domingo, 3 de julio de 2016

Octavio Paz Y La Globalización Detenida

Octavio Paz solía gustar de este argumento: la cultura judeocristiana tiene una concepción lineal del tiempo; conforme avanzamos en los siglos llegamos a nuevas etapas, siempre ascendiendo. Las culturas paganas tenían una idea distinta, decía Paz, para ellas nos movemos en grandes ciclos: los siglos Aztecas de 52 años, la recurrencia del calendario-bestiario de los Chinos; la idea del eterno retorno de ese pagano moderno que fue Nietzsche.
Lo que ha ocurrido y está ocurriendo en el Reino Unido (RU) bien puede validar esa idea de Octavio Paz. El tiempo no es lineal, se mueve en ciclos. Paz no era un anarquista que pensara que el ciclo nos hacía regresar en el tiempo: el progreso nos mueve hacia delante, pero no de manera lineal. Es más bien un trazo de risos ascendentes, ciclos que se repiten en una espiral que surge.
Desde la hecatombe financiera de 2008-2009 la globalización exponenciada en 1989 tras la caída del muro de Berlín, se ha detenido, y el #Brexit significa ya en los hechos su reversión en el corto plazo. Esa isla cuna de la globalización ha votado por aislarse, por escapar de su propio invento, por sustraerse de la globalización que ella misma diseñó e impulsó. El ciclo regresa a su origen: a un mundo que quiere ser aldeano y cerrado, ensimismado en su raza, su religión y su credo.
La globalización no se detendrá sin embargo. Seguirá su marcha pues forma parte del código genético de nuestra especie. Si pensamos que tan sólo cincuenta mil años después del nacimiento del Homo Sapiens en África central nuestros ancestros ya habían colonizado Australia y Tasmania es difícil pensar que nos vamos a quedar quietos. Si estamos a punto de colonizar la Luna y Marte es cándido pensar que la globalización, ese deseo de apropiarse del mundo entero, vaya a revertirse. Revertirse no, pero si se detendrá, y habrá retrocesos, quizá violentos y salvajes. Habrá revueltas y revolución.
De nuevo Octavio Paz: una revolución es etimológicamente, una vuelta al origen. Los mecánicos entienden esta palabra mejor que el resto de nosotros: un motor da ciertas revoluciones por minuto. Una revolución es un ciclo completo, regresar al origen nos recordaba Octavio Paz en ese libro luminoso y hoy poco recordado que es “Corriente Alterna”.
Lo que estamos viendo con el #Brexit y con los barruntos de desintegración de la Unión Europea (UE) es justamente una revolución en los términos de Paz: una vuelta completa de la globalización, un regreso al origen aldeano y fragmentado del proceso de integración económica del planeta.
¿Qué se necesita para continuar? ¿Cómo puede seguir avanzando la globalización al siguiente riso? De nuevo la imagen Paziana: regresando a algo que ya habíamos dejado atrás: el Estado del Bienestar.
Si existe un rechazo a la globalización es porque una mayoría creciente de los ciudadanos sienten que los costos son superiores a los beneficios. Que las desventajas que surgen de un mundo económicamente integrado son superiores a las ventajas que éste ofrece. Sienten que antes de la globalización exponenciada provocada por la caída del Muro la calidad de vida era mejor. Sienten que “estaban mejor cuando estaban peor”.
Si pensamos que el tiempo es lineal pensaremos que el regreso del Estado del Bienestar será una regresión, una retrógrada vuelta al pasado. Si pensamos que la historia se mueve en ciclos ascendentes, en un péndulo que sube, será más fácil comprender la necesidad de su regreso: es necesario curar las heridas, ayudar a las víctimas involuntarias de la globalización, a sanar los hematomas causados por la lacerante desigualdad resultante de la enorme riqueza creada por la mundialización y que ha sido expropiada y disfrutada por muy pocas manos.
Bismarck, contemporáneo de Nietzsche, cinceló el Estado del Bienestar para dar salida al malestar causado por la llamada Segunda Revolución Industrial, la cual produjo barones industriales fabulosamente ricos y vastas masas de desposeídos sin oportunidades. Los cálculos hechos por Thomas Piketty muestran que la desigualdad de estos años es incluso más aguda y extendida que la sufrida en la época de Bismarck y Nietzsche. Si a veces el futuro regresa al pasado, como en una revolución mecánica, la solución que funcionó en aquél entonces para rescatar a la globalización y que ésta prosiguiera su marcha, deberá funcionar ahora.

El tiempo es un juego de espejos. Una ojeada a la reversión aldeana de la Gran Bretaña parece dar la razón a la exégesis que Octavio Paz hacía sobre la concepción del tiempo en otras tradiciones distintas a la nuestra. Nietzsche remarcó esa circularidad también: “El futuro influencia al presente tanto como el pasado”. Y en ese futuro está el regreso del Estado del Bienestar (distinto al anterior), como una necesidad para salvar a la globalización misma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Edgar:

Me quedo con esta idea:

"...es necesario curar las heridas, ayudar a las víctimas de la globalización... por la ... desigualdad resultante de la enorme riqueza creada ...y que ha sido expropiada y disfrutada por muy pocas manos."

Siempre es reconfortante leer algo así; la economía no es el número frio, son (somos) las personas que padecen los efectos de un modelo económico que parece condenarnos a la pobreza. De ahí la pertinencia de Thomas Piketty y la cita a Paz.

Dice un premio Nobel de Economía:

"Para muchos de los pobres de la Tierra la globalización no está funcionando. Para buena parte del medio ambiente no funciona. Para la estabilidad de la economía global no funciona." Sin embargo, concluye que a pesar de todo, la globalización puede ser una fuerza benigna, que puede ayudar a generalizar el conocimiento y el intercambio de ideas, contribuir a la transmisión de concepciones sobre la democracia y promover una sociedad civil más justa.

Vaya pues el agradecimiento a Edgar Amador, caro amigo, magnífico ser humano y brillante servidor público.

Aldo Pavón Segura


Sofía Arantza Morán dijo...

Estimado profesor.

Es un placer leer tan poética analogía. Su vislumbre entusiasma los anhelos de los melancólicos corazones. No obstante, al final del túnel del mencionado entusiasmo me surge la pregunta de
1) si los beneficiarios del paradigma no será como siempre los países "desarrollados" y
2) si los recursos ambientales podrán hacer frente a otro ciclo de "avance" sin precedentes.


Saludos cordiales,