Una doctrina de la Suprema Corte de los
Estados Unidos especifica uno de los contados motivos bajo los cuales se
suspenderían los derechos establecidos por la primera enmienda. Cuando un “peligro
claro y presente” amenazara la nación al punto de justificar la restricción de
las libertades individuales con el fin de vencer dicho peligro. Para la
economía de México Donald Trump no es una amenaza, no es una posibilidad de
daño, es justo ese “peligro claro y presente” que ya hace estragos.
La semana pasada, Ford, la segunda mayor
automotriz estadounidense, anunció su decisión de mudar toda la producción de
autos compactos a México. Dicha estartegia tiene muchas explicaciones, y no
únicamente el hecho de buscar salarios bajos, pues una adecuada política de
fomento ha creado en el país un núcleo formidable de desarrollo automotriz que
ha convertido al sector en uno de los más competitivos del mundo.
Cierto. Los menores costos de producción
(no solo laborales, sino también los otros) son el principal motivo para la
mudanza, pero la conjunción de un racimo de empresas conglomeradas en el centro
y norte del país que ha creado economías de escala es uno de los aciertos más
notables de la política industrial local. La industria emplea en México casi
700 mil personas y es la principal fuente de divisas para México.
¿Por qué Ford se muda al sur? La respuesta
es sencilla: porque la automotriz pierde dinero fabricando autos pequeños en
Michigan. O muda su producción al sur o de plano desaparece las líneas en sus
fábricas de EEUU. Importante notarlo: los autos pequeños son apenas un
fragmento de mercado estadounidense, cuyos consumidores prefieran autos grandes
y SUV’s, los cuales seguirán siendo fabricados en Flint y otras localidades de
los EEUU.
Pero la furia con la que Donald Trump se
abalanzó contra Ford en Flint, acusando a la empresa casi de traición, muestra
el enorme peligro que representa el neoyorquino para la economía mexicana. No
hace falta que Trump llegue a la presidencia para que la economía mexicana
sufra. Al menos en dos aspectos dicho efecto es ya palpable. El primero es que
ante la gigantesca incertidumbre que representa la agenda Trump en términos de
restringir el libre comercio y estrangular la frontera con México, las empresas
globales que buscan invertir en México como una plataforma de acceso al mayor
mercado del mundo se han detenido o enlentecido.
Ninguna empresa global va a invertir
millones de dólares en establecerse en México si en noviembre el presidente
Trump confirma su decisión de construir un muro ya no digamos físico, sino
comercial en la frontera mexicana. ¿Estamos preparados para un escenario en
dónde el racismo comandado por Trump se traduzca en el regreso de miles de paisanos
como consecuencia del odio instigado por el magnate metido a político?
El segundo frente en dónde Donald Trump es
un peligro claro y presente es en el mercado cambiario. José Miguel Moreno ha
ilustrado en estas páginas cómo el peso mexicano es el mejor Trumpómetro del
mundo. El mejor indicador disponible para medir la posibilidad de una victoria
del candidato republicano en las presidenciales de noviembre. Curiosamente el
peso mexicano es víctima de su propio éxito. Una de las monedas más líquidas y
transaccionadas del mundo, el peso facilita a aquellos que quieran apostar y
beneficiarse de una victoria de Trump en los mercados financieros. Apostar por
el desplome del peso en caso de que Trump gane es una perspectiva correcta, y
como los mercados anticipan siempre, lo que anticipan ya hoy es que dicha
posibilidad está creciendo, y con cada encuesta en que el republicano descuella
sobre su rival demócrata, el peso se hunde bajo la fuerza de los inversionistas
que buscan protección contra tal evento.
Enrique Krauze ha entendido como nadie lo
que Trump significa: la probabilidad que un verdadero tirano, contrario a los
valores democráticos estadounidenses, llegue al poder. Krauze ha advertido
también: con los tiranos no se negocia, se les contiene. Algunos piensan que
“Trump anda en campaña”, que al ser presidente cambiará y que hoy sólo está
diciendo estas barbaridades para ganar. Quienes así lo creen cometen un error
enorme. El historial de Trump es consistente con el desastre proferido por su
boca: sus inversiones inmobiliarias sólo han triunfado a base de enormes
subsidios y el esquilmar a sus socios; Trump ha tenido más bancarrotas que
éxitos en sus inversiones y cuando quiebra quienes pierden son los otros y no
él; Trump es un granuja irreparable, un fraude sin remedio, alguien que no sabe
conducirse mas que con abusos y torciendo la ley para su beneficio. Trump no va
a cambiar nunca y si gana la relación con México será para nosotros un
verdadero desastre, así sin mediaciones ni tapujos.