domingo, 19 de noviembre de 2017

La Revancha De Isabel La Católica

La mayor inversionista de riesgo de la historia moderna es la Reina Isabel… la Católica. Si la versión que cuenta que empeñó sus joyas para financiar el viaje de Cristóbal Colón que eventualmente le dio a España un dilatado imperio y que creo un mercado gigantesco con una lengua común, es correcta, entonces el retorno financiero de ese empeño ha sido quizá el mayor de la historia y es una muestra dramática del enorme poder que tiene el mercado de capitales para cincelar el derrotero económico de naciones enteras.
Hay muchas diferencias entre la historia económica de México y los Estados Unidos. Pero si recordamos que el peso mexicano fue durante la colonia y los primeros años de la independencia, moneda de curso legal en el país del norte (incluso el signo del dólar $, proviene de esa moneda), ilustraríamos que la enorme brecha de desarrollo entre las dos economías no siempre fue como la conocemos.
Hay una diferencia clave: el mercado de capitales. En la colonia el mercado de capitales se basaba en la potencia minera novohispana, creando un sustento vigoroso que creo grandes ciudades e infraestructura que estaban a la par con las mejores del mundo. El exceso de regulación impuesto por su calidad de colonia española probablemente evitó que el capital novohispano se desarrollara hasta evolucionar como lo hicieron el capital mercantil en los Países Bajos e Inglaterra, y la revuelta independentista y el convulso siglo XIX afectaron de manera definitiva el desarrollo temprano de un mercado de capitales en México, lo que seguramente tuvo consecuencias seculares sobre el crecimiento potencial del país hasta bien entrado el siglo XX.
En Estados Unidos, en Europa occidental, allí en donde los mercados de capitales se desarrollaron, proveyendo a la naciente industria y al comercio global el financiamiento para su gran salto, el efecto de largo plazo sobre el crecimiento económico fue muy significativo y de prolongada duración.
Aquellas naciones en donde los mercados de capitales fueron frágiles o inexistentes durante los siglos XVII-XIX, arrastran todavía hoy las consecuencias de ese faltante en forma de débiles tasas de crecimiento e insuficiente stock de infraestructura y activos.
Los párrafos anteriores nos llevan a un argumento: la ausencia de mercados de capitales desarrollados provocan efectos desfavorables sobre las economías que se sienten durante el muy largo plazo. El corolario de ese argumento es sencillo: aquellas economías que no desarrollen sus mercados de capitales hoy, lo lamentarán los próximos doscientos o más años.
Cuando la Reina Isabel empeña sus joyas (según una versión) para financiar la empresa que cambiaría para siempre la historia moderna, los mercados de capitales eran restringidos y poco eficientes. Banqueros incipientes que financiaban expediciones estrafalarias a reyes y reinas que buscaban consolidar sus territorios en medio de inciertas pugnas dinásticas. No muy distinto sin embargo del escenario actual, en donde los mercados financian nuevas tecnologías y empresas que prometen ser la próxima Apple, la siguiente Microsoft, el Amazon que viene.
Desde que Ámsterdam estableció la primera bolsa de valores para que el público pudiera adquirir derechos de propiedad de empresas, esas instituciones se erigieron en un vehículo privilegiado para el desarrollo del mercado de capitales. Las empresas crecían hasta llegar a un nivel en que para expandirse podían ofrecer acciones al gran público, llegando a un óptimo social: las empresas consiguen financiamiento competitivo y los inversionistas obtienen activos con un rendimiento que les permite crecer su ahorro y cumplir sus metas patrimoniales o empresariales.
Pero con todo lo útil que han sido las bolsas de valores, la figura ancestral del capital privado (ese a quien empeñó sus joyas Isabel la Católica), ha regresado por sus fueros y al encontrarse con Sillicon Valley ha conculcado las bases de los mercados de capitales de manera sísmica.

Las enormes fortunas del mundo han hecho un nido de financiamiento en el mercado de nuevas tecnologías. Siguiendo su ejemplo y buscando las próximas Apple y Microsoft, que de humildes empresas de garaje evolucionaron hasta dominar el mundo y convertirse en las mayores empresas del globo, el capital privado está desplazando a las bolsas de valores en el financiamiento de Uber, AirBnB y muchas empresas insignia que tienen el potencial de cambiar nuestra realidad, haciendo a un lado a las bolsas, como si se tratara de la revancha de Isabel la Católica.

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