Temerosa, vacilante, incierta, así está siendo la
recuperación económica en el mundo, especialmente en los países más ricos, pero
incluso en la economía más dinámica, China, en donde las señales de una
disminución del crecimiento aparecen de manera intermitente.
La actual ha sido la recuperación económica más lenta desde
la Gran Depresión de 1929. Medida por el tiempo que le ha tomado a las
principales economías del mundo recuperar el nivel de producto interno bruto,
empleo, producción industrial y uso de capacidad, la salida de la tremenda
crisis económica de 2008-2009 ha sido la más complicada y lenta de todas las
anteriores.
No debe de extrañarnos. La evidencia muestra que las
economías se recuperan con muchas más dificultad de una crisis financiera que
de una recesión económica normal, y la crisis que estalló en el 2007-2008 fue
la peor crisis financiera en el mundo en setenta años. La respuesta de esta
lentitud se encuentra en el hecho de que el crédito ha tardado mucho en reactivarse,
como corresponde a una crisis causada por el exceso del mismo.
La etimología ayuda muchas veces: crédito significa creer en
alguien, y perder el crédito implica no creer en el otro. Cuando millones de
personas dejan de pagar sus deudas, causando quebranto entre los bancos, pasará
mucho tiempo antes de que la confianza se restaure y los bancos vuelvan a
prestar a las familias que dejaron de pagarles.
“No doy crédito” es una frase que denota asombro,
incredulidad, pero también son las palabras que definen bien lo que ha pasado
en la economía global en los últimos cinco años, la ausencia de financiamiento.
Es difícil culpar al sistema bancario por no dar crédito luego de que millones
de familias, individuos y empresas incumplieron sus promesas de pago en
2007-2008 llevando a decenas de intermediarios bancarios a la quiebra y a la
economía global al borde de una gran depresión.
Pero a los bancos bien puede recitárseles la arenga de Sor
Juana: “sois la ocasión de lo mismo que culpáis”, pues fueron ellos en buena
parte los causantes de su propia desgracia. Miles de sus ejecutivos recorrían
los hogares de millones de personas para endilgarles un crédito incluso cuando
el acreditado no reunía los requisitos para su otorgamiento. Los bancos en todo
caso lamentan, como en una cruda, el comportamiento de la víspera.
Pero hay algo más allá de la falta de credibilidad entre
bancos y clientes que está atorando la reactivación económica: las tasas de
interés en cero por ciento.
Por cinco años consecutivos ya, en Estados Unidos y en Europa
las tasas de interés de los bancos centrales se han estancado en cero por
ciento, es decir, los bancos comerciales han podido tener acceso a las
ventanillas del emisor central a cero costo. La intuición indicaría que si los bancos
han podido financiarse a cero costo, entonces deberían de usar ese recurso para
hacer lo que los bancos hacen: dar créditos, y más aún, a muy bajo costo.
Pero no ha sucedido. A pesar del costo nulo del dinero para
los bancos comerciales, éstos no han dado crédito a la economía y la razón es
una de las ironías más peculiares de le economía. En principio si la economía se
encuentra flaca, el banco central abarata el dinero para que los bancos presten
a tasas más bajas y los consumidores tomen crédito y gasten, impulsando la
economía. Tal comportamiento parece aplicarse salvo en un caso, cuando las
tasas son cero.
Si la tasa es de cero por ciento, entonces el banco no tiene
incentivos para prestar, pues cuando las tasas suban en el futuro (y tendrán
que subir, pues las tasas de interés no pueden ser menos de cero), tendrán que
reflejar minusvalías en sus libros.
La ausencia de crédito provocada por ésta singularidad es la
que ha dilatado tanto la recuperación económica global y seguirá conteniéndola
en el futuro. Los indicadores sugieren que Estados Unidos tendrá un año
decoroso en materia económica, y que incluso la alicaída Europa comenzará a
retomar el dinamismo perdido.
La gran interrogante es China, y tras ella, los llamados
mercados emergentes. Las señales de recuperación económica en los países más
avanzados han provocado que sus bancos centrales comiencen poco a poco a
retirar el estímulo monetario de los últimos cinco años, incluso sin modificar
las tasas de cero por ciento. Este gradual retiro del apoyo monetario ha
causado ya dislocaciones importantes en las divisas y las cuentas externas de
varios países emergentes y ha provocado que la mayoría de las inversionistas
miren a esas economías con recelo y riesgo. Pero mas vale acostumbrarse, porque
viene más turbulencia.
Si la recuperación económica se materializa y afianza, el
estímulo monetario será retirado por los bancos centrales y tarde que temprano
las tasas de interés abandonarán el cero por ciento y regresarán a números
positivos. En ese caso las monedas de países emergentes, apoyadas estos cinco
años por dinero barato que ha fluido a dichos países buscando mayores
rendimientos, serán afectadas con severidad.
Pero si la recuperación aborta y se interrumpe y aún con tasas
en cero las economías regresan al estancamiento, entonces tendremos que decir,
junto con los bancos centrales, más que afirmando, alarmados: ¡No Doy Crédito!.