domingo, 21 de octubre de 2018

¡Dame Otra C! ¿Qué Dice? T-MECC

La fuente principal de la caravana que quiere entrar a los Estados Unidos a través de México es Honduras, el país más desigual de Latinoamérica, y uno de los más violentos. También es el país centroamericano que más ha sufrido por el profundo bache en el precio de las materias primas experimentado desde inicios del 2015 y que llevó a colosos como Brasil a una recesión severa. Creo que sólo hay una salida duradera para este problema: el convertir a Centroamérica en un exportador de manufacturas a través de su inclusión en el T-MECC (así, con una C adicional).
Centroamérica, con la excepción de Costa Rica (con una economía diversificada), y Panamá (un centro financiero), tiene una economía similar a la que México tenía hace cuarenta año, con una carencia notable: petróleo. La región económicamente más complicada de Centroamérica es el conjunto Honduras-El Salvador-Nicaragua, países que dependen de la exportación de ciertas materias primas para poder tener los recursos e importar alimentos y los bienes de capital para impulsar la economía. Como su base manufacturera es extremadamente débil, están sensiblemente ligados al ciclo de los precios de las materias primas, las cuales entraron en los inicios del 2015 en una severa depresión, que no da visos de repunte en el corto plazo.
Honduras exporta principalmente textiles (camisetas y sweaters), plátanos, café, langosta, aceite de coco y cables aislados. El 58 por ciento de sus exportaciones van a los Estados Unidos, y sus otros mercados importantes son El Salvador, Alemania y México. Sus importaciones abarcan prácticamente todos los sectores aunque destacan, no por su monto, sino por su importancia, tres artículos: maíz, trigo y arroz, cuyos precios han subido notablemente en los últimos meses, mientras que los precios de las exportaciones hondureñas se han desplomado.
El precio de lo que Honduras vende ha caído, y el precio de los alimentos que Honduras compra ha subido. El resultado es el hambre y la violencia que ha disparado la caravana de desesperados ciudadanos de ese país rumbo al norte del continente con el fin de escapar a esta cruel pinza económica que los aplasta.
Hace cuarenta años, toda proporción guardada, México tenia una economía con un dilema similar. Sus exportaciones, fuera del petróleo, eran jitomates, camarón congelado, algunas frutas tropicales, y otros productos primarios. Hace cuarenta años las exportaciones manufactureras de México eran mínimas. Cuando en 1982 el país cayó en quiebra por el desplome de los precios petroleros, el gobierno y los empresarios tomaron una decisión, desesperada que hoy parece visionaria: convertir a México en un exportador de manufacturas para evitar depender de los impredecibles y agudos ciclos de las materias primas que habían impulsado y hundido a lo largo de la historia la economía mexicana.
Hoy México es una potencia exportadora, y en sectores como el automotriz, el de aviación, el de computadoras y partes electrónicas y maquinaria, se encuentra entre los cinco más relevantes en el mundo. El TLCAN sirvió justo para ese propósito, utilizar a México como la plataforma de bajo costo laboral de Norteamérica, mientras que en Estados Unidos se generaban las actividades de mayor valor, como la invención, el diseño, la mercadotecnia, etc. México se insertó en este proceso como un mero maquilador, pero con los años la cadena de valor manufacturera ha sido transferida cada vez más hacia el país, y hoy la manufactura local va mucho más allá del mero ensamble.
El TLCAN y su muy parecido sucesor, el T-MEC, no son la solución a los problemas económicos del país, e incluso en términos de los salarios reales pagados a los sectores ligados a la exportación, la evolución no ha sido la necesaria para reducir la pobreza en México. El TLCAN también ha partido a México en dos económicamente: el norte integrado a la economía de los Estados Unidos, y el sur anclado a la producción primaria y lejos de la cadena de valor de Norteamérica. 
Pero la mejor opción para Centroamérica es aliarse con México y entrar en el corto plazo a la integración económica norteamericana. Es su mejor apuesta para romper con el acentuado ciclo de las materias primas. Seguro que es un proceso complejísimo. Pero es la mejor apuesta en este momento para los jugadores involucrados.

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