domingo, 8 de octubre de 2023

Y Si Estas Tasas Altas, ¿No Son Tal Altas?

¿Cómo decir que las tasas de interés en Estados Unidos están altas, si el crecimiento económico se está acelerando, y la economía crea empleos al ritmo más fuerte en varios meses? ¿Por qué la economía de ese país crece cada vez más rápido a pesar de que el costo del dinero es cada vez más elevado? ¿Será que lo que solía ser una tasa alta ya no lo es? ¿O será que las últimas décadas las tasas de interés estuvieron artificialmente bajas, y las actuales son apenas las tasas de interés adecuadas?

Existen argumentos en ambos sentidos: tanto para el que afirma que las tasas de interés altas ya no son lo que eran; como para el que sostiene que las tasas altas son las mismas, nada más que no debemos compararlas con las de las últimas décadas, cuando estuvieron artificialmente bajas.

¿Por qué es importante esta discusión que parece enredad y bizantina? Porque de ella podría depender el futuro de corto plazo de la economía global. Sin exagerar mucho.

Para empezar a platicar primero intentemos definir algo: una tasa alta es aquel nivel del costo del dinero que aprieta a la economía, que la desacelera, con el fin de amortiguar el crecimiento de la demanda y reducir así las presiones de inflación. Los economistas la llaman, una instancia restrictiva, pues la política monetaria de los bancos centrales busca contener la dinámica de precios.

De 2008 a 2020 las tasas de interés de los bancos centrales estuvieron prácticamente ancladas al cero por ciento, y cuando en 2018 la entonces jefa de la Fed, Janet Yellen, quiso elevarlas, no pudo pasar del 1.5 por ciento antes de que múltiples fracturas en la economía y los mercados la obligaran a regresar las tasas hacia abajo.

Cuando la inflación resurge en el mundo durante la salida de la pandemia, en 2021, muchos temíamos que la velocidad y el nivel de la subida de tasas de interés necesarios para controlar la desbocada inflación, romperían muchos aspectos críticos de la economía mundial: al sector bancario, el valor de las pensiones, la economía misma, a las absurdas criptomonedas.

Pero nada de lo anterior ha ocurrido. Por el contrario. Casi pareciera como si lo que la economía necesitara fuera inflación, pues se está acelerando como si las tasas estuvieran bajas, el desempleo está cerca de mínimos históricos, y el consumo y la inversión despegan alegres.

Algunos economistas intentan explicar el acertijo anterior diciendo que las cosas han cambiado, y que, ahora sí, esta vez es diferente. 

Que como los Estados Unidos se están re-industrializando para absorber la capacidad productiva que está saliéndose de China por motivos geopolíticos, las empresas no miran como antes a la tasa de interés; que la perspectiva de una ola de innovación tecnológica está animando un incremento en el acervo de capital de la economía que ha sido relativamente insensible al actual nivel de la tasa de interés, pues los rendimiento de los proyectos futuros, por ejemplo los ligados a la inteligencia artificial, son tales, que soportan sin problemas la velocidad con la que se ha incrementado el costo del dinero en estos últimos dieciocho meses.

Los economistas de la otra esquina del cuadrilátero dicen algo distinto: dicen que las tasas actuales, con la Fed en 5.50 por ciento, no son nada distintas de las que solían ser antes de 2008, cuando la Fed inundó con liquidez la economía global, comprando los bonos que se le pusieran enfrente y rediciendo artificialmente el costo del fondeo con el objetivo de reducir la tasa de desempleo, que se disparó en 2008-2009 y que tardó más de una década en regresar a su nivel previo.

En la década previa al 2000, antes que la Fed acostumbrara a los mercados a las tasas bajísimas y al dinero fácil, el promedio de la tasa de interés en Estados Unidos era más o menos 5.25 por ciento, muy cerca del nivel actual, acompañando a una tasa de inflación al consumidor de alrededor del dos por ciento.

Si las décadas del 2000 al 2020 no hubieran existido, nadie llamaría en este momento “altas” a la tasa de interés. Previo al 2000 el par: inflación cercana al dos por ciento-tasas al cinco por ciento, eran un combo usual. Era lo normal. Es más, con la inflación entre 3-4 por ciento, en aquellos años seguramente los mercados habrían demandado una tasa de interés más alta, quizá cercana al 6 por ciento para protegerse de la erosión inflacionaria.

¿Qué ocurrió en 2000-2021, que hizo que el combo dos por ciento de inflación – cinco por ciento de tasa de interés, se modificara? Dos cosas: China irrumpió en el mercado mundial matando la inflación con su descomunal oferta de bienes; y la Fed y los bancos centrales chorrearon las economías con una plétora de liquidez. Pero ahora, esos dos factores ya no son lo que fueron, y China está sufriendo restricciones a sus productos y los bancos centrales está retirando la liquidez para no alimentar la inflación. 

Tal es lo que los mercados de bonos están temiendo estos días: que el combo 2 de inflación y 5 de interés, regrese para quedarse, y que ya no volvamos a ver de nuevo las tasas de interés tan bajas que tuvimos en 2000-2021. Y por ello, sufren.

 

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