sábado, 2 de noviembre de 2019

Las Finanzas Viven Para Las Finanzas

En 1947 el sector financiero contribuía con el diez por ciento del producto interno bruto de los Estados Unidos. En 2017 este porcentaje se había duplicado a poco más de veinte por ciento. Es decir, en setenta años el sector financiero ha crecido mucho más rápido que casi cualquier otro sector de la economía estadounidense, con la excepción quizá del sector tecnológico. Lo anterior ha significado que el sector financiero se ha convertido en un jugador con un poder económico y político extraordinario en el mundo, y ha hecho que de su destino dependa también, el derrotero de la economía global.
Mi maestra Eloísa Andjel, en su curso de Macroeconomía en la UNAM, enseñaba las ideas y los conceptos de un economista estadounidense, Hyman Minsky, poco conocido en aquellos años pero quien cobró enorme relevancia tras la crisis financiera de 2008-2009. Minsky, desarrollando el modelo keynesiano, atisbó la tendencia del capitalismo contemporáneo a elevar el peso del sector financiero, y advirtió puntualmente (casi como lo estuviera viendo) la gravedad y profundidad de las crisis que provocaría el exceso de intermediación financiera en las economías modernas.
La prensa financiera estadounidense acuñó (fantástica como es para vender ideas y contenidos), un cliché preciso para definir ese momento en que el exceso de crédito se revertía, arrastrando consigo la economía real: un “momento Minsky”, lo llamó, haciendo de cierta manera justicia a la preclara proyección de ese economista cuyas ideas nos parecen hoy tan visionarias, pero que en su momento la mayoría decidió ignorar pues se separaban de la ortodoxia.
El sector financiero es extremadamente importante en una economía: genera el crédito sin la cual es imposible que los países crezcan y se desarrollen, las empresas produzcan y las familias consuman. Con el advenimiento de la globalización vastas zonas geográficas del mundo, sub-bancarizadas, voltearon hacia el mundo desarrollado buscando crédito y lo encontraron en Nueva York, Londres y Hong Kong, propulsando la prominencia de esas ciudades y sus industrias financieras como surtidores de capital para el resto del mundo.
La globalización ayuda a explicar una parte importante de la hipertrofia financiera de las economías modernas: el sector financiero representa un porcentaje históricamente alto respecto de los productos internos porque hubo que ecualizar economías sustraídas del circuito capitalista durante la guerra fría. Pero cabe preguntarse si el peso actual del sector financiero en las economías se corresponde con su contribución a la producción y el crecimiento, o si es una hipertrofia en donde el resto de los sectores acaban trabajando para alimentar a este sector.
Tomemos por ejemplo la industria de los seguros. Es natural esperar que conforme la población crece y la población en edad de retiro lo hace a un ritmo incluso mayor, este sector, encargado entre otras cosas, de fondear las pensiones de la población, crezca por encima de la economía en promedio. La demografía podría ayudarnos a explicar entonces por qué los servicios financieros han crecido en importancia de forma aparentemente desproporcionada en las últimas décadas. O al menos parcialmente.
¿Pero la demografía es causa suficiente para que uno de cada cinco pesos que se producen en las economías avanzadas y en muchos países emergentes (como México), provengan del sector financiero?
Woody Allen elaboró una parodia: un mundo en donde todos somos una celebridad. No es difícil adivinar la moraleja: dicho mundo es imposible. Una celebridad requiere que haya una multitud de desconocidos. Pero las economías modernas se asemejan en algo a esa parábola de Allen: pareciera que el sector financiero produce para el sector financiero. La crisis de 2008-2009 fue una clara muestra del daño tan enorme que puede hacerle al resto de la economía el resquebrajamiento del sector financiero. Pareciera que hay que contenerlo y regularlo por su propio bien, incluso contra su voluntad. No por nada la posibilidad de que Elizabeth Warren sea la candidata demócrata, crece con el tiempo.

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