La semana pasada los principales banqueros centrales del mundo se reunieron en Jackson Hole, una pequeña comunidad de Wyoming, en Estados Unidos, para sostener un diálogo de verano entre ellos mismos y con la comunidad académica. Inevitablemente la estrella de esa reunión fue Jerome Powell, el jefe del banco central de Estados Unidos, quien cumplió las expectativas del mercado y casi confirmó que luego de más de un año de mantener las tasas de interés en su nivel máximo en más de veinte años, empezaría un ciclo de recortes a partir de su reunión de septiembre.
De manera fortuita, la reunión veraniega de Jackson Hole se convirtió con el tiempo en una de las cumbres financieras. A partir de un origen casual, prohijada por el legendario Paul Volker, la reunión auspiciada por la Fed de Kansas City reúne todos los años a funcionarios, financieros y académicos para discutir, en un ambiente informal, los aspectos más urgentes e importantes de la economía y la política monetaria del mundo.
En esta ocasión las reuniones de Jackson Hole revestían una importancia especial, pues las condiciones para que la Fed de Estados Unidos comenzara a reducir sus réditos eran favorables: la inflación, luego del alza agresiva en el período 2021-2023, se encuentra firmemente rumbo al objetivo de dos por ciento fijado, al tiempo que el crecimiento del PIB, y la salud del mercado laboral de ese país, están equilibrados.
A diferencia de la mayoría de los bancos centrales del mundo, la Fed tiene un objetivo dual de política, pues debe de procurar el mayor crecimiento posible dentro del objetivo de una inflación no superior al dos por ciento.
Esto significa que la Fed no únicamente mira con atención la dinámica de precios, sino que toma en cuenta para sus decisiones de tasas el comportamiento del mercado laboral. En meses recientes, los números ya revisados muestran que el ritmo de crecimiento del empleo en esa economía se ha moderado sustancialmente, si bien mantiene una cadencia muy aceptable luego de una dilatada expansión después de la pandemia.
La combinación de una inflación cada vez más baja, y un mercado laboral cada vez más lento, convenció a la Fed y a los mercados financieros que ha llegado el momento de comenzar a reducir las tasas de interés, las cuales han estado estacionadas en 5.5 por ciento durante el último año.
A los inversionistas les gustan mucho las bajadas en las tasas de interés, siempre y cuando no precedan a una recesión económica. Al bajar las tasas de interés el valor de los ingresos futuros titulados por bonos y acciones suben su valor, lo cual es favorable para los precios en el mercado. Este hecho quedó patente el mismo viernes, cuando las bolsas celebraron con muy sólidas ganancias las palabras de Jerome Powell comunicando el inicio del ciclo de bajas de tasas de la Fed.
Pero los mercados se anticipan siempre. Y ahora que ya están muy ciertos de que el primer recorte de réditos llegará en septiembre, la discusión entre los inversionistas se ha movido al tema del nivel al que descenderán las tasas en los próximos meses.
Los mercados anticipan siempre. No son infalibles. No es que acierten todo el tiempo. Pero en todo momento buscan anticiparse a los acontecimientos, movidos por las ganancias obtenidas por aquellos que llegan primero a la oportunidad de inversión.
En las últimas semanas las apuestas respecto de cuántas reducciones de tasas veremos en los próximos meses varía. La expectativa más sólida es que en este año habrá dos recortes, y para los próximos doces meses los precios de los bonos de distintos plazos sugieren que probablemente veremos hasta cinco bajas.
¿Qué suele pasar con las bolsas cuando la Fed y los bancos centrales bajas sus tasas de interés?
Esta es la pregunta más comentada en los mercados estos días. La historia, que es la única herramienta que disponemos para tratar de adivinar lo que viene, no es concluyente, pero un patrón parece perfilarse: los mercados suelen subir si la bajada de tasas no es acompañada por una recesión económica.
Y todo parece indicar que la economía de los Estados Unidos, así como de las de economías avanzadas y la de un amplio conjunto de las economías emergentes, se encuentran con buena salud.
Si el anterior escenario de baja inflación y crecimiento saludable se concreta en los próximos meses, los bancos centrales, encabezados por la Fed, habrán logrado la hazaña de pilotear la economía hacia un aterrizaje suave luego de la turbulencia de la pandemia y su secuela, lo que merecería un aplauso de pie.