sábado, 18 de febrero de 2012

Epílogo de “Y Mi Dinero ¿Qué?”, Ya En Librerías


Casi cuatro años después de que el banco de inversión estadounidense Lehman Brothers se declarara en bancarrota, precipitando una crisis financiera mundial que puso a la economía del mundo al borde de una gran depresión, estamos hoy, en los finales del 2011, al borde de una nueva explosión causada por el remedio que sirvió para curar la patología del 2008: un exceso de gasto público.

Lo que comenzó con la explosión del sistema bancario debido al endeudamiento de millones de personas que no pudieron pagar sus deudas, llevando a miles de bancos a la insolvencia, se ha convertido, de un problema de deudas privadas insostenibles, a un problema de deuda pública insostenible.

Las montañas de deuda privada se convirtieron en deuda pública para poder salvar a los bancos y el sistema de pagos, pero hoy es justo esa deuda pública, que ayudó a evitar un colapso global, la que tiene al globo al punto del colapso.

Tal es el problema en Grecia, en España, en Italia, en Portugal e Irlanda. Tal es el problema que sigue paralizando, limitando enormemente su capacidad de acción, a los Estados Unidos.

Resolver esta crisis sin embargo, no va a ser nada fácil, pues el tamaño de las deudas públicas son enormes, y requerirán varios años para pagarse; o quitas del principal, o inflación. Cualquiera de esas opciones no será placentera, todas tienen costos elevados pero se traducirán en lo mismo: el crédito de largo plazo será escaso y provocará que el crecimiento económico sea menguado y abúlico por varios años.

El escenario anterior es prácticamente ineluctable: el difícil crecimiento económico se traducirá en una tasa de desempleo superior a la que prevaleció en las últimas dos décadas, cuando el exceso de gasto derivado del sobreendeudamiento provocó un crecimiento atrofiado, sobre todo en el sector de la construcción y bienes raíces.

Una casa, un terreno, representan la principal fuente de riqueza de la mayoría de las familias, así que mientras el mercado imobiliario en esos países no se estabilice y retome su ascenso, la riqueza de millones de familias seguirá deteriorándose, lo que dificultará a su vez una expansión económica sostenida.

El crucigrama económico de los próximos años entonces, será muy complicado, incluso para países tan poderosos como los Estados Unidos, Japón, Alemania y China, quienes enfrentaran cada uno de ellos retos particulares, así como desafíos comunes que requerirán una coordinación monetaria y fiscal que aún no existe para sincronizar sus economías y políticas.

Al mismo tiempo, países emergentes que lograron salir relativamente a salvo de la hecatombe de 2008-2009, como Brasil, la India, Rusia, y China misma, se encuentran ahora ante un escenario en donde incluso ellos podrían sufrir el embate de una ola de estancamiento que frene su reciente ascenso a las ligas mayores de la economía global.

En el centro del nudo económico de corto plazo se encuentra por supuesto Europa, ese acuerdo monetario que intenta salvar su unión económica amenazada por las consecuencias de su mal diseño. La zona del euro está en problemas porque se diseñó para ello: una unión económica incompleta, que unifique sólo la parte monetaria, pero no la fiscal ni la laboral está llamada a enfrentar crisis monetarias severas.

Muchos economistas advirtieron sobre esta inconsistencia antes de que el euro fuera implementado, pero los egos continentales de los políticos europeos no quisieron oir, y ahora el mundo entero sufre las consecuencias de no poder resolver un problema que no tiene mas que dos soluciones: o la moneda común se desecha, o se avanza hacia una integración económica total de Europa. Esto último deberá implicar que la zona periférica: España, Portugal, Grecia, Italia e Irlanda pasen por un periodo de baja de salarios y de precios para poder ser competitivos ante la increíble maquinaria alemana.

Esta tremenda tensión económica que todos experimentamos es la primera gran crisis de la globalización. Es la primera gran prueba financiera que el mundo conoce desde la caída del Muro de Berlín, que lanzó una expansión global que incorporó a China, la India y vastas zonas de Asia a la economía mundial.

Porque es la primera crisis de la globalización, esta propuesta económica que había ganado el consenso económico de casi toda la población en el mundo, está puesta a prueba y siendo cuestionada. Millones de personas en el mundo, incluso en Estados Unidos, el principal beneficiario de dicha globalización, están sin empleo y con magras perspectivas laborales. Otras tantas empresas medianas y pequeñas han sucumbido a la crisis y en este momento no encuentran el financiamiento para sostenerse con vida.

El mercado laboral y de crédito que prevalecerá en los siguientes años pondrá a prueba el consenso a favor de la globalización. De hecho ya está ocurriendo: el movimiento de los “indignados” en España, de “occupy Wall Street” en Nueva York, y similares en otras partes del mundo, son la verbalización de la frustración de millones de personas respecto de lo que la globalización les ha significado: un deterioro histórico en la distribución del ingreso incluso en aquellos países que eran los paraísos de la clase media, en especial en los Estados Unidos, todo ello en un contexto en donde las empresas globales tienen ganancias récord y las familias más ricas ven la acumulación de sus activos crecer y crecer.

Las élites políticas y económicas del mundo tienen la opción de ignorar ese descontento e insistir con la forma en que hasta ahora se han hecho las cosas. En algunas zonas del mundo, como en los países árabes, la falta de distribución de la riqueza de las élites hacia la población cada vez más pobres se tradujo ya en rebeliones que acabaron con la defenestración de la clase gobernante.

Es difícil que dichos extremos políticos ocurran en los países democráticos, en donde los ciudadanos han castigado con su voto a los partidos en el poder, pero la falta de tacto ante las pálidas perspectivas laborales y económicas de la mayoría pueden traducirse en los años que vienen en una pérdida de consenso para la globalización que pueden obligar a la reversión de esa estrategia. Las élites pueden optar por no escuchar y no cambiar el curso, pero las mayorías tienen también el derecho de decidirse a actuar y reclamar que en estos años de penuria y sacrificio a ellas les ha tocado llevar todos los costos.

Para la profesión de economista que tan mala fue para preveer, como un gremio en general, lo evidente, y que menoscabó como un “catarrito” o algo pasajero y circunstancial la avalancha que se venía encima, sorprende lo poco honesta que ha sido para aceptar que las políticas y las teorías que incubaron la actual catástrofe económica deben de ser dejadas a un lado y que debemos de pensar con la cabeza, el lápiz y la pluma, y no con el púlpito de la ideología.

Para una profesión que se precia de ser científica, sorprende lo pesada que puede ser la carga ideológica. Entre un economista neo-keynesiano y uno conservador hay menos puntos de contacto que entre un cristiano y un musulmán en una Cruzada. No debería de ser así. Los economistas deberían de ver su objeto de estudio, la economía, con los ojos y no con las ideas preconcebidas.

El premio Noble Paul Krugman explicaba el por qué los economistas en general, con pocas excepciones, no vieron el desastre que se avecinaba, diciendo que el gremio había “confundido la belleza con la verdad”. Estoy de acuerdo. La profesión de economista no ha dejado de ser platónica, y su devoción por los elegantes modelos matemáticos y las bellas estructuras provenientes del rigor lógico neoclásico los llevan a confundir la preciosidad de las ecuaciones y sus resultados con la realidad.

La mayoría de los economistas creen lo que dicen los modelos: que la economía no tiene ciclos económicos inherentes, y que en su caso, estos son el resultado de una intervención inapropiada del Estado o de un evento desafortunado e imprevisible.

Me gustaría ver algún día a la profesión aceptar lo que es más que evidente, sobre todo estos años: que los postulados básicos de la economía; la maximización del beneficio, la búsqueda de la ganancia máxima, la minimización de costos, la búsqueda de la eficiencia, necesariamente llevan a ciclos de apogeo y recesión; a valles y simas, por poco elegantes y bellas que estas sean.

A los físicos, incluyendo a Albert Einstein, les costó muchísimo aceptar que la realidad material no era una realidad clásica. El principio de incertidumbre de Heisenberg y la mecánica cuántica demostraron que, contrario al miedo metafísico de Einstein, Dios si juega a los dados con el universo.

Si la realidad natural está gobernada por el azar, la probabilidad y la incertidumbre, ¿por qué los economistas no aceptan dentro de su esquema mental que la realidad económica, creada por hombres y mujeres que son difíciles de predecir, es difícil de predecir y está sujeta a vaivenes y ciclos inciertos?

Es esta palabra: incertidumbre, la que definirá a la economía, no sólo de los países individuales, sino del mundo, en los próximos años. Años en los cuales sentiremos que la economía ha dejado de ser nuestra aliada, y se ha convertido en nuestra enemiga.

2 comentarios:

Mauricio Ivan dijo...

Ehh leido su libro, sin duda estupendo e Hiper recomendable libro. Solo le pondria, un pero. La parte que le hace de comparacion a lula, y aunque no lo menciona abiertamente, lo compara con el Proyecto de Nacion de Lopez Obrador, el cual sin duda, tiene tintes, o similitudes con el esidente de la República Luis Echeverría Álvarez, había algo de soviético en el imaginario colectivo, o como dijera el Peje, en ‘nuestro proyecto de nación. Quizás el peje ve en el modelo populsta nacionalista, la posibilidad de congraciarse con la izquierda mexicana. En un esquema controlado por el Estado y perfectamente totalitarista, lo cual se contrapone totalmente con su analisis del capitulo IV y V. En fin saludos felicidades por su libro, asi como el libro del Dr. Villagomez. Los dos son de lo mejor que he visto, publicado en Mexico,muy recomdables.

sin mas.

Mauricio Aguilar.

Dirty Harry dijo...

Mauricio, mil gracias por tus comentarios, créeme que me hacen muy feliz. Respecto de lo de Lula y AMLO, estaría feliz de poder sentarme y platicar para comentarte cómo alguien como yo, tecnócrata irremediable, y profundo avatar de los mercados, creo que son lo adecuado para este país.