domingo, 10 de diciembre de 2017

Cosechar Dinero De Los Árboles

El dinero no crece en los árboles, dicen. Lo cual es una lástima, porque si creciera entonces la deforestación no sería un problema y los traumas producidos por el innegable calentamiento global no serían tan catastróficos. Los mercados no sirven para todo, pero si sirven para muchísimas cosas, y muchas experiencias muestran que los mercados podrían aportar a la solución para reforestar nuestro devastado país y el planeta.
Desde mediados del siglo pasado nos dimos cuenta que el costo del crecimiento y el desarrollo económico era la depredación de la naturaleza: la expansión de las ciudades y de la industria se dio a costa de la deforestación de los bosques, la devastación de los recursos hídricos y el exterminio de la fauna silvestre.
Dada la escala de la población humana y los objetivos de crecimiento que nos hemos fijado implícitamente (la obsesión de ser constantemente más ricos), la estrategia actual, en donde le asignamos un valor de cero a la destrucción del medio ambiente, no es sostenible. Si no se le asigna un valor dinerario a la destrucción compartida de la naturaleza el planeta estará colapsado en menos de un siglo.
Pero podemos hacer algo mejor que asignarle un costo en dinero a la destrucción de la naturaleza. Podemos hacer que mantenerla y recuperarla sea un buen negocio.
Pocos experimentos son tan exitosos como los llamados “servicios ambientales”, una transferencia fiscal a los poseedores de bosques o zonas naturales prioritarias. Los poseedores comunales de bosques críticos, de zonas lacustres fundamentales, de reservas de la biosfera o de la fauna, son retribuidos por el resto de la sociedad por mantenerlas. Si todos los ciudadanos del mundo pagáramos una fortuna por un rinoceronte adulto a quienes lo cuidaran, tendríamos una población estable o ascendente de esas bestias. El problema es que los rinocerontes valen más vivos que muertos: paguemos una fortuna por un rinoceronte adulto y probablemente el problema pueda revertirse.
El esquema anterior implica usar nuestros impuestos para hacer rentable la preservación de la naturaleza. Pero podemos ir más allá: podemos hacer proyectos en donde sea el mercado quien pague por esa preservación. La recuperación y crecimiento de un bosque es fácil de convertirse en un buen negocio: la demanda por madera, pulpa, y combustible lo convierten en una buena inversión. De hecho en algunos países como Reino Unido, los fondos de inversión en bosques se han disparado más del 100% en la última década, y son una opción de inversión crecientemente atractiva, relativamente aislada de los vaivenes del mercado financiero.
Creo que la industria del vino provee un buen ejemplo de cómo los mercados pueden contribuir a la sustentabilidad natural. Durante siglos los robles franceses han sido usados para añejar el vino. Dicen los que saben que no hay mejor forma de hacerlo. Siglos de industria vinícola habrían ya acabado con los bosques de roble franceses. Pero no ha ocurrido, y dichos bosques presentan una salud envidiable y un dinamismo notable.
Desde el siglo XVI, y antes quizá, los monarcas franceses se dieron cuenta de la importancia de preservar sus bosques para darle viabilidad de largo plazo a su industria vinícola, la cual sigue siendo hasta hoy, líder en el mundo. Los bosques han producido por siglos robles para las barricas, a pesar de que el roble es un árbol de muy lento crecimiento. No es nada nuevo, el mercado del vino y la sustentabilidad de los bosques franceses es un ejemplo que puede repetirse en cualquier parte.
En Estados Unidos grandes inversionistas como las universidades privadas, las aseguradoras y fondos de pensión dedican una parte sustancial de sus fondos a invertir en bosques y zonas naturales. Siempre en la frontera de la innovación financiera, Wall Street ha producido fondos para que inversionistas minoritarios puedan acceder a los rendimientos de dichas inversiones.

México ha perdido casi la cuarta parte de sus bosques y selvas en las últimas décadas y no podemos permitirnos seguirlos perdiendo. Existe en el mercado local una empresa muy interesante: Agropecuaria Santa Genoveva, que invierte en la planeación y el crecimiento de bosques maderables y que forma parte de esa solución. La banca de desarrollo mexicana debería de invertir e incentivar más empresas como Santa Genoveva para que la sustentabilidad del espacio natural mexicano, todavía uno de los más diversos del mundo, pueda seguir en el largo plazo.

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