Hasta hace un par de semanas, la
credibilidad de Volkswagen era tan sólida como la fiabilidad de sus autos.
Todos aquellos que han tenido un auto de la marca atestiguan la confianza que
producen a lo largo de años de uso. Y sin embargo, el fabricante acaba de ser
atrapado en una de las trampas más burdas, extensas y escandalosas de la
historia corporativa: tratando de ganar cuota de mercado en el más competitivo
del mundo, Volkswagen truqueó deliberadamente el registro de emisiones de millones
de autos a lo largo de muchos años esperando que los reguladores no lo pescaran
nunca.
Hasta que lo pescaron, revelando una
confabulación para engañar a reguladores y consumidores, haciéndolos creer que
los autos cumplían con los límites de emisiones contaminantes establecidos en
Estados Unidos. La compañía ha visto evaporarse miles de millones de dólares de
su valor en bolsa desplomándose en 40%, y de los 25 mil millones que trae en
caja, al menos 18 mil deberán de ser usados para cubrir multas, indemnizaciones
y daños.
¿Cómo fue posible que una empresa con el
prestigio de VW haya hecho una trampa tan ramplona? Se preguntan unos. Otros,
convencidos de que los trucos y las corporaciones tienen una larga historia
común, se preguntan ¿Cómo es posible que VW se haya salido con la suya durante
tanto tiempo y sólo hasta ahora se haya revelado el engaño? Otros temerarios se
preguntan ¿Es VW el único en hacer trampa?
Desde el punto de vista del mercado, la
trampa de VW fue una sorpresa absolutamente inesperada (para los inversionistas,
claro, no para el fabricante) dado el prestigio que la firma tenía entre
analistas y ahorradores. ¿Quién lo habría dicho? Gritaban exasperados millones
de inversionistas que han visto pérdidas de 40% en sus acciones.
La historia de VW demuestra una hecho que
los economistas y financieros se niegan a aceptar: que los mercados son más
volátiles de lo que creemos, y que sorpresas inusitadas que producen grandes
vuelcos en los precios de los activos (los famosos “cisnes negros”), no por
inesperados son inusuales, no por extraordinarios son infrecuentes, y no porque
sean impredecibles debemos de estar siempre preparados para ellos.
Pongámonos en un escenario en donde VW,
hasta hace unas semanas la mayor automotriz del mundo, sufre un daño profundo
en su marca que se refleja significativamente en su cuota de mercado.
Supongamos que los más de 18 mil millones de dólares en multas y penalidades
provocan un daño en su calidad crediticia que le obliga a reducir producción y
plantilla laboral. Supongamos que ese efecto indeseado afecte la estelar planta
que desde hace décadas VW mantiene en Puebla, y a la nueva que Audi está por
abrir. De hecho desde que el escándalo estalló el rendimiento de los bonos de
la firma han subido 200 centésimas en los mercados de crédito, dificultando no
sólo el financiamiento de su capital de trabajo, sino el crédito que otorga a
sus potenciales compradores..
Hasta el mes de agosto las exportaciones
de VW de México a Estados Unidos crecían a una tasa superior al 10% y era el
cuarto mayor vendedor nacional a ese mercado. Es previsible que dicho dinamismo
vaya amainar, y es probable que el efecto sbore las exportaciones mexicanas a
Estados Unidos no sea nulo. Quizá lo que el efecto sustraiga sobre las
exportaciones totales de México no sea importante en monto, pero en éste
momento cada dólar cuenta, pues la merma que ha significado la debacle del
precio del petróleo sobre la balanza comercial mexicana hace relevante a cada
uno de los otros exportadores del país.
Pero si bien el efecto directo es
importante y debe de cuidarse, el efecto directo del caso VW puede ser mucho
mayor. La “sorpresa” de VW debería de recordarnos a todos que los mercados son
más peligrosos de lo que creemos, y que cuando la volatilidad se acentúa como
en éstas últimas semanas. La moderna teoría de las finanzas a la cual se
adscribe la mayoría de los economistas sugieren que los períodos de volatilidad
aguda vienen y se van, y son poco frecuentes. Lo que los datos muestran es que
los períodos de alta volatilidad se dan por oleadas y que luego de un pico de
volatilidad sorpresivo lo que sigue no es una vuelta a la normalidad sino una
sucesión de crestas en el índice de volatilidad, el VIX, como ha sido el caso
en las últimas sesiones de los mercados.
Puede que el efecto VW tenga un impacto
indeseado y directo sobre el peso. Exportaremos menos autos. Pero el daño menor
será ese. Lo más preocupante es que el caso VW ha removido una certeza mayor
del mercado. Si ya ni en VW podemos creer, las sorpresas negativas pueden venir
de cualquiera.