sábado, 5 de agosto de 2023

Desde El Banco De Japón: ¿Un Sushi o Un Tsunami?

El sueño de todo especulador es invertir en activos de alto rendimiento, y si esa inversión se financia con dinero prestado, mejor. Y si ese dinero prestado es muy barato, no hay nada más allá. Eso es lo que ha ocurrido en las finanzas mundiales desde hace algunas décadas. Los grandes inversionistas se han financiado con préstamos en yenes, aprovechando las bajísimas tasas de interés en Japón, y han invertido en títulos en otras monedad, como dólares, euros, reales o pesos, embolsándose el diferencial de tasas. Hasta ahora, porque el Banco de Japón ha cambiado el juego.

En las finanzas, a la estrategia de financiar la compra de un activo de rendimiento elevado con un crédito en otra divisa con tasas muy bajas se le conoce como el carry trade. Se trata de acarrear el activo con rendimiento atractivo para que produzca los ingresos que paguen el costo del préstamo más el rendimiento excedente. No se invierte buscando la apreciación del activo. Se le carga un rato, de allí su nombre: el acarreo, o carry en inglés.

Durante décadas, una de las fuentes de financiamiento del acarreo ha sido el yen. Hundida en una recesión secular desde la década de los noventa, la economía japonesa ha sufrido un prolongadísimo período de deflación, que forzó al Banco de Japón a anclar las tasas de interés de todos los plazos, a niveles extremadamente bajos, tan bajos por ejemplo que habían mantenido la tasa de interés de 10 años en 0.5 por ciento.

La baratura del financiamiento en yenes hizo del mercado de dinero japonés una de las fuentes más importantes del carry. Los grandes inversionistas del mundo, los especuladores, y otros, suelen financiar en yenes sus compras de activos en otras divisas y otros mercados.

Existen dos claros riesgos en el carry: el cambiario, y el de tasas. 

Supongamos que el especulador invierte en bonos de un país que ofrece tasas elevadas, y que en el plazo en el que el inversionista esté acarreando el bono, por motivos locales, la moneda de ese país se deprecia fuertemente contra el yen, cuando el especulador reciba el pago al vencimiento del bono deberá de repagar el financiamiento comprando yenes más caros. Lo mismo pasa si, por algún evento en Japón (como lo platicaremos más adelante), el yen se aprecia.

El segundo riesgo es el de tasa. Supongamos que el costo del financiamiento en yenes del inversionista, que se renueva cada mes, sube de repente, encareciendo el costo de acarreo del bono, disminuyendo así el diferencial de tasas de los dos mercados. Este riesgo era prácticamente inexistente, pues el Banco de Japón había mantenido por décadas sus tasas de distintos plazos sin cambios…hasta hace un par de semanas cuando, ante una elevada y terca inflación, el banco central de ese país relajó el control sobre su mercado de bonos y las tasas comenzaron a subir.

Dentro de los cambios que la pandemia y la ola inflacionaria que esta provocó, reforzada por la guerra en Ucrania, está el dramático cambio del panorama inflacionario en Japón. A diferencia del resto de las economías, el enemigo del Banco de Japón había sido durante las últimas tres décadas, la deflación. Luego del estallido de una grotesca burbuja inmobiliaria en los inicios de los años noventa, Japón llevaba décadas batallando con caídas de precios, como si allí las leyes económicas no aplicaran. Pero llegaron la pandemia y la guerra en Ucrania, disparando por primera vez en cuarenta años una ola inflacionaria mundial a la que ni siquiera el deflacionario Japón pudo substraerse. 

Al principio Japón miró a la reflación como una bendita lluvia de abril. Por primera vez en décadas los precios crecían, y mientras el resto del mundo subía sus tasas a las carreras, Japón se la tomaba tranquila y continuaba con su política monetaria expansiva.

Pero la inflación siguió creciendo, y duró más de lo que se creía, a lo que Japón respondió con un argumento que fue muy caro para muchos bancos centrales: la inflación será temporal, caerá pronto y volveremos a inflaciones bajas. Ya sabemos que no fue el caso, y Japón, con un rezago enorme, está ya preocupado porque la inflación no cede y tercamente sigue por encima de las metas.

Los datos de inflación más recientes muestran la inflación en ese país en alrededor del 3.5 por ciento, mientras las tasas de interés en sus distintos plazos se encuentran muy por debajo del uno por ciento. Prácticamente todos los bancos centrales del mundo han tenido que elevar sus tasas de interés por encima de la inflación para poder controlarla. En casi todos los casos la receta ha sido exitosa y las inflaciones están bajando. Pero no en Japón. Quizá las leyes económicas también apliquen en el país del sol naciente, y deban de subir sus tasas por encima de su inflación para controlar el alza de precios que tanto daño están haciéndole ya a la vieja población (el mayor grupo demográfico en Japón), que depende de sus pensiones para vivir.

¿Pero por qué debería de preocuparnos lo que pase con las tasas en Japón? Aquí regresamos al famoso acarreo.

Como la inversión en bonos de múltiples países se financia en el mercado japonés, el alza del costo de financiamiento en ese país puede alterar otros mercados si las condiciones se desordenan.

El Banco de Japón es uno de los más poderosos del mundo, y tiene muchas herramientas para ordenar su colosal mercado (que tan importante es para las finanzas mundiales), las cuales usará para controlar su inflación sin causar mucho desorden. Pero siempre hay que estar atentos, pues no vaya a ser que un delicado sushi se convierta en un tsunami.

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