domingo, 15 de abril de 2012

Domingos Rancheros: Los Ojitos de Mi Elena

Aparentemente el mariachi viene de la que perece ser también la cuna del ombligo azteca: Nayarit, la tierra de mi padre. Allí, a la vera del Río Santiago, existió un pueblo llamado así, Mariachi, que aparentemente desapareció en una crecida del poderoso afluente y no dejo mas que el vago vestigio de su nombre que evolucionó hasta llegar a ser una patente identitaria de nuestro país.

Por otro lado, en el altiplano, en donde el mariachi llega ya hasta finales del siglo XIX o principios del XX, el corrido había sido el género de música popular predominante desde tiempos más allá de la memoria.

Cuando el mariachi llega al altiplano, los corridos se adaptan plenamente al conjunto ranchero y catapultan el género a nuevas alturas, logrando verdaderas Chef d’OEuvre, como Juan Colorado, Juan Charrasqueado, La Cárcel de Cananea, El Caballo Blanco, entre decenas de ejemplos.

Pero el humilde corrido persiste, y a pesar de ser adaptado por el ranchero, por la redoba norteña, por el duranguense, e incluso por el rap, su identidad no se ha perdido y sigue tocándose, modesto y popular, en todas partes de México.

A pesar de que el corrido desciende directamente del romance medieval, los corridos menos usuales son los corridos románticos. Usado para contar historias y costumbre, el corrido raramente toma la forma de una declaración de amor, pero de que el corrido sirve también para cantarle a la prenda amada queda claro en el caso de uno de mis favoritos de toda la vida: Los Ojitos de Mi Elena.

Para mi infinita frustración, desconozco el origen de este hermosísimo corrido. No sé de donde viene, desconozco si el autor es anónimo o conocido, no se qué tan antiguo pueda ser (si alguien tiene pistas, favor de ilustrarme, de veras). Pero mi ignorancia de su origen se ve compensada con la devoción que le tengo: su lírica es sublime, y la cumbre de este breve corrido, es tan hermosa que merece estar en cualquier romancero de la lengua castellana:

“Esa linterna tan opaca
que no me alumbra”

Luego de esa cúspide el corridito remata en un irremediable lamento:

“Tal vez lo fresco de la noche tan serena
No se me olvidan los ojitos de mi Elena
No se me olvidan
¡Ay por Dios qué será de mí!"



Hace algunos años en Los Mochis, conocí a un jovencito que cantaba tambora, Ramón Antonio, quien con los años se hizo llamar “El Diamante de Sinaloa”, y que, si no ha sucumbido a la violencia brutal del narco de estos años, canta hoy música de traficantes y bandidos. Yo conocí su primera producción, un casete que le produjo su padre y que un amigo común me regaló. Para acabar pronto, creo que Ramón Antonio tiene la mejor voz de la música de banda de la era reciente.

Buscando en youtube logré encontrar, para ventura de los fantasmales lectores de este Blog, la versión original de Ramón Antonio cantando este diamante del corrido mexicano, ojalá que la disfruten como yo cada vez que la escucho.


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