieja como la cultura humana misma. Debemos de diversificar nuestros ahorros: invertir en distintas cosas: en bienes raíces, en mercancías, tener una parte en efectivo, comprar divisas, arte, etc.

La segunda parte de la idea es también muy ancestral: detrás de todo rendimiento existe el riesgo. Si queremos ganar más, debemos de arriesgar, y al arriesgar aumenta también nuestras probabilidades de perder.

Markowitz hizo dos cosas; fusionó esas dos ideas ancestrales, pero lo hizo usando un marco matemático riguroso, tomando los conceptos de la probabilidad y estadística para desarrollar una idea, esa si, nueva: se debe de invertir en un portafolio de activos que equilibren el riesgo y el rendimiento, basados en una serie de fórmulas matemáticas.

Los “portafolios de Markowitz” son el origen de la teoría moderna de finanzas, pero también el origen de una de las industrias más importantes del mundo: la gestión de activos, que ha evolucionado de manera espectacular desde que Markowitz publicó su artículo en los 1950’s a la fecha, convirtiéndose en una fuerza indispensable de la economía global.

 Muy pocos economistas pueden decir que sus ideas han tenido un impacto tangible en el mundo real. La mayoría aspiran a explicar eventos que acontecen o a pronosticar lo que puede ocurrir. Algunos como Karl Marx, John Maynard Keynes o Milton Friedman ven sus ideas reflejadas en movimientos sociales, o políticas públicas. Las ideas de Markowitz y sus alumnos y continuadores ayudaron a forjar una de las industrias más importantes del capitalismo contemporáneo. El impacto de sus ideas y la evolución de estas por parte de generaciones de economistas que las han refinado y potenciado ha sido colosal.

Por supuesto que el modelo inicial de Markowitz, a la distancia primitivo y cándido, no es el que se usa hoy en día por parte de los gigantescos gestores de activos, pero su evolución, ocurrida durante la vida de su inventor, ha permitido construir una industria capaz de administrar fondos y ahorros de proporciones inimaginables. Los fallos y excesos, la fe ciega en esos modelos han causado también, calamidades.

Esta columna quiere ser un obituario y un modesto homenaje para Harry Markowitz, pero también quisiera ser la oportunidad para reflexionar sobre la importancia de las ideas humanas, en esta era en que nos acecha la inteligencia artificial, y en donde, pasmados, nos asomamos a una era ignota en donde los algoritmos y los chips marcarán el futuro.

Cuando la pandemia de Covid arrasaba al mundo, nos dimos cuenta de la enorme diferencia que el jabón, al destrozar la capa de grasa que envuelve a los virus, puede significar. Sin el jabón la historia de la humanidad seguramente habría sido muy distinta. Quizá no seríamos la especie dominante sobre la tierra. Vaya usted a saber.

La idea de agregar ceniza, sal, aceite y otros ingredientes a una pastilla de grasa demostró ser una forma de que la gente se enfermara menos y oliera mejor. Los ingredientes ya existían, fue la fórmula de mezclarlos lo que llevó al invento, como las ideas de Markowitz, como la tortilla o el pan.

¿Podrá la inteligencia artificial tener ideas? De haber existido hace dos mil quinientos años, ¿habría podido la inteligencia artificial inventar el jabón o la tortilla y los chilaquiles? ¿Podrá la inteligencia artificial tener una idea que evolucione hacia una industria de importancia económica global, como lo hizo Markowitz? 

Los humanos creamos primero máquinas que trabajaban, luego que calculaban. Hoy tenemos máquinas que razonan y piensas. ¿Existen hoy, o habrá en el futuro, máquinas que tengan ideas? Y ¿De qué tipo serán esas ideas?